Como esos molestos jarrones chinos que no sabemos dónde poner
Sofía y Alejandro tienen una singular relación en torno a la cual pesa la duda sobre si están ambos anteponiendo sus intereses en el concurso a sus sentimientos respecto del otro. Es una acusación recurrente de él a ella, sobre todo en los últimos días. Y una de las razones por las que ha tomado la decisión “extrema” de que no vuelvan a tener relación. “Una vez que salgamos de aquí no nos vamos a ver más”, decía Alejandro en la cena preparada por el programa este domingo. Le tocó los postres y Sofía se le había adelantado con los extremismos al decir esto: “Ya que no podemos tener una relación de complicidad, ni de cariño, ni de nada... he pensado que lo mejor es ser extremista y no tener ningún tipo de conversación. No tener nada que pueda malinterpretarse”.
Dice Alejandro que ya no siente las mismas cosas. En un suspiro se ha dado cuenta de que sus sentimientos han cambiado. No es nada raro, a veces hace falta esperar a que llegue ese clic que te hace verlo todo diferente. “Lo poco que nos quede aquí, debemos tener un trato cordial e intentar no tirarnos pullitas”, afirmaba Alejandro en una declaración de paz que evitase una situación incómoda en el mes largo que todavía resta de concurso. Al salir de la cena Sofía lloraba y ambos se daban un cariñoso abrazo. Estoy haciendo un notable esfuerzo por creerme todo. Es más, voy a seguir en esta línea al menos un par de párrafos más. A ver si lo consigo.
Estoy dispuesto a creer a Sofía y Alejandro y a descartar que anden representando un escenario de tira y afloja convencidos de que cuando esto acabe volverán a estar juntos. No voy a negar que lo he pensado muchas veces, y esta es una de las razones por las que la historia de esta pareja me ha interesado menos que poco. Pero por un rato voy a creer en lo que dicen, sin pensar que pueden intentar engañarme. En tal caso, debo creer a Alejandro cuando dice que Sofía le dice por las noches “te quiero con locura”. Vale, también me creo que cuando el otro día se pone el anillo que le regaló Alejandro no está jugando y simplemente es porque le gusta.
Supongo que debo creer que un arrebato al finalizar la fiesta del pasado miércoles les llevó a acostarse juntos y no estar precisamente quietos bajo el edredón. No es lo más recomendable dado que Sofía a su vuelta ha dejado más claro que nunca la imposibilidad de volver a estar juntos y a Alejandro eso le duele. Enhorabuena a los premiados si disfrutaron el momento, pero tal vez no es lo que él necesite para superar el duelo y asumir la separación definitiva. En realidad, tampoco es lo más indicado que estén compartiendo encierro. La audiencia votante tiene algo que ver en eso al haber repescado a Sofía.
Hasta aquí me ha ido bien creyendo lo que dicen. Si sigo se tuerce un poco porque en la encendida discusión previa a la cena que tuvieron los dos decía esto Alejandro: “¿Por qué me dices que aquí no y fuera sí? ¿Qué pasa fuera que aquí no pase?”. Lo cual es contradictorio con esto que Sofía le estaba diciendo: “No podemos estar juntos fuera. La idea clara es que no podemos estar juntos”. Entonces es cuando me vuelve a la cabeza esa cierta convicción sobre que se han tomado este concurso como un paréntesis en su relación porque piensan que les viene bien a ambos. Pero saben que cuando salgan retomarán la relación. Lo que no tengo claro es que lo vayan a poder hacer como si no hubiera pasado nada.
“A partir de ahora te voy a decir que me importas una mierda y que no te quiero y ya está, para que luego no me digas que te lío la cabeza”, dice Sofía. Y yo pregunto: ¿acaso alguien piensa que no es la cosa para tener lío en la cabeza? Si Sofía dice en el jardín “no podemos estar juntos fuera”, pero bajo el edredón ha dicho “aquí no, pero fuera sí”. Si Sofía dice “tengo sentimientos hacia ti porque te tengo cariño, pero no de amor”, después de haber contestado al “te amo” susurrado en el silencio de la noche con un “y yo, con locura”. Si Sofía deja hace meses a Alejandro con una llamada que le hace su madre y luego en la casa le dice “quiero tener un hijo contigo”. Si Sofía dice no, pero es sí.
A mí me habría estallado la cabeza hace mucho tiempo, de verdad lo digo. Aunque, claro, yo no estaría participando en un concurso con la persona que me ha hecho tanto lío. Sarna con gusto no pica, dice la frase popular. Aunque también es cierto lo que dijo García Márquez: “La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener”. Que en la situación que se les supone estén en un concurso hace pensar que le dan más importancia a eso que a sus sentimientos. Y ahí volvemos al reproche común de los dos. Uno se lo dice al otro, y viceversa. Sofía: “Se nota que el jueves te estás jugando el pirarte”. Alejandro: “Todo lo estás haciendo por el concurso”.
¿Es Sofía culpable? ¿Lo es Alejandro? No, definitivamente no. Lo siento mucho, pero ni veo a Sofía como una maquiavélica máquina de ganar realities ni a Alejandro como el arrastrado que va a remolque de la ganadora de realities. No creo que esto vaya de buenos y malos, simplista planteamiento que solo vale en el plano teórico. La realidad va de otra cosa. Ni Sofía va a hacer mejor concurso si se va Alejandro, ni este demostró nada durante las dos semanas que ella no estuvo. Ignoro si la historia de amor entre ellos está agotada. Lo que no me cabe duda es que no tienen nada más que aportar como concursantes. Son pólvora mojada. Como esos molestos jarrones chinos que no sabemos dónde poner.
Hasta ahora el mayor engaño que los concursantes intentaban colar a la audiencia era simular una carpeta. El polígrafo del sentido común decía en muchas ocasiones si entre dos estaba naciendo una bonita relación o era el interés común de medrar en el concurso lo que les movía. Me temo que a partir de ahora lo importante será identificar si un concursante que dice estar siendo apartado y marginado por la mayoría está diciendo la verdad. Se trata del nuevo engaño de moda. En la presente edición ya se ha dado dos veces, cuando Fortu y Yoli se hacían los marginados y ahora con María Jesús. Curiosamente, en el resumen de ayer mismo se pueden ver varias conversaciones de esta concursante con diferentes compañeros. Ylenia, Kiko y Carolina entre ellos.
Es cierto que Antonio sigue cometiendo la torpeza sideral de decir cosas como “vámonos de aquí, que huele mal”, referido a la presencia de María Jesús. Ningún concursante merece tal comentario, posiblemente ningún ser humano. Están poniéndoselo fácil, pero una cosa es que sea lacerante el trato que recibe a veces (pocas) y otra que quiera vender un rechazo general, sin excepciones. El comentario de que los demás tienen miedo a Antonio no lo genera una pregunta en un tuit, como dicen algunos. Ya el pasado fin de semana lo afirmaba en un ‘confe’.
Decía María Jesús en confesión: “Quiere que esté bajo su dominio, como lo están todos. Porque tiene a todo el mundo atemorizado. Y no quiere que vayamos al confesionario. Se demuda cuando me pongo en el ordenador. No quiere ni que escriba blogs ni que venga al confesionario. Es que estoy un poquito harta de este señor, de la manera tan violenta que tiene de hablar”. Es lo de siempre, mezclar la violencia y el temor relacionado con un compañero. Atemorizar es causar temor, y temor aquello que hace huir de aquello que se considera peligroso, o recelo de un daño futuro. No hay interpretación laxa posible, está diciendo lo que parece que dice.
Es una falacia el argumento ad populum que utiliza Antonio para referirse a que no pueden estar equivocados todos en la casa respecto a María Jesús (excepto Juan Miguel, que solo come y duerme). Pero en este caso, es ella misma la que lo fomenta cuando utiliza a su favor y contra su enemigo que este tiene el apoyo mayoritario de la casa y ella no. La mayoría no siempre tiene la razón. No por definición. Pero tampoco tiene culpa Antonio por tener muchos apoyos. También en eso consiste este concurso. No es verdad que solo importe la opinión de la audiencia votante, sí que es la definitiva. Es absurdo reprochar a Antonio que de su lado se pongan Ylenia, Carolina o Sofía. María Jesús quisiera que estuvieran del suyo, pero no es así. Se siente.
El gato responde
Entre las múltiples conspiranoias relacionadas con el programa hay varias que me llaman la atención especialmente. Por ejemplo, aquella según la cual la “organización” decide previamente (y, por tanto, fuerza) quién debe ser jefe de la casa. Las pruebas serían, por tanto, pura tapadera. Esta semana me lo han vuelto a decir, no sé por qué a mí. Es sabido que ni pertenezco a esa “organización” (que así dicho siempre me ha sonado a mafia), ni tengo poder alguno al respecto. Tan solo escribo de esto tranquilamente desde mi casa, con mayor o peor fortuna. El caso es que precisamente esta semana las dudas sobre la prueba son una barrabasada mayor de lo acostumbrado.
Le bastaría a quien hace esa acusación con haber recuperado ese momento en la gala para comprobar que es una insensatez dudar de que fueron los concursantes quienes eligieron tarta. No hay nada que pudiera hacer pensar en una trampa para que fuera Kiko quien se pusiera en la que tenía la bola que le convertiría en jefe de la casa (con los añadidos de la inmunidad, el uso de la suite y el poder del intercambio). Se observa perfectamente que Kiko es el último en elegir tarta. Casualmente, se ve obligado a ponerse en la número 2 porque es la que le dejan libre. Estaba aguardando junto a Sofía hasta que el ‘súper’ dice que esta concursante no juega. Entonces Kiko ya no tiene opción a elegir.
Sus compañeros le habían dejado a Kiko solo una opción. Precisamente la ganadora. Imposible que todos tuvieran la consigna de evitar la tarta 2. ¿Alguien cree que se puede hacer cómplices nada menos que a una decena de concursantes de una manipulación en esa prueba? Es como cuando dicen, todavía después de tantos años, que en el ‘confe’ les dicen lo que deben hacer. ¿De verdad hay algún mentecato convencido de esto? Por mucho compromiso de confidencialidad que firmen, imposible creer que después de tantas ediciones ningún exconcursante ha contado algo tan fuerte. La rueda de la conspiranoia en Gran Hermano es un esperpento.
Moleskine del gato
No comenté ayer que no superaron la prueba de las tartas porque necesitaban la aprobación por parte del jurado a 5 de ellas y solo la tuvieron de 4. María Jesús intentaba después hacer recuento de las tartas que habían aprobado y cuáles no, pero a Ylenia no le sentó muy bien y la cortó enseguida. “¿Qué más da? No hemos superado la prueba y punto”, decía. ¿Será porque su tarta no tuvo aprobación? También fue interesante ver a María Jesús diciendo que Antonio había tirado una tarta al suelo, cuando se vio perfectamente que le había caído por un problema con el molde. Todos utilizan lo mínimo para ir a degüello contra su enemigo. Si le llega a pasar a ella habría ido a llorar al ‘confe’ para decir “parece que lo hago todo mal”.
Es interesante observar los movimientos de Sofía tras volver repescada respecto a lo que fue su primera parte del concurso. Sofía se lleva ahora muy bien con Kiko y se la ve muy integrada en el grupo. Tanto que si Kiko es el cabecilla, Antonio el segundón y Alejandro el palmerillo, podríamos decir que Sofía es ya la palmerilla. Esta Sofía palmerilla es la misma que habló en el ‘confe’ de la vergüenza de madre que tenía Kiko y se refería despectivamente a “los pantojos”. Eran otros tiempos. Algo le debieron decir sobre esto en las dos semanas que estuvo fuera de esa casa.
Esta noche se salva el concursante menos votado. Apuesto a que será Ylenia. Seguramente algunos dirán que es mi favorita. Es otra conspiranoia divertida. En los dos meses que llevamos de edición me han preguntado por qué mi inquina hacia Kiko Rivera y me han llamado “palmero de los pantojos”. Curioso, ¿no? Debe ser que algo estoy haciendo bien.