Comienzo los tradicionales daguerrotipos de los finalistas con Tom y Olga. En siguientes días de esta semana seguiré con los tres restantes en un orden aún no determinado. El orden elegido es producto de mi capricho y no indica prelación ni nada parecido. Como siempre recuerdo, tomo el nombre de “daguerrotipo” de una serie de artículos que firmaba el gran Manuel Vicent en el diario El País. Después de tantos años ya he descartado que se me pegue algo del talento de una pluma privilegiada como esa.
Digo que Tom Brusse representa el encanto de un truhan por no decir del típico sinvergüenza simpático que encandila a pesar de no ser capaz de simpatizar del todo con su manera de ser. Actúa de forma aparentemente relajada, sin preocuparse casi nada por las consecuencias de lo que hace, movido por impulsos y sin previa meditación. Pero esto es tan solo la apariencia. Es, en realidad, lo que quiere transmitir para ampliar casi hasta el infinito su área de movimiento. Con la excusa de esa irreflexión puede hacer lo que le apetece, lo cual se le va a disculpar masivamente por su carisma y simpatía.
Cuando Tom tomó a Alejandro como muñeco de pimpampum sospecho que no estaba haciendo algo sin pensar. Mucho menos cuando intensificaba la presión y ridiculizaba más a ese compañero coincidiendo con que estaban ambos nominados. Aunque no es esto lo único que me dio la pista de que Tom llevaba mucho más pensado su concurso de lo que pudiera parecer. Tampoco es casual que haya parecido lo contrario para muchos en la mayoría de las ocasiones. También eso estaba perfectamente premeditado. Como todos, ha ido ahí a ganar y para ello decidió jugar la baza de hacer pasar por travesura lo que era más bien un martilleo inmisericorde y muy malintencionado.
Hasta tal punto estuve bien pronto convencido de que nadie como Tom llevaba pensado cómo quería afrontar el concurso que desde el primer momento dudé de la historia de su ruptura con Sandra Pica. Sigo dudando si se trata de algo preparado de antemano por los dos o si fue Sandra su única muñidora. En cualquiera de los casos tengo claro que Tom se sumó con entusiasmo a algo que iba a provocar compasión en la audiencia. El pobre sinvergüenza recibía de su propia medicina. Si cabe, con mayor crueldad de la empleada por él nunca antes (que sepamos). No solo le dejaba su novia, sino que había un plus de humillación al hacerlo de manera pública, habiendo viajado casi 9 mil kilómetros para regodearse en darle la mala noticia.
Cuando lloraba desconsolado ante la noticia, dada primero por su otra expareja Melyssa, pensé inocentemente que no podía estar fingiendo el llanto. El día, más reciente, de la llamada telefónica en la que tuvo la confirmación definitiva de la ruptura, le costó llorar con lágrimas. Todo actor tiene días mejores y días peores. En el puente de las emociones me di cuenta de que es un actor pésimo, así que igual aquel primer llanto le salió convincente de pura casualidad. También en esa dinámica del puente exageró el drama para ser compadecido, pero es algo común en todos los concursantes. Supongo que es difícil sustraerse a la tentación de provocar la lágrima fácil en la audiencia.
Como buen truhan, a veces es todo un señor. Como dice la canción de Julio Iglesias “a veces soy cuerdo y a veces loco”, lo cual remata con algo que le va a Tom como anillo al dedo: “Me gustan las mujeres, me gusta el vino. Y si tengo que olvidarlas, bebo y olvido”. Aunque lo de “casi fiel en el amor” es demasiado amable para describir a Tom, según lo que hemos sabido. El gran enfado de Melyssa tras su puente de las emociones fue por haber vendido que fue infiel a Sandra con la propia Melyssa, cuando en realidad había estado jugando con las dos, convencidas de ser su pareja. Lo que hizo fue ser infiel con ambas, lo cual se me antoja como la peor de las opciones posibles.
Le tocó ser señor cuando se portó con Melyssa como alguien que aún no ha superado una relación. Me hace gracia cuando escucho que es Melyssa quien no lo ha superado, cuando yo lo veo justo al contrario. Cada vez que Tom ha vuelto a disculparse con Melyssa por lo sucedido entre ellos en el pasado, esta ha sido generosa y le ha respondido con cariño, lo cual no quita para que no dejase pasar la ocasión y le recordase que ahora es más feliz con su nueva pareja. Es aquello de “no hay mal que por bien no venga”, bien aplicado por Melyssa para que descarte Tom cualquier posibilidad de retomar la relación. Dice la frase popular que “gato escaldado del agua caliente huye”, y eso sería más o menos lo que está haciendo Melyssa en ocasiones como esta. Cada uno aprovecha lo que puede y quiere. En este caso Tom creo que quiere mantener viva cierta tensión sexual porque sabe que eso le puede otorgar una positiva cuota de protagonismo.
Tom es un veleta que igual le sigue el juego a una desquiciada Marta López, obsesionada con separarlo de Melyssa, que a última hora decide acercarse a Olga, con quien nunca tuvo una relación especialmente buena. Como buen diletante, sus afinidades con otros concursantes han sido siempre superficiales y esporádicas. Le pasó lo mismo con Gianmarco, en ocasiones gran amigo y otras veces apartado como un apestado. Es lo que pasa cuando alguien se mueve por puro interés, sin auténtica implicación emocional. Esto también es producto de su egocentrismo. Solo se tiene en cuenta a sí mismo, su única guía e inspiración. Los demás son un mal menor, pura molestia necesaria.
Con todo, esa construcción de su propio personaje de la que hablo me parece más de admirar que criticable. Tom me parece un justo finalista porque ha sabido conquistar a la audiencia, a pesar de todo. Dar la imagen de ser “algo bohemio y soñador” es un valor seguro en cualquier reality, otra cosa es ser capaz de mantener el personaje más de tres meses y en medio de unas condiciones de vida realmente duras. El sinvergüenza simpático se ha metido a buena parte de la audiencia en el bolsillo. También a muchos de sus compañeros. ¡Enhorabuena por ello, señor truhan!
No me resultó convincente que Olga Moreno pidiera desde el principio ser valorada como concursante y no por su historia personal o familiar, cuando luego resultó ser ella misma quien daba pábulo casi constante a ese aspecto sin relación alguna con el concurso. Para mi gusto habló demasiado y sin mucho cuidado de su vida fuera del concurso. Igualmente me hubiera parecido excesivo, pero sin resultarme tan chocante si en lugar de hablar de sus hijos demostrase respeto por la persona que puede sentirse justamente dañada por tal insensatez. No sé si es desprecio u olvido, pero tanto en un caso como en otro es algo que me hizo ver mal a esta concursante desde el principio. Cuando me preguntan qué tengo contra Olga me sorprende que no sea suficiente haber visto cómo habla de ciertos aspectos de su vida para imaginar de dónde viene mi falta de simpatía hacia el personaje.
No pude nunca valorar a Olga solo como concursante. Ella misma fue la única responsable de ello. Lo dije en la primera semana, por no llamar a engaño. Imposible desligar como espectador lo que ella misma ligó como concursante. No me pidan que me ocupe de algo que ella misma podría haber evitado. Si no llega a hablar de su vida solo me hubiera fijado en su concurso, que ha tenido luces y sombras. Aunque lo más destacado es que ni ella misma hubiera imaginado que iba a llegar tan lejos. Me atrevo a decir que ni siquiera imaginó ser una concursante considerada entre las mejores.
El indudable buen papel de Olga en algunas pruebas me tiene más sorprendido desde que Jorge Javier le preguntó si hacía deporte y respondió que ni siquiera ha pisado un gimnasio en su vida. ¡Madre mía! Nadie puede negar que haya sido una concursante fuerte física y mentalmente. Tampoco que haya sido currante y su aportación útil para el grupo. Todo esto la convierte en una buena superviviente, que ha terminado convenciéndome de su merecimiento como finalista. Pero una vez digerida la sorpresa, cuando baja el soufflé de la admiración, aparece la concursante que bordea lo permitido, ya sea en las pruebas como en la convivencia.
No puedo evitar entonces recordar sus trampas en prácticamente la totalidad de las pruebas, o sus robos de comida, los reconocidos y los enmascarados de otra cosa. Tan mal está quitar comida a un compañero que confeccionar una absurda coartada con la complicidad del robado. Olga cruzó todas las líneas rojas cuando le quitó la mitad de la crema de cacao a su amiga Melyssa, habiendo conseguido ella en la misma dinámica un frasco idéntico. La excusa del hambre no vale porque no es una situación que afecte solo a esta concursante. El hambre es para todos por igual, con independencia de la importancia que cada uno le de a ello.
No es comparable robar comida al programa que a un compañero, más cuando se trataba de uno de sus principales apoyos, por no decir el principal. De igual manera que no es lo mismo hacer trampa en una prueba cuando no está compitiendo con otros compañeros que cuando sí se está haciendo. El problema no es engañar al programa, lo cual debería ser casi una obligación, sino quitar con malas artes la oportunidad de ganar a otros. Tal vez explique esto que las relaciones personales de Olga fueran tan superficiales e interesadas como en el caso de Tom.
En lo relativo a las relaciones con sus compañeros no hace falta explicar que en algún caso había un conocimiento previo, personal o a través de su pareja. Otras alianzas resultaron también sorprendentes. De estar contra Melyssa, apoyando las maniobras que pretendían provocar en Tom desconfianza hacia su expareja, pasó a ser su gran amiga, como dije antes. El grupo lo completó Lara, con quien nunca tuvo auténtica confianza. Lo dejó bien claro con su repetida frase sobre tenerla de amiga mejor que de enemiga. No estaba expresando otra cosa que una desconfianza insondable hacia Lara.
Olga ha sido una concursante contradictoria que pecó de falta de coherencia en muchas ocasiones. Así me lo pareció cuando se mostraba dolida y contrariada porque hubieran grupos en las últimas semanas, cuando ella había formado parte mucho antes del grupo de las chicas. Junto a Melyssa y Lara no solo decidieron en algún momento repartirse solo entre ellas lo que pescaban. También les valió la asociación para nominar de forma coordinada, lo cual resultó exitoso al lograr sacar a la palestra a los chicos. Me pareció igualmente incoherente que se quejase de cara a la galería de las críticas y burlas hacia Alejandro por parte de Tom, cuando ella misma había participado de las mismas hasta unos días antes.
Con todo, Olga ha sido buena compañera la mayoría de las veces. Atenta con quien lo estaba pasando mal y sin importarle dedicarse en cuerpo y alma a cuidar de quien no dejaba de ser rival en el concurso. No creo que haya sido la gran protagonista de la edición, entre otras cosas porque estuvo en un discreto segundo plano durante muchas semanas al principio. Pero sí es cierto que se desquitó luego y terminó siendo una pieza fundamental en esta historia. El protagonismo está a veces entre las luces y las sombras. No todo vale para ser protagonista, pero es de agradecer su aportación para que tuviéramos contenido que comentar. Y he de decir que aportó mucho, sin escatimar riesgos nunca. Gracias por la valentía.
Al ver a Tom con miedo al pescar una morena pensé dos cosas. Primero que la de Lola era mucho más grande y no la vi mucho más atemorizada. Un poco sí, pero no más que Tom. Y lo otro es mi sensación de que cualquier cosa que hagan ya lo hizo antes la desterrada Lola. Cosas mías.
Esta noche hay Conexión Honduras, y mañana más.