Disfrutaban de la última fiesta juntos. Los tres nominados de esta semana, con Miriam ya salvada, pasaron casi toda la noche haciéndose compañía mutuamente. Cuando sonaba la canción que se hizo famosa en la olimpiada de Barcelona 92, ese ‘Amigos para siempre’ de Andrew Lloyd Webber, el Koala no podía aguantar las lágrimas. Verdeliss, con quien se disputará esta noche la expulsión, le abrazaba. Miriam se unía de inmediato y quedaba para la historia ese abrazo a tres del grupo más auténtico. Una amistad desinteresada y verdadera. Ellos son Gran Hermano, y anoche me atrevo a decir que un montón de amantes del programa lloraban emocionados por la emoción del Koala.
Quiero aprovechar este día festivo para salirme un poco del guion y hablar de los grupos en Gran Hermano. Esa tendencia al tribalismo y los clanes, cuyas razones son diversas. Pero antes de eso comentaré que Jorge Javier estuvo anoche de visita en GuadalixJorge JavierGuadalix. Les pilló por sorpresa la convocatoria del ‘súper’ en la cocina, donde apareció sin avisar el presentador. La charla en la mesa del comedor fue afable y un poco de las de tengo una noticia buena y una mala. La buena era que el programa va muy bien de audiencia. “Nos está viendo mucha gente”, decía Jorge Javier, lo cual era una perfecta introducción para hacerles entender que deben tener cuidado con lo que dicen para no ofender sensibilidades.
Me parece mucho más oportuno el recurso al diálogo que las sanciones que se piden sin ton ni son en muchas ocasiones. La entrada del presentador en la casa es un golpe de efecto ya ensayado en otras ediciones del universo Gran Hermano. Cuando en Argentina hay una expulsión disciplinaria el presentador entra en la casa, explica la situación a sus habitantes y pide quedarse solo con el expulsado para hacerle la entrevista previa a su salida. No solo es un buen recurso televisivo, también se persigue suavizar la situación y dar confianza a los concursantes con esa cercanía del presentador.
Lo fácil sería manejar las sanciones como un reclamo a la audiencia. El programa lo sabe bien en Argentina, donde hay establecido un sistema de tarjetas amarillas cuya acumulación implica nominaciones directas o incluso la expulsión disciplinaria. Es un sistema que funciona bien, sobre todo para subir el share del programa. Como ha reconocido su presentador, el influyente periodista Jorge Rial, se dieron cuenta de que los picos de audiencia coincidían con las sanciones a concursantes, algo que ceban masivamente, llegando a basar el interés de algunas galas en esa circunstancia.
Sinceramente pienso que cualquier intervención del programa condiciona la convivencia, por lo que prefiero el mal menor de una advertencia antes que una sanción, y mucho mejor si es mirando a los ojos de los concursantes, como pudo hacer anoche Jorge Javier. Para algo ha de valer lo sucedido, aunque dudo mucho que concursantes como Ángel vayan a cambiar ahora por mucho que les digan. Podrá morderse la lengua un tiempo y reprimir su carácter, pero cambiar es improbable. Ya lo decía la poetisa Emily Dickinson: “¿Cambiar? Cuando lo hagan las colinas”.
Siempre me ha llamado la atención que se formen grupos con tanta facilidad y rapidez, a menudo pocos días después de comenzado el encierro en la casa de Guadalix de la Sierra. No hay una fuerza secreta que conduzca a ello, sino que es la naturaleza humana, su tendencia al tribalismo y los clanes, como dije antes. Leía hace poco una interesante reflexión sobre esto de Ricardo Dudda en la revista ‘Letras libres’ por sugerencia de una amable seguidora y me resultó muy oportuno todo lo que cuenta, aplicable a la comunidad de concursantes y su tendencia a dividirse en otras comunidades más pequeñas.
Cuenta Dudda que en 1953 se llevó a cabo un experimento con niños de once años organizados en dos campings adyacentes, pero suficientemente separados como para que los de un lado no supieran de la presencia de los otros. A la semana se enteraron y entonces se retaron a juegos competitivos, como el béisbol o la soga. A los cuatro días ambos grupos se habían dado nombres (Los Cascabeles y Los Águilas) y había surgido entre ellos un importante antagonismo.
Fue tal el enfrentamiento que llegaron a quemar banderas o asaltar cabañas. Los niños no habían sentido la necesidad de tener un nombre antes de conocer la existencia de la otra cabaña. Una vez generada esa enemistad gratuita se desarrollaron los estereotipos, un grupo de tipos duros y otro de formas más refinadas. Lo explica así el autor del libro ‘The lies that bind’: “Los chicos no desarrollaron identidades opuestas porque tenían diferentes normas; desarrollaron diferentes normas porque tenían identidades opuestas”.
¿Por qué se generan los grupos en Gran Hermano? Las razones son diversas. A veces es determinante la separación obligada por una prueba en las primeras semanas. O el simple hecho de sentarse juntos a comer, aunque a veces no sé bien si se sientan juntos porque ya han formado un grupo o forman el grupo porque se sientan juntos. La intimidad que da la mesa del comedor, donde anoche tenía lugar la reunión con Jorge Javier, es más importante de lo que creemos. Decía en una de sus greguerías Gómez de la Serna que le gustaba comer solo porque es un acto tan íntimo como ir al retrete. No solo une a los componentes de un grupo su afinidad, sino otros motivos, a menudo circunstanciales.
Habla Dudda de algo que contaron los actores norteamericanos Charlton Heston y Kim Hunter sobre el rodaje de la película ‘El planeta de los simios’. Al parecer, los actores que hacían de chimpancés y los que hacían de gorilas comían en grupos separados. Estamos biológicamente predispuestos al tribalismo, lo cual hace que tengamos integrado en nuestros cerebros la idea del “nosotros” y “ellos”. Creo que esto se da en sociedades de gran tamaño (generando rivalidades regionales, por ejemplo), pero aún más en grupos pequeños. O al menos es todo más rápido cuando se trata de una comunidad de apenas dos decenas de personas, como la que habita esa casa al comienzo del programa.
A partir de que tienen la conciencia de “nosotros” y “ellos” se analizan de forma diferente los comportamientos en ambos lados. Si uno de “ellos” hace algo mal lo consideramos y censuramos de forma estricta. Son así y lo serán siempre. Sin embargo, si es uno de “nosotros” el que está equivocado intentaremos encontrar una explicación generosa, sin que nos cueste mucho esfuerzo ver cualquier atenuante. Lo mismo se analiza de una forma distinta dependiendo de si es cosa nuestra o de los otros. Por eso cuando señalo la poca coherencia en estos casos en realidad pienso que estoy siendo injusto porque se trata de algo humano. Me resulta fácil entender dos posturas enfrentadas porque la razón no está definitivamente de un lado.
Entiendo que a Verdeliss le moleste que gasten su leche de igual manera que puedo ponerme en las botas de Ángel y comprender su enfado porque se haya puesto un chorro de esa leche. Una lo ve como una afrenta porque no están respetando un bien no común disponible solo para ella por razones indiscutibles. Y el otro considera haber demostrado sobrada generosidad como para que le pongan en un brete por tan poca cosa. Es un acto poco respetuoso de alguien que ha sido muy servicial con todos durante mes y medio. Sobre todo, parece normal que lo considere injusto después de haber visto a gente comiendo a dos carrillos lo de todos estando la despensa medio vacía. Y todo el mundo callado.
Otra de las características curiosas de esta organización tribal es la dificultad para reconocerse en ella. Con frecuencia dos grupos claramente definidos se niegan a reconocer que lo son. Y, una vez más, desde cada lado se censura al otro el que se estén organizando en grupo. A todos les parece mal que se relacionen más entre los de la otra pequeña comunidad que con el resto, pero lo hacen tanto “ellos” como “nosotros”. Anoche Ángel decía no entender que hubieran formado un grupo “ellos”, o sea, Miriam, el Koala y Verdeliss. Lo cual comentaba entre “nosotros”, que son todos los demás.
Todo clan ha de tener un líder. Ángel ha proclamado ya al líder del trío que esta noche pasará a ser un dúo. Es Miriam, de quien dice el actor que “es la infección”. Tal vez sea un reconocimiento de que esa infección puede ir haciendo caer uno a uno a su grupo, aunque él se molesta enormemente cuando el Koala lo mete en el antiguo “sexteto corrupto” para el que ahora se busca nuevo nombre por no ofender con lo de corrupto. Dice Ángel que Miriam es la que ha contaminado al Koala y a Verdeliss. Porque, claro, cada clan tiene un “glorioso líder”, mientras a la cabeza del otro clan hay un “déspota malvado”.
Que a Ángel le extrañe ver a Miriam, el Koala y Verdeliss juntos la noche anterior a su obligada separación dice poco sobre su capacidad de empatizar con el mal ajeno. “Se apartan ellos solos”, dice Tony, con ese tono de semidiós comprensivo que cada día se me antoja más cargante. Los han nominado semana tras semana, haciendo todo lo posible por sacarlos a los tres juntos a la palestra para deshacerse de uno de ellos porque en otro caso han visto que no era posible. Y cuando por fin lo consiguen dicen extrañarse de que se estén apartando. Quiero pensar que les ciega su gen tribal, porque, si no, pensaría que hay una desconexión clara entre su cerebro y su corazón. O sencillamente que les ha petado la cabeza después de ver salvarse al trío siempre, especialmente al quedarse esta semana de forma anticipada fuera de la expulsión la “infección”.
El trío pasaba su última noche en la casa, aprovechando para despedirse con nostalgia y con los temas ochenteros que les regalaba el ‘súper’, o quien estuviera al mando, en la fiesta. Ángel no entendía que vivieran la fiesta apartados del resto, aunque él se había pasado casi todo el rato acostado. Y, mientras todo esto pasaba, Mónica se convertía en una muñeca diabólica sin gracia, hablando a cámara incluso mientras se quitaba el maquillaje. Ella es un grupo en sí misma. Igual que le pasó a Ángel, parece dispuesta a jugar, pero le está saliendo mal. Por el momento, ganaría mucho si consigue no hacer más el ridículo.
Moleskine del gato
Esta noche tenemos una fiesta. Será la esperada fiesta de los sustos, siempre divertida. Miriam comenzó ayer su misión, también basada en asustar, en este caso a los humanos. Creo que bien del todo solo le salió con Makoke, que dio un buen grito, aunque luego disimulaba. No sé por qué tenemos tanto pudor en reconocer que nos hemos asustado, igual que pasa cuando nos tropezamos y antes de nada miramos a ver si alguien lo ha visto. La cosa no se le ha puesto fácil a Miriam porque al verla tanto el Koala como Suso se han apuntado a eso de asustar al personal. No sé cómo va a salir la cosa al final.
Los porcentajes ciegos del doloroso duelo de esta noche estaban así anoche: 46,3 % y 53,7 %. Es el momento de invocar a la virgen del sorpasso. Me temo. El auténtico apoyo de Miriam en la casa es el Koala. Si sale esta noche a Miriam se le pone muy cuesta arriba el concurso. Más todavía. El duelo fratricida de esta noche es una prefinal. Si los seguidores de Miriam quieren acercarla al maletín deberían poner toda la carne en el asador para salvar al Koala.