Llevo unos días dándole vueltas al asunto de las estrategias de los concursantes y uno de los grandes leitmotiv del programa, que es la mentira. Me dicen que María Jesús está siendo una buena concursante porque es lícito que base parte importante de su juego en simular una falsa marginación y engañar a sus compañeros afirmando que ella no habla nunca mal de nadie. Es lícito y le está funcionando, lo cual parece que otorgase vía libre para hacer cualquier cosa. No puedo negar que ambos engaños están calando. El de la falsa marginación solamente de forma parcial y con gran eficacia el otro.
Ahora bien, no creo que la de María Jesús sea una buena estrategia. De acuerdo que esto es un juego y cada concursante debe elegir la forma de afrontarlo, pero hacerlo con la mentira solo es inteligente en estos dos casos: logrando engañar a todos o compartiendo su estrategia con la audiencia. Es un relativo fracaso que se haga la víctima, quiera convencer de que sus compañeros la marginan y la crea solo la mitad de los espectadores, aproximadamente. En cuanto a su supuesta falta de críticas a los compañeros, hace bien en limitarlas al confesionario, aunque no es suficiente.
María Jesús es, con toda seguridad, sabedora de que las únicas imágenes que nunca les muestran son las de la sala de confesiones, cuyo secreto solamente se quebranta en otra sala, la de expulsiones. Solo en esa especie de purgatorio, donde están con un pie fuera de la casa, ven en ocasiones imágenes de compañeros en el ‘confe’. Preferiría que no se violase nunca ese secreto, ni siquiera en las condiciones que comento, pero así lo plantea el programa. Si la se limita a criticar a sus compañeros en el ‘confe’ no es fácil que lo vayan a ver, con lo cual pueden creerla cuando dice que nunca habla mal de nadie. Y, efectivamente, lo decía Kiko el otro día: “Si hablase mal nos lo habrían puesto. Yo me lo creo. No es su naturaleza hacerlo”.
De modo que María Jesús ha logrado convencer a casi todos sus compañeros de que nunca habla de nadie. Pero a quien debe convencer es a la audiencia, en cuyas manos está la permanencia y el triunfo final de los concursantes. Y la audiencia sabe que eso es mentira. ¿Es lícita la mentira? Efectivamente, lo es. Pero nada inteligente. Otra cosa sería si compartiese la intención, su estrategia del engaño. Puede sonar raro, pero aseguro que no lo es en absoluto. Si María Jesús entra al ‘confe’ y dice que solo ahí va a criticar a sus compañeros para tenerlos engañados, estará haciendo cómplice a la audiencia de su mentira. Es la historia de siempre: si la estrategia se basa en algo que se tolera poco y mal, como es la mentira, ha de ser con nuestra complicidad.
Decía Jorge Javier el pasado martes: “Ya es hora de que alguna vez gane la mala”. Estaba refiriéndose a María Jesús, obviamente. Se me antoja que la única manera de que gane un villano es mediante el humor y la complicidad con el espectador. Y ninguno de estos factores se asocian a esta concursante. Los villanos de GH 8 (Dani ‘sucio’, Pulpillo y compañía) fueron quienes más cerca estuvieron de poder hacerse con el triunfo conquistando a una parte importante de la audiencia. Se pusieron en su contra algunos intereses y los fallos cometidos por ellos mismos. Siempre pensé que no conseguirían ganar porque, con todo, no es ese el destino del villano. En una primera lectura hay tres grandes tipos de concursantes: villano, víctima y héroe. Y siempre gana uno de los dos últimos, nunca el primero. Al contrario de lo que pasaba con Parker Lewis, el villano siempre pierde.
Otro de los errores de María Jesús ha sido hacer virar su concurso. Ya dije hace un par de días que los virajes no tienen buenas consecuencias, por lo que deberían ser evitados. Sucesivamente, ha sido villana y víctima. Incluso en su acercamiento a Juan Miguel veo ciertas intenciones de terminar siendo también héroe, dado que puede ser visto como el lado más débil de la cuerda, un buenazo que peina y corta el pelo a todos por igual, sin enterarse de nada. En el momento que recibiera la ingratitud de sus compañeros estaría más cerca de encajar en el papel, y eso ya se ha producido. Fue salvado el martes, pero haber estado en la palestra le ha puesto en la mira de algunos, y ha sido pasto de sus críticas.
No es casual que Kiko haya estado guardándose todo lo que tenía en contra de Juan Miguel hasta ahora. Como una retahíla interminable fue enumerando los fallos de este concursante el lunes por la noche. Luego en la gala del martes soltó solo una parte, porque tengo dicho que se amilana bastante en los directos, adoptando ese papel de venerable predicador que tanto le gusta. Kiko pugna por representar un nuevo rol, hasta ahora desconocido, el de paterfamilias. El líder que actúa como un padre para todos. Funcionaría de no ser porque sus figurados hijos saben que es un padre poco ejemplar.
Tampoco me parece casual el ataque de María Jesús a Irene y viceversa. La diferencia entre ambos ataques es su virulencia. Irene ha destacado por ser de las pocas que siempre defendía a María Jesús, recibiendo de ella solamente ingratitud. El lunes le afeó su recochineo durante la opípara cena que regaló el programa solo a la mitad de los concursantes y, de inmediato, fue al ‘confe’ para hacer eso que niega hacer. Puso a caldo a Irene, y lo hizo con inusitada virulencia. Como si la ofensa hubiera sido imperdonable. Pero ella solamente había hecho una pequeña observación crítica.
Llamativo fue igualmente el ataque de Irene a Antonio durante la gala, pretendiendo desacreditar sus consejos a Alejandro por no ser el más indicado, dada su experiencia conocida con Candela. Es una falacia ad hominem, aquel argumento que consiste en tirar por tierra lo que dice una persona desacreditándola. El propio Antonio reconocía hablando con Alejandro esa misma mañana que no había aplicado sus propios consejos. “Si estuviera Candela aquí seguramente yo estaría haciendo lo mismo”, decía Antonio sobre la relación de dependencia que tiene su amigo con Sofía.
No dice nada nuevo Irene, dado que el mismo Antonio reconoce que no sigue sus propios consejos, lo cual no le inhabilita para intentar ayudar a un amigo dándolos. Es una de las cosas que me gustan, y mucho, de Antonio: su capacidad para reconocerse en actitudes poco edificantes. No todo el mundo sabe hacerlo. Pero Irene me parece que está empezando a enseñar el brillo de su navaja a diestro y siniestro, ahora que se ve cada vez más capaz de llegar a la final y ganar. Tiene la ventaja respecto a su marido de que ella es casi anónima y puede presumir de ejemplar. Como dijo Antonio: “Comienza el juego non stop”. Todos son conscientes de que queda poco de concurso y están empezando a impacientarse. De ahí pueden surgir errores. La carrera hacia el premio no ha terminado aún. Los errores y navajazos pueden dejar en la cuneta a algunos.
Al final el espectador valora al concursante según lo ve, y las estrategias aprendidas pocas veces funcionan. Si concursar en Gran Hermano fuera algo que se pudiera aprender habría libros de autoayuda y coaching para crear ganadores. Como dice el latinajo: “Quod natura non dat, Salmantica non præstat” (“Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga”). Ningún aprendizaje puede suplir la propia condición de un concursante. Esto es lo único que puede enamorar al espectador.
El gato responde
Reflejé ayer en Twitter de esta forma la evolución experimentada en la sensación que tiene Alejandro sobre su propio concurso:
Y una amable lectora me respondía de esta forma:
Siento discrepar. El maletín siempre está cerca. Además, queda poco para la final, a pesar de que aún haya mucho por ver y alguna sorpresa puede condicionar el resto del concurso. Pero el maletín no es algo lejano a lo que los concursantes se vayan acercando, unos antes que otros. Eso sería como hacer una analogía entre este concurso y una carrera, ya sea de velocidad o, dada la larga duración del encierro, de fondo. Pero Gran Hermano se parece más a una prueba de regularidad. Puestos a comparar sería más como una vuelta ciclista. El que deja de pedalear se cae de la bici y gana el que haya sabido mantener la simpatía del público durante la mayor parte del tiempo. El maletín está siempre cerca, unas veces de unos y otras de otros. Esta etapa de montaña la gana un concursante y la contrarreloj de mañana otro. En la meta de cada día el maletín estuvo en manos de concursantes distintos, pero solo uno se lo llevará al final.
La dificultad mayor de esta carrera es que sus etapas duran todo el día, y que hay una parte del juego que se escapa al conocimiento del concursante. Eso que se escapa lo hace más parecido a una singular partida de dados en la que el participante no sabe cuál es la combinación ganadora. No saben si aciertan sacando un doble 6 o es preferible un 1 y un 2. Tal vez sea preferible sumar más puntos o a lo mejor menos. No lo saben ni en Salamanca, ya digo.
Moleskine del gato
Esta noche tenemos una fiesta, con Jorge Javier al mando, como debe ser.
Una vez más, la fiesta del jueves noche tiene tintas de drama. Perderemos a otro gran concursante, ya sea expulsada Carolina o Antonio. Me parece más crítica la pérdida de este último, uno de los concursantes peor tratados por la opinión, de forma bastante injustificada en mi modesta opinión. En cualquier caso, saldremos perdiendo. Y Juan Miguel seguirá ahí dentro.
Tras la expulsión tendremos nominaciones en el ‘confe’, por suerte. Un vídeo mostrado en el Debate del pasado domingo con las intrigas posteriores a las nominaciones del jueves demostraba lo mucho que nos hemos perdido por hacerlas a la cara. Solo el concursante que gana la prueba de jefe de la casa podrá ver las nominaciones de todos sus compañeros y, con esa valiosa información, nominará el último. Esto es bien.
La suerte está echada… o no.