El gran enfado de Kiko e Irene
Ayer se enfadaron Kiko e Irene. Estuvieron discutiendo mucho rato por la tarde. Los casi tres meses de encierro se empiezan a notar y me da la sensación de que les ha podido la presión. Creo que ni siquiera tenían una razón de peso para estar enfadados. Como dice la canción de Joan Manuel Serrat: “Harto ya de estar harto, ya me cansé, de preguntarle al mundo por qué y por qué”. Decía Kiko que el día de ayer ha sido el peor desde el comienzo de la edición, aunque tampoco supo explicar por qué.
La situación de la pareja en el concurso es inmejorable. Son finalistas, y aunque no lo sepan todavía tienen la certeza de que al menos uno de los dos va a llegar a la final. Es muy probable que lleguen los dos, con lo cual tienen doble posibilidad de hacerse con el premio. No han tenido grandes problemas en este tiempo, ni siquiera un enemigo potente. Esta última semana está el azote de María Jesús, consciente a estas alturas de que son dos duros enemigos a batir. Pero no hay nada que no sean capaces de superar juntos. Me vuelve a parecer ingrato que se quejen tanto.
Por lo visto en estos casi tres meses, Kiko es bastante egoísta. Ayer mismo se lo decía Sofía, y para que Sofía se dé cuenta de algo tiene que ser bastante evidente. No por nada, sino que ella es mucho de ir a lo suyo y lo del resto se la sopla ampliamente. Las veces que hemos visto a la pareja discutir seriamente ha sido casi siempre porque Kiko le hacía algún reproche a su mujer. Y el reproche suele ser que no le hace caso, no le echa cuentas, o su apoyo le parece insuficiente. Sospecho que descarga sus frustraciones en ella, lo cual es tremendamente injusto.
Ya digo que no es fácil analizar por qué discutían ayer. Al reproche clásico de Kiko se sumó que Irene le parece un robot que ni siente ni padece. Le molesta que diga “me da igual estar nominada”, “no me afecta enemistarme con un compañero” y cosas similares. Kiko tiene la sensación de que todo le afecta más a él. Como si a ella todo le resbalase. De ser esto cierto debería alegrarse por su mujer. No entiendo bien dónde está el problema. Eso sí, vi una importante contradicción en algo que dijo Irene. Este lunes, hablando con Kiko, afirmaba que ella no lo ha pasado mal en el encierro. Sin embargo, ayer decía lo contrario.
“Yo también lo paso mal”, afirmaba Irene ayer. Tal vez explica la evidente contradicción respecto a lo que había dicho el día anterior con lo siguiente que voy a contar. También dice que su frialdad ante casi todo no es porque sea un robot, sino porque se pone un escudo para evitar tener una debilidad y caer en la preocupación por no estar con sus hijas. Digamos que Irene anda esquivando entrar en el pantano de la tristeza, y eso la tiene suficientemente entretenida. La entiendo perfectamente, una debilidad llama a otra y cualquier traspiés puede hacer que termine hundida, con el agua hasta el cuello, sumida en la tristeza. La ausencia de sus hijos es el único drama de Irene en esa casa.
“Pronto las vas a ver”, decía Kiko refiriéndose a sus hijas comunes. Pero claro, ese “pronto” es ahora más real que hace 78 días, justo el tiempo que llevan en esa casa. Kiko cree que pasan poco tiempo juntos. “Yo te busco muchas veces”, dice Irene. “Sí, tú me buscas y yo te busco, pero tengo que estar detrás de ti muchas veces porque no estás conmigo”. Si fuera al contrario probablemente se quejaría de que no le deja su espacio de libertad o de que tiene dificultad para relacionarse con los demás. La cosa es quejarse, y casi siempre con el mismo problema de fondo. Creo que sin ser consciente de ello, Kiko considera que Irene debe estar a su servicio.
Después de darle muchas vueltas a la conversación fueron suavizando las tiranteces poco a poco y Kiko terminó tumbado con la cabeza sobre la cadera de Irene y haciéndole cosquillas. El egoísmo del cantante se volvió a poner de manifiesto cuando llegó la hora de disfrutar de la cena. El programa les regaló una cena que en realidad ganaron gracias a la decisión de sus compañeros. En la prueba semanal les eligieron como los que mejor habían hecho el baile individual. Kiko esperaba un chuletón como el que él mismo sirvió a algunos de sus compañeros hace unas semanas. Pero tuvieron pescado, no carne.
El enfado de Kiko no fue pequeño. Se pasó mucho rato después protestando porque no le gusta el pescado. Y, ¿cómo no?, echándole le culpa a Irene por haber bromeado diciendo que les iban a poner pescado. “Yo quiero panga”, decía. Supongo que sería algo mejor que eso, pero pescado en todo caso. Podía alegrarse porque la cena fuera a gusto de su mujer, pero en lugar de eso estaba hasta dolido por no haber podido disfrutar de la cena igual que ella. El día menos pensado se va a enfadar con Irene por no acertar los números de la lotería primitiva o estar falto de inspiración para escribir esas letras de canciones que dicen “bella ciao” y no sabe por qué.
María Jesús ha emprendido una de sus guerras particulares, en este caso sus enemigos son Kiko y, particularmente, Irene. Como dije antes, sabe que son sus más férreos contrincantes, aquellos con quienes debe competir para llevarse el maletín. Y a María Jesús no hay nada que la pare. Si tiene que mentir, mentirá. Si tiene que pisar el cuello, lo pisará. Si tiene que sacar trapos sucios, los va a sacar. Los ha sacado ya, de hecho. El protocolo de actuación es siempre el mismo: por un lado se hace la frágil doliente atacada sin piedad por el enemigo, mientras por el otro saca la artillería pesada.
No hay escrúpulos. María Jesús juega fuerte, y en el juego no hay principios ni valores. En el suyo, al menos. Porque a ella le va el juego sucio, y cuanto más lo sea mejor se desenvuelve. Está en su salsa cuando dice cosas como esta, por supuesto, en el ‘confe’: “Yo soy hija de dos personas honradas". O esto otro: "Yo también podría utilizar la información de aquí, pero no. Porque no soy yo la que se gasta 4.000 euros en un casino en media hora. Primero porque no tengo y segundo porque sé que el dinero cuesta mucho ganarlo”. Con lo de “podría utilizar” parece querer decir que no lo va a hacer, pero a renglón seguido lo hace. Es como aquel que antes de insultar dice “con el debido respeto”, como si eso anulase el insulto posterior.
Ya adelantó Antonio lo que iba a ser el proceder de María Jesús: tras salir Carolina iba a ir contra Irene. Y así está siendo, con palabras como estas: “Y luego la otra, defendiendo al marido. Han tenido que pasar tres meses para conocer a la verdadera Irene, que parece doña perfecta. Que parece la presidenta de la comunidad. Ellos son los que hacen la compra, los que reparten la comida. Son los que se ven en la final y ya saben qué zapatos se van a poner. Vamos a dejar que la audiencia decida, que lleváis queriendo echarme ocho semanas”. En ese momento hablaba de ocho semanas, pero poco después dijo: “Me llevan atacando dieciocho semanas”. Pero solo llevan once de encierro.
María Jesús compara a sus compañeros con esa candidata de un concurso de mises que llega a la final con la corona puesta (en su imaginación) y luego no es coronada. Como si ella no se viera también ganadora. Por eso ataca sin piedad, se hace la ofendida y arremete, empleando cualquier cosa, contra sus contrincantes. Dice que ella no hace daño a nadie, igual que en otras ocasiones ha asegurado que no critica. Y no, esto no es algo que diga a sus compañeros en la casa mientras en la sala de confesiones hace lo contrario. También ha sido capaz de decirlo en ese espacio privado. “Yo no he criticado a nadie nunca, ‘súper’”, decía un día. Imagino al ‘súper’ de turno partiéndose la caja de la risa.
Además de ser una manipuladora de libro, María Jesús parece incapaz de brillar con luz propia. Necesita a los demás para destacar. Por eso usa el desgastado recurso de hacer como si todos estuvieran en su contra. “Ellos son los que hacen la compra”, dice en el ‘confe’. Pero al momento reconoce que, salvo esta semana, siempre ha estado presente mientras hacían la compra. Y no será porque el lunes no les insistieron a ella y a Juan Miguel de que fueran a ver si les parecía bien lo que habían puesto en la cesta virtual, pero prefirieron tomar el sol. Para mentir hace falta tener buena memoria, y María Jesús no la tiene. O simplemente le da lo mismo.
Anoche hubo fiesta tras la cena de Irene y Kiko. María Jesús solo se quedó hasta intentar aguar la fiesta a Kiko. Luego se retiró, con una nueva medalla prendida en su pechera. Dice que está muy dolida porque ha dicho de ella: “Me molesta, quiero que se vaya”. Porque, claro, ella no quiere que se vaya nadie. No creo que haga falta aclarar a esta concursante que el juego consiste en que se vayan marchando todos los demás hasta quedar solo uno. Ese es el ganador. “Solo te pido que no vuelvas a decir que quieres que me vaya”, decía María Jesús en el límite del paroxismo absurdo. De inmediato rectificó el disparate. ¿Qué diablos va a pedir ella? ¿Acaso quiere que sea tan falso de decir que no quiere verla fuera?
María Jesús dice que siempre se han posicionado en su contra y es mentira. Que llevan dieciocho semanas poco menos que haciéndole la vida imposible, pero solo llevan once de encierro. Además, en todo este tiempo ha tenido buena relación con muchos de sus compañeros. ¿Acaso no recuerda las noches de charla en el baño con Raquel, Carolina, Antonio, Kiko, Irene y otros? Que haya terminado conservando el buen rollo solo con Raquel no es culpa de los demás. Para mí tengo que si Raquel siguiera en la casa también la habría perdido a ella. La vería una rival a batir, como a todos los demás.
La fiesta era de raperos y traperos. Para ambientarla les pusieron un muro en el jardín y pinturas de spray para hacer sus grafitis. Iban provistos también de guantes y mascarillas, que no tuvieron la precaución de usar mucho. Sofía hizo el comentario de que su primer novio era un rapero. Era previsible que a Alejandro le ofendiese, porque él se sigue comportando como si fueran pareja. Antes de irse ofendido hacía como si pintase a Sofía con el spray, pero estaba a unos dos metros de distancia, por lo que era imposible que le llegase pintura. Una niñería más que demuestra su escasa madurez. Es posible que Sofía haga muchas cosas para picarlo, pero ya se sabe: el que se pica, ajos come.
Moleskine del gato
Ha vuelto el sorpasso a los porcentajes ciegos. Al principio del Debate del domingo la barra amarilla estaba por encima, pero al acabar el programa había sido superada por la barra rosa. Pues bien, anoche superaba otra vez la barra amarilla a la rosa, con una diferencia bastante mayor. Así estaba la cosa: 47,2 %, 39,8 % y 13 %. Alejandro sigue convencido de que es el porcentaje menor porque tuvo menos votos para quedar nominado por la audiencia el pasado jueves. Si no se salva esta noche será para él una sorpresa.
Hoy comienza la nueva prueba semanal. Se trata del auténtico clásico de llamadas al extranjero, aunque en este caso tendrán que hacer una serie de preguntas (la moneda del país, cuándo hicieron la última edición de Gran Hermano, etc.) y apuntar las respuestas. El domingo les harán un examen en el que tienen que acertar 10 de las 15 respuestas. Puede estar la semana divertida, que falta nos hace.