Viendo el último Debate de la edición, previo al gran Debate especial con todos los concursantes de la edición, pensaba que algunas de las finalistas (por no decir que las tres) tienen una idea equivocada de lo que es este programa. Han estado tres meses encerradas, Adara ya estuvo otra vez y tanto Mila como Alba han comentado este programa en distintos programas de televisión, pero da la impresión de que ignoran de lo que va. Como si no supieran dónde están, qué hacen ahí, cuál es su papel y el de los demás.
Concursantes, audiencia y opinadores se reparten roles distintos y complementarios. No hay duda de que el más importante es el de los concursantes, sin los que no existiría el programa, pero los demás también tienen su razón de ser. Sin los espectadores tampoco sería posible, además de ser quienes deciden el devenir de la competición. Este es un juego de eliminación competitiva que solo tiene un juez: la audiencia. Y la opinión de esa audiencia está simbólicamente representada por quienes hacemos crítica, comentario, análisis y/o crónica de lo que vemos. Entre todos se escribe la historia de cada edición.
Siempre he pensado que debería exigirse un mayor grado de conocimiento a los concursantes, aunque sería inevitable la reacción de sus familiares y defensores, no vinculados a tal exigencia. En EE. UU. reparten un escrito entre los concursantes que están preseleccionados para concursar donde les piden que vean una edición completa del programa. Para ello les proporcionan los sitios de Internet donde lo pueden conseguir. No es algo opcional, aunque tampoco comprobable por parte de la producción el programa. Pero se plantea como una obligación para evitar que los concursantes tengan un bajo grado de conocimiento sobre lo que están haciendo. Me parece una gran iniciativa.
Lamento tener que volver a ponerme didáctico, pero como aquí no pedimos tanto a los concursantes creo que les vendría bien leer esto. Es la enésima vez que hablo de GH VIP para inexpertos o principiantes en la materia. El “for Dummies” nunca ha sido “para tontos”, según aclaró en su día el editor de la exitosa serie de guías que usa ese término en sus títulos. En este caso no voy a hacer el decálogo de otras veces, más o menos frío y estudiado. Mejor prefiero dar rienda suelta a las entrañas para explicar con pasión lo que no es Gran Hermano. No creo que me vaya a costar lo de la pasión, por lo demás me encomiendo al corazón.
Gran Hermano no es una jaula de cristal donde permanecer ajeno a la opinión. La exposición pública a la que están sometidos los concursantes exige que tengan valentía suficiente para ser objeto durante todo su encierro de las críticas y comentarios de millones de personas. Y, más en particular, de quienes el propio programa recluta para que hagan crítica y análisis o de aquellos que se convierten en líderes de opinión por las razones que sean. Aguantar el juicio de los demás es parte del juego propuesto. Las críticas, amables o aceradas, van en el sueldo. También exigirles que rindan cuentas de su paso por el programa, lo cual no se hace cuando entran, frescos y lozanos, sino hacia el final de su camino, o incluso una vez que ha llegado su final. Tener que explicarse recién salido de la casa o cuando quedan pocos días para la final es lo que toca, por mucho que hayan llegado hasta ahí exhaustos y ansiosos porque todo acabe.
Gran Hermano no es negarse a rendir cuentas de lo pasado dentro de esa casa aludiendo a que una vez todo haya terminado ya contestaran. Quien quiera emprender su propia venganza después es libre de hacerlo, pero los espectadores de este programa bien pueden ser ajenos a eso. Por tanto, mejor que digan lo que quieran hacernos saber antes de que todo acabe.
Gran Hermano no es vender pena presentando la vida fuera del concurso como un auténtico drama, ya sea verdad o mentira.
Gran Hermano no es sitio donde superar una mala situación, vencer una crisis o salir del abismo. No es nada conveniente que el concursante justifique sus actos explicando una situación médica o de tipo psicológico. Si no estuviera preparado el programa evitaría convocarlo. Nadie entra en esa casa con un problema grave que deba ser tratado en condiciones diferentes a las que tienen ahí dentro. Y si así fuera, es el propio concursante quien debería decidir aplazar su participación.
Gran Hermano no es poner a los demás en desventaja justificando los propios actos con estar afectado por determinada medicación o vivir una situación delicada e inestable que no debe ponerse a prueba si no se quiere asistir a su total abatimiento. Hay que competir en buena lid e igualdad de oportunidades. El historial médico de cada uno no interesa a nadie salvo a él mismo y a su médico, que está sujeto al juramento hipocrático por el cual, entre otras cosas, no debe revelar a nadie su situación. Tampoco debe hacerlo el concursante introduciendo un elemento indeseable en el juego.
Gran Hermano no es buscar ángulos muertos de las cámaras, comunicarse haciendo gestos con las manos ni mantener conversaciones privadas, sea cual sea el método elegido. El problema no es que a estas alturas de la película se piense que hay sitios “donde no se graba”, sino buscar esa debilidad del programa e intentar aprovecharla en el propio beneficio. Ese es un comportamiento desleal y ofensivo. Quien piensa que en un determinado lugar no se les ve ni se les escucha solo debe mantener la recta actitud de guardar silencio para no traicionar al programa.
Gran Hermano no es la realidad sino una simulación de la misma, lo cual tampoco significa que se pueda basar el concurso en una mentira, por muy bien elaborada que pueda estar. Intentar ocultar lo que se siente o interpretar de forma falsa y rebuscada lo que se está viviendo es tan absurdo como poco generoso. Si se vive un romance y alguien provoca dudas sobre lo que se siente ante esa situación no vale mirar hacia otro lado y dejar que pase el temporal. No hay que fingir. Nada de simular lo contrario a la realidad.
Gran Hermano no es burlarse de la audiencia y el equipo del programa, considerando que todos son más tontos que uno mismo. Quien se considera más listo que nadie tiene un problema, pero si es concursante de este programa solo le salvará esforzarse un poco para que no lo parezca. Si presume de ello ante sus compañeros de encierro se pondrá en evidencia y corre el riesgo de ser visto como un megalómano. Pero en ningún caso debe pavonearse de estar siendo más listo que quienes le pagan y los que sostenemos este tinglado con nuestra fidelidad inquebrantable porque entonces estará siendo extraordinariamente torpe.
Gran Hermano no es elegir un concursante y cebarse con él como si reuniera todos los males del planeta. No es exagerar las consecuencias de una enemistad. No es acusar al diferente de provocar malestar en el grupo. No es hacer la vida imposible a aquel a quien al mismo tiempo se está acusando de hacer la vida imposible al grupo.
Gran Hermano no es incumplir las normas de forma sistemática. Bordear su cumplimiento puede caer simpático y tiene un pase, nunca quebrantarlas de forma alegre y mostrarse satisfecho por ello. No es esconder comida porque todos los bienes son comunes y para el uso de la comunidad. No es amenazar con marcharse repetidamente para luego reconocer una nula intención de hacerlo. No es concentrar la actividad tan solo en las galas despreocupándose de estar activo el resto del tiempo.
Podría seguir con una lista interminable de cosas que no son Gran Hermano. Anoche Alba reaccionó de forma desproporcionada a las críticas, como es habitual en ella. Fuera de cámara fue todavía más desagradable, amenazando con marcharse del programa donde colabora si no despiden a Miguel Frigenti. Lo mejor de la noche fue, sin duda alguna, Jordi González preguntando a dónde piensa ir si deja de colaborar en ese programa. “Este no sabe. Este se cree que está jugando a los Legos. ¡Muerto de hambre! Si te digo lo que pienso ‘muerto de hambre’ se queda muy corto. Cometripas, que eres un cometripas”, decía Alba.
Seguía Alba despotricando y, en este caso, patinando de forma desmesurada: “¿A ti qué te han dado? Menos el título de periodista, que no lo tienes, porque no-lo-tie-nes. ¿Vale? Aunque lo vayas diciendo no eres periodista porque para ser periodista hay que haberse licenciado y tú no lo eres, ¿vale? A partir de ahí hablamos lo que quieras”. Pues a partir de ahí vamos a hablar de pedir disculpas públicamente por intentar engañar a la audiencia con mentiras. Me consta que Miguel Frigenti sí tiene el título de licenciado en Ciencias de la Información. Lo he visto con estos ojos de gato. Ahora vas y rectificas, señorita Carrillo.
Alba ha hablado en estos tres meses de poner en peligro el trabajo de un compañero. En alguna ocasión lo ha querido vender como una broma, pero después volvía a repetirlo, lo cual ha hecho una vez tras otra. Ayer mismo presionaba de nuevo a los responsables del programa en el que trabajan ambos. La semana pasada escribí que prefería a Alba como ganadora del maletín por eliminación, pero está visto que no ha cambiado. La Alba que despotricaba del programa y le decía al ‘súper’ que se metiera su micrófono por el culo es la que anoche llamaba varias veces “hijo de la gran ****” a Frigenti. No merece ganar alguien que cruza líneas rojas tan gravemente tan solo por una crítica a su concurso. La crítica puede estar más o menos acertada, pero cada uno es libre de decir lo que considere oportuno. Ahora bien, sin insultos gruesos y sin intentar poner el peligro el trabajo de nadie. Imagino lo poco que deben confiar en su programa viendo a esta colaboradora revelar cosas tratadas en reuniones de trabajo de carácter privado. Va cuesta abajo y sin frenos.
Tampoco estuvo fina anoche Adara. Respondió a una respetuosa pregunta de Cristina Tárrega mostrando una mala educación importante. Empezó diciendo “Cristina o Lucía o como te llames” y continuó con un tono muy chungo que nos muestra una Adara bien distinta de la que nos tiene acostumbrados.
Es curioso, pero no estoy de acuerdo prácticamente con ninguno de los adjetivos que se dedicaron entre ellas las tres finalistas. Mila dijo que Adara es “sincera, divertida y agotadora”. ¡Sincera! Válgame el cielo. De Alba destacó el “coraje, voluntad y generosidad”. Alba, sobre Mila, dijo que “es autocrítica, fuerte y exigente”. Y de Adara que “es sensible, alocada y combativa”. Por su parte, Adara ve a Alba “sensible, exigente y valiente” (dos de los adjetivos ya habían salido antes). Y a Mila “impulsiva, sensible y muy exigente consigo misma” (de nuevo repite dos adjetivos, dichos por ella misma anteriormente, en este caso). Yo he debido estar viendo otro programa.
Moleskine del gato
Los porcentajes se mueven levemente, tomando el más destacado algo más de ventaja. Anoche estaban así: 50,2 %, 37,4 % y 12,4 %. Creo que Adara despega y solo ha bajado el de Alba, que no tuvo su mejor noche.
Y mañana toca retomar los daguerrotipos. Deseando estoy.