Se echa en falta un mediador en esa casa. No se puede decir que en esta edición no haya habido amor (correspondido y no correspondido), amistades sinceras, lealtad a los amigos hechos en la casa, fidelidad a determinados principios, generosidad, capacidad de comprensión e incluso el perdón. Anoche mismo tuvimos muestra de esto último. Después de un enfrentamiento a cara de perro en el que Bea se acercó más de lo recomendable a Meri, la naranjita se posicionaba en contra de su amiga (si es que alguna vez lo fueron de verdad). Retomaban así la discusión, pero fue terminarse el debate y en el dormitorio se obraba el milagro de que ambas estuvieran hablando con normalidad, disculpándose por sus actitudes de minutos antes y terminaron sellando con un abrazo esa inesperada reconciliación.
Es de locos, sí, pero también una demostración de que voluntad de entendimiento no falta, y capacidad para perdonar tampoco. Sin embargo, no he visto apenas en todos estos 80 días que llevamos de edición voluntad ni aptitud para mediar e intentar poner paz, o al menos un poco de cordura, en momentos de crispación. Sobre el papel del mediador, dice lo siguiente Gilda Santana en su libro ‘Diez años de Gran Hermano. Diario de una guionista’: “Si hay una función rentable, debido a la percepción favorable que suele tener el espectador de quien la ejerce, es la del mediador, que todos nuestros ganadores desempeñaron alguna vez”.
Sigue diciendo Gilda: “El mediador es, en situaciones de conflicto, imprescindible para un buen desarrollo de los contenidos porque equilibra, aunque sea momentáneamente, las fuerzas que pugna. En un concurso donde se convive mientras se compite, el conflicto es inevitable, además de indispensable para que haya desarrollo dramático y, por añadidura, para que se mantenga el interés. Pero un buen conflicto dramático será aquel que crece entre rupturas y recuperación del equilibrio”. El problema lo tenemos cuando no aparece el mediador, como bien señala Gilda: “(…) la atmósfera de hostilidad no permite que se vivan otras historias que las de provocaciones y enfrentamientos, los personajes se quedan anclados en la crispación, el conflicto se hace estático y repetitivo y los contenidos se estancan”.
Termina Gilda recordando que cuanto mayor es el número de mediadores más humor y riqueza de matices hay en las relaciones entre concursantes, mientras que cuando escasean, o directamente no existen, todo parece reiterativo y durante semanas tuvo la sensación de estar haciendo el mismo resumen. Discrepo respecto a una de las ediciones puestas de ejemplo. Personalmente, recuerdo GH 8 como una de las ediciones más divertidas, completamente necesaria en su momento para que el formato avanzara. Ahora bien, en esta edición estoy teniendo una sensación parecida de repetición diaria, en mi caso tengo el temor de escribir siempre lo mismo.
Poca diferencia hay entre la discusión de hoy respecto a la de ayer. Es previsible el momento que va a estallar la cosa y también los derroteros que tomará el enfrentamiento. Podría adelantar muchas veces la respuesta de cada uno de los participantes en la discusión, también se sabe quiénes quedarán al margen. Este fin de semana vi a Rodri reír ufano mientras varios habitantes mantenían una agitada discusión. No sé interpretar si le divierte o piensa que le beneficia el clima de enfrentamiento. Más bien me inclino a pensar que es esto último porque si le pareciera realmente divertido participaría, en lugar de quedarse siempre aparte, esperando a que amaine y se disuelva el grupo. Entonces sí que entra a valorar, repartiendo estopa a diestro y siniestro generalmente, aunque sin que se note apenas.
Hasta los motivos de discusión se repiten, lo cual no ayuda a salir del bucle de enfrentamiento encallado y aparentemente irresoluble. Desde el jueves un nuevo argumento ha valido para discutir. Las visitas de familiares tuvieron como colofón sus nominaciones. Todos dieron sus puntos y razones, pero nadie parecía tan profundamente ofendido por la visión de uno de ellos como Miguel. No fue capaz este concursante de entender que la tía de Adara solo había expresado su opinión. Y, lo que es peor, no ha sido capaz de separar conceptos y considerar que Adara no es culpable de la opinión que tenga su tía o la forma de expresarla al nominar. Tan mal le sentó a Miguel que le llamase teatrero, que viene a ser lo dicho por Pilu, que lo ha estado utilizando con ataque, llegando a decirle a Adara: “De tal palo tal astilla”. ¿Tan difícil es entender que los de dentro no son responsables de las opiniones que puedan expresar los de fuera?
Hasta se agradece una pequeña renovación de los reproches y motivos para que surja el conflicto y se pongan a gritar. Esta es la edición con más saturación acústica durante las discusiones. Hasta los que gritan se desgañitan gritando a otros para pedir que no lo hagan. Ayer Bea llegaba al paroxismo máximo en la discusión revienta vúmetros gritando lo siguiente a escasos centímetros de la cara de Meri: “No estoy chillando”. El nivel de decibelios hacía pensar otra cosa, pero a veces son capaces de negar la evidencia de forma tan absurda que hasta duele en el sentido común. Por la noche Miguel se ofendía porque Adara lo llamaba “este señor” hablando con Bea en El Club. Me recordó a aquel torero ofendido en un programa de José María Íñigo porque otro primer espada le había llamado “muchacho”.
Está visto que cualquier razón vale para mosquearse y provocar una nueva discusión, a cuál más encendida y de peores consecuencias. La chispa de “este señor” terminó estallando con Adara tirando su silla y tan disgustada en el ‘confe’ que el ‘súper’ hubo de pedir a Meri que llevase una infusión. Un rato largo después salía Adara y entraba Miguel, que esperaba en el salón. No se cruzaron ni una palabra. Miguel volvía a repetir anoche que no volverá a dirigir la palabra a Adara. Lo mismo dijo Bea y le faltó tiempo para volver a hablar con Meri de forma cariñosa. Es algo que Miguel no entiende. A falta de mediadores son los propios protagonistas del enfrentamiento quienes hacen de tripas corazón y salvan la convivencia de esta forma.
Porque eso que tanto inquieta a Miguel es algo muy sencillo de comprender, y se llama convivencia. Tengo dicho que es un error calificar este programa como un concurso de convivencia. No es así. Se trata de un programa en el que se compite mientras se convive. Solo aceptaría la definición si se aclara que no es necesariamente de buena convivencia, también puede ser mala. En la octava edición antes mencionada eso fue justo lo que pasó, y uno de los motivos por los que me pareció necesaria. Era una estrategia lícita. Nada obliga a que se lleven bien. El problema es que entonces la solución al drama se encuentra exclusivamente en la expulsión de una parte de la casa, enfrentada a la otra de forma radical.
Ante la ausencia de mediadores se impone la generosidad de los concursantes enfrentados para pasar por alto los motivos del enfrentamiento y al poco rato mantener una relación cordial. Adara habla con Miguel a la mañana siguiente como si no hubiera pasado nada. De acuerdo que se trata de conversaciones intrascendentes, sobre la decoración navideña y otros argumentos sin importancia, pero no deja de ser un esfuerzo porque no se quiebre de forma definitiva la convivencia. Esta es otra cosa que tampoco entiende Miguel, y reprocha a Adara esta supuesta incoherencia. Anoche parecía tan ofendido por lo de “este señor” como porque Bea estuviese hablando amigablemente con Adara. Se llama convivir, Miguel. Aunque él parece que prefiere estar a sus performances y no teniendo ya bisoñé que incinerar ahora amenaza con abandonar el programa. Atención porque este nuevo show hubiera podido ser bautizado por el gran Pepe Flores como “play the pelukin”.
Donde hemos visto aparecer mediadores ha sido en el asunto amoroso. Unos mejores que otros, también he de decir. Bea alimentaba las esperanzas de Meri con Alain, pronosticando que terminaría en su bolsillo, mientras que a espaldas de su supuesta amiga la estaba criticando por no dejar en paz al francés. Eso es una mediación falsa y tramposa. Todavía se extraña cuando la llaman falsa, pero es que Bea ha sido el ejemplo más sobresaliente de deslealtad que nunca se ha visto en esa casa. Además de desleal ha sido torpe, porque ha sido pillada insistentemente, de forma que hoy no sorprende a nadie, ni dentro ni fuera de esa casa.
Bea además de desleal es convenida, lo cual demostró anoche una vez más. Sin dejar que los espectadores llegásemos a esa conclusión por nosotros mismos, o bien confirmando lo que algunos ya podían haber pensado, Bea afirmaba que su cambio de actitud con Meri venía tras ver los porcentajes ciegos para la expulsión de esta semana. El temor a que Meri pueda salir el jueves le hizo olvidar que horas antes la hubiera llamado “agresiva”, por lo cual estaba profundamente ofendida durante los posicionamientos. Siendo un poco malpensado diría que quiere evitar tener un enemigo fuera que pueda perjudicarla en las últimas semanas de concurso. Y pensando bien, que no quiere pasar enfadada con Meri los que pueden ser sus últimos días juntas en la casa.
Entre las mediaciones amorosas destacan las de Adara. Que la considere merecida ganadora de esta edición no influye para que también la vea como la mejor mediadora, de las pocas que ha tenido voluntad de facilitar el entendimiento entre compañeros, aunque sea en el plano sentimental. Siempre dio buenos consejos a Meri respecto a su relación con Alain. Sin inflar su ego ni crear falsas expectativas, pero proporcionando importantes dosis de seguridad y ayudando a que mantuviera su autoestima. Aunque parezca raro, también apuntó modales de mediadora en la convivencia Bárbara. Ella sí que supo contemporizar, aunque Miguel tampoco lo entendiese. Creo que ni siquiera Adara lo entendió bien. Adara es demasiado pasional, excesivamente obstinada como para eso. Y un poquito follonera.
Acusar a Adara de estar a bien con sus compañeros el resto de la semana y estallar los domingos es una falacia de proporciones cósmicas. Solo Miguel es capaz de mantener algo tan alejado de la realidad. Adara discutió con el mismo Miguel la tarde del viernes en El Club y volvió a hacerlo cuando este se metió con sus familiares, también al día siguiente defendiendo a Meri. Es sencillamente falso. Sí es cierto que Adara debería moderar su arranque, echar el seguro al gatillo e intentar descansar el dedo porque dispara con demasiada facilidad. Está bien que diga lo que piensa y dé unos revolcones históricos a los demás, cosa que aplaudimos y agradecemos muchos. Otra cosa es que la repetición cansa y tampoco es recomendable decir siempre lo que se piensa. A menudo vale, pero debería echar un poco el freno o será complicado sostener esto hasta el final.
El gato responde
Llevo desde el jueves explicando a todo el que esté interesado en atender que la regla de los dos tercios o estrategia del balancín está muerta y enterrada. Es así desde hace unas pocas temporadas, y se confirma cada semana en los porcentajes ciegos. Anoche vimos que el porcentaje más bajo no llegaba al 4 % y varias semanas anteriores estuvo en torno al 5 %. Hemos llegado a ver un porcentaje del 0,8 % de los votos. Los nominados son tres, pero la audiencia no es tonta y ya sabe que si hay dos que son afines frente a otro que no lo es debe concentrar el voto contra uno de aquellos dos. Las comunidades de seguidores se organizan bien para ello.
Se habla mucho del público galero, menospreciado tantas veces. ¡Como si no usaran los mensajes cortos de su móvil igual que cualquier hijo de vecino! El granero de las comunidades de seguidores no es Twitter, medio social en decadencia, sino la mensajería instantánea. Se comenta más el programa por WhatsApp que en Twitter. Mucho menos escalable, pero al alcance de todos. Los galeros no son tontos y se saben la mecánica mejor que nadie. De todas formas, no solo anula el balancín que se concentre el voto en uno de los nominados. ¿De qué vale lo votado hasta el mismo jueves si comienza la gala salvándose un nominado? El balancín queda roto desde ese mismo momento. El enfrentamiento torna en duelo y no olvidemos que un 80 % de los votos puede producirse durante la misma gala.
Las viejas estrategias no valen, hay que analizar una nueva realidad y adaptarse a ella. Este programa ha cambiado mucho, igual que lo ha hecho la sociedad. El SMS es una antigualla. La gente tiene teléfonos inteligentes que le permiten usar mensajería privada. El hábito a pagar por votar se ha perdido, algo en lo que la crisis económica ha influido bastante. Hace diez años habría millones de llamadas, pero ahora se vota mucho menos. Tanto es así que anoche los porcentajes variaron casi 17 puntos en minutos. La primera vez que supimos de ellos estaban así: 56,5 %, 38,8 % y 4,7 %. Minutos después se actualizaban de este modo: 47,9 %, 47,1 % y 5,0 %.
Anoche en Twitter me interpelaban algunos amigos sobre esto. Por ilustrar el tema responderé a tres de ellos desde aquí, aunque ya lo hice anoche en tiempo real.
Dice @Tito_Soy: “Algo valen… pienso que cuando salió Clara, si hubiera estado nominada Meri en lugar de Alain hubiera habido más diferencia”. ¿Antes o después de salvarse Meri? Una vez salvada no hay diferencia. Salvo que estemos hablando de que en lugar de 3 llamadas fueran 6.
Dice @fergarpla: “Lo estás leyendo solo por un lado, en división de votos del 1 a 2. Léelo desde el punto de vista de concentración votos 2 para el 1”. Amigo mío, en concentración de votos tras casi tres meses de concurso los exconcursantes mandan. Esta semana, los seguidores de Adara y Meri votan en masa a Alain para salvar a ambas. Pero los seguidores de muchos exconcursantes votan a Adara. Y sus seguidores detrás. Bien organizados.
Y termino con esto que dice @NominatorGh7: “No estoy de acuerdo. Siempre será mejor dividir el voto que no, es matemático. Yo preferiría dividir al enemigo siempre”. Evidente, por eso funcionaba la estrategia. Ya no lo hace porque el enemigo dividido en las nominaciones es separado caprichosamente por el programa, convirtiéndose la lucha en un duelo. Cara a cara, uno contra uno. La matemática juega hasta donde se le permite.
Moleskine del gato
Me he extendido demasiado. Solo aclarar que lo de “suanica” puede ser parte de una canción inventada por Bea, lo cual es creíble porque ella tiende a cantarlo todo. Pero ella misma ha admitido, anoche mismo, que llamaba así “falsas” a sus supuestas amigas. Ellas y nosotros lo sabíamos, como decía Joaquín Luqui.