Llamadas, trajes y un trol
Kiko vivió anoche dos momentos buenos y uno malo. El malo fue su disgusto porque no le gusta nada el traje que le dieron para la gran final. Todos estaban más o menos satisfechos con su modelito. Alejandro saldrá con el mismo traje que llevaba al entrar en la casa, María Jesús con el modelo de un modisto que conoce y Juan Miguel juraría que repite el traje con el que se hizo las fotos oficiales. Kiko parece que hizo una descripción de cómo quería el traje y le han llevado algo más serio y formal de lo que le va. En la parte positiva está la llamada de su madre. Por fin, Isabel Pantoja madre al teléfono, con lo que a ella le gusta. Y a tenor de sus risas debió resultarle muy divertida la intervención de un trol que pidió el voto para él, pero llevaba puesta la escarapela de apoyo a María Jesús.
El ‘mocito feliz’ del debate reclamó su minuto de gloria sentándose en la grada de los seguidores de María Jesús y camelando a Raquel para que le diera la palabra. La jefa de campaña de esta concursante pecó de confiada, aunque es imposible de prever que alguien pueda llevar una intención tan malsana. El trol abusó de la confianza del programa y de Raquel. Luego en la casa comentaba Juan Miguel que Raquel debió retirarle el micrófono al trol cuando comprobó sus malas intenciones. Dice eso el que no ha sido capaz de defender a María Jesús ni una maldita vez en una gala. Y ella también aprovechó el incidente para seguir con su absurdo drama. “Me ha dejado tocada”, afirmó. ¿Lágrimas de sangre de nuevo?
Imposible que Raquel reaccionase ante semejante demostración de poca vergüenza. Juan Miguel no la tragó nunca por la peregrina razón de que se posicionó contra Yurena la segunda semana. ¡Menudo crimen! Pero él anoche respondía a la pregunta de Jordi González sobre sus mejores momentos con estas palabras: “Mis mejores momentos en la casa han sido las risas con Kiko, con las pelucas, en las fiestas”. Ni una palabra de María Jesús. El espíritu de Forocoches se apoderó anoche del debate algunos momentos. A algunos les ha resultado muy divertido porque no simpatizan con la exmiss. Está claro que no saben cómo funcionan algunas cosas.
La gracia del trol le regaló puñados de votos a María Jesús. Cuando un concursante es víctima de la mala suerte o un comportamiento injusto sale beneficiado y reforzado. Esto se cumple en el cien por cien de las ocasiones. Anoche muchísimas personas pensaron que el trol estaba promovido por el programa, a lo cual ayuda el que en sus perfiles en redes sociales parezca que es un trabajador de la casa y no un impostor. La conspiranoia de nuevo en acción creyendo que es toda una maniobra para promover el triunfo de Kiko. Mientras tanto, el porcentaje de votos de María Jesús subiendo.
Volviendo a los trajes y las llamadas, la cruz y la cara de Kiko anoche, no sé si se los pondrán el miércoles o también el jueves. Va a ser una final dual, pero igual repetir traje dos días seguidos es para los del Vogue profanar la memoria de Versace. Y si cada uno tuvieron su modelito, también todos disfrutaron de una llamada. Menos mal que les dieron un listín con los teléfonos, porque si yo de natural no recuerdo ni un solo teléfono, aparte del mío, no te cuento después de tres meses de encierro. Se me habría olvidado hasta mi número. María Jesús también optó por su madre, igual que Alejandro. Y a su hija llamó Juan Miguel. Unos segundos de llamada que todos aprovecharon para interesarse por sus familias al tiempo que no olvidaban hacer campaña para lo suyo.
No hace falta decir que María Jesús aportó dosis de drama extra. Un rato antes la mencionó Alejandro y de nuevo parecía extremadamente ofendida reclamando que no la ataquen. Sin embargo, ella puede asegurar todo el rato que lo ha pasado fatal por culpa de sus compañeros y no pasa nada. Es tan injusta que cuando dice que han estado “todos contra mí” ni siquiera se para a pensar que tal vez debería hacer la excepción de Raquel, de quien no se acuerda prácticamente nunca.
Es siempre la misma historia, porque cuando a ella Carolina le habló de su rocambolesca historia con el padre de su primera hija le pidió que no sacase sus cosas del pasado. Y a Antonio casi se lo come porque mencionó de pasada a sus hijas. La misma doctrina que usa María Jesús para defender que puede hablar de las deudas de los otros no se la aplica a ella misma. Lo ha contado esta persona en la casa, ergo yo puedo utilizarlo en su contra, es el argumento. No válido para los demás, que ni siquiera deben mencionarla.
“Ya está bien, no te metas conmigo. Responde tu pregunta y déjame a mí. Es que me estás atacando a mí”, clamaba María Jesús interrumpiendo a Alejandro. Es necesario aclarar que la pregunta la hizo Miguel Frigenti y terminaba de este modo: “Has acusado a María Jesús y tú has estado llorando por tu relación con Sofía. ¿Crees que un concursante con tantas incoherencias y algo hipócrita merece ganar este concurso?”. La pregunta es perfecta, pero igual María Jesús debió pedir que no se la mencionase en la misma, en lugar de quejarse y montar el drama otra vez por la respuesta de Alejandro.
Daguerrotipo de Irene: el triunfo de la normalidad
Irene ha sido algo más que la pareja de Kiko, el hijo del torero y la folclórica. Se ha dicho de ella que es tibia y hasta la han tildado de mueble, pero yo no he visto nada de eso. Discreta y educada, su relativo protagonismo ha sido consecuencia de una cierta alergia al conflicto. Y el conflicto es consustancial con este programa, la gasolina que garantiza su supervivencia. Gran Hermano necesita el conflicto igual que sus concursantes el aire que respiran. En eso ha fallado Irene, y poco más. Casi imposible encontrar otro fallo en ella durante su largo tiempo de encierro.
Hago este daguerrotipo virtualmente póstumo porque no contemplé la posibilidad de que fuera la primera en salir de entre los cinco prefinalistas. Es más, si me hubieran preguntado hace un mes sobre quién creo que puede ganar el concurso (o, mejor dicho, si hubiera querido responder a esa pregunta) seguro que en mi respuesta estaría el nombre de Irene junto a algún otro concursante. Si hubiera pensado que podría salir de la casa el jueves pasado este retrato personal no lo estaría escribiendo ahora que ya no está en el juego, sino antes. Pero jamás creí que eso fuera posible, porque la gran baza de Irene era la sencillez y la normalidad. Ante tantas estridencias y ansias de protagonismo ella representaba al espectador medio. Después de haber hecho gala de discreción durante mucho tiempo, lo cual no debe ser fácil para la mujer de alguien que es famoso desde antes de nacer, ha sido capaz de mantener esa postura ante la exposición máxima de este programa.
Tengo dicho que no todos los concursantes han de aportar lo mismo. Unos son más protagonistas que otros, pero también son imprescindibles los confidentes, aquellos que ayudan a entender y completar el relato estando siempre ahí, dando soporte a sus compañeros. Irene ha demostrado que sabe escuchar y es muy poco prejuiciosa. Y esto es un auténtico lujo. Por eso defendió siempre a María Jesús hasta que fue advertida de su error. Había depositado mucha confianza en alguien capaz de ponerla verde a ella y a su marido por una simple e inocente crítica que hizo la noche de los chuletones.
Irene pudo hacer el comentario a espaldas de María Jesús, pero apenas dijo nada en el porche con los demás. Prefirió abandonar el grupo y entrar en la casa, donde solamente estaban María Jesús y Juan Miguel, apartándose una vez más del grupo. Con serenidad y buenas maneras, diría que incluso con cariño, le hizo el reproche a María Jesús. Se lo dijo a la cara y por derecho, pero da igual, María Jesús estaba al rato en el ‘confe’ soltando sapos y culebras sobre las deudas de Kiko, que son las de Irene. La misma Irene que tantas veces la había defendido sin que ella se lo reconociera. De agradecerlo ni hablamos.
Detrás de la imagen de Irene complaciendo a su marido hemos visto una mujer independiente y con criterio propio, que no depende de nadie a la hora de establecer relaciones y tener sus opiniones. Curiosamente las escenas donde cortaba las uñas a Kiko, le quitaba la roña de las orejas o hacía la cama cada día han sido más negativas para este concursante que para ella. Esto es también cosa de dos, y uno no limpia las orejas si el otro no quiere, pero tampoco si considera que no debe hacerlo. En todo caso, si alguien vio un espejismo de sumisión en estos gestos se equivocó de medio a medio.
Si Irene fuera una mujer sumisa habría evitado estar cerca de Juan Miguel. Ha sido una gran amiga suya, posiblemente más que María Jesús. También estuvo cerca de esta concursante, aunque ya digo que entre ellas no hubo una relación de igual a igual. Kiko nunca reprochó a Irene que se llevara bien con estos compañeros, pero sí que no entrase en discusiones. Entiendo esta inquietud, porque nunca he entendido la capacidad de algunas personas para sobrevolar los problemas y hacer como si no fueran con ellos. Ha sido el caso de Irene, pero con matices. A ella le ha pasado más como en ese chiste de un niño aparentemente mudo hasta los 15 años. Sus primeras palabras fueron para decir que faltaba sal en la comida. Cuando sus padres sorprendidos le preguntaron cómo no había hablado hasta entonces el niño respondió: “Hasta ahora estaba todo bien”. Irene habló solo cuando tuvo queja.
Está claro que Irene tiene el umbral de la crítica muy alto. Es generosa y bien pensada, lo cual extraña a quienes tienden a todo lo contrario. Proporciona menos visibilidad ser reflexivo y no precipitarse en la crítica que soltar la lengua a la primera. Y eso ha jugado en contra de esta concursante. En mis segundas impresiones escribí: “Irene es una favorita con carisma y encanto, pero se deja ver demasiado poco. O espabila o puede terminar siendo un bluf”. Ahora mantengo que tiene carisma y encanto, aunque ya está visto que favorita no ha sido. Pero tampoco creo que haya sido un bluf.
A la hora de la verdad Irene se ha sacrificado con gusto. Entendió que los familiares y otros defensores de la pareja se decantaran por uno de los dos, y que el elegido debía ser Kiko, el famoso, el hijo del torero y la folclórica. Muchos, entre quienes me encuentro, habrían visto mejor que fuera Irene en quien se concentrase el voto. Habría sido un premio para quien aguantó estoicamente la hipersusceptibilidad masculina de su marido, el famoso caprichoso y consentido. Un premio a la sencillez y la normalidad. Porque siempre vi en Irene una de las nuestras.
Moleskine del gato
Así estaban anoche los porcentajes ciegos: 44,7 %, 28,1 %, 13,9 % y 13,3 %. Dado que hay dos casi empatados todavía es posible que Juan Miguel vuelva a salvarse el miércoles y permanezca en la casa hasta el último día. Este es más trol que el ‘mocito feliz’ del debate.