Los habitantes de la casa no tienen término medio, o creen que son todos maravillosos o no salvan ni a uno. Más que casa de los secretos parece esto la casa de los extremos. Cristina dice el viernes por la noche que no está acostumbrada a estar en fiestas con gente como esta y Sofía afirma que no suele caerle bien todo el mundo, justo lo que le está pasando en esa casa. Ni una cosa ni la otra, ¿no? Tampoco arregla nada Emmy, la más extremista, que en el cubo reniega de todos sus compañeros, aunque luego es muy buena en el arte del disimulo. ¿No hay nadie moderado en la sala? Pues parece que no mucho.
Lo cierto es que la mayoría son de la aldea del Arce, o casa de la pradera. Es decir, ese tipo de concursante que pretende transmitir una imagen idílica de la convivencia en esa casa. El objetivo es básicamente subrayar el contraste entre la vida bucólica, placentera y pastoril que estos quieren ofrecer y el infierno que, a su juicio, proponen los demás. Quienes ponen en peligro semejante paraíso simplemente por cuestionar que sea lo mejor son puro bandidaje inconformista, morralla sin más. Esta es la principal razón por la que miran con malos ojos a Cristina y Miguel. Les molesta que se salgan del rebaño y confunden su queja sobre el aislamiento.
Personalmente no creo que Cristina y Miguel estén aislados ni mucho menos marginados por sus compañeros. Sencillamente son mirados como si fueran chusma porque rompen la paz amorosa de su mundo de mentira. Estos dos concursantes se quejan de una recurrente acusación de la mayoría sobre que se están aislando del resto. Sin embargo, esa mayoría contesta protestando porque digan que ellos les aíslan. Es un ejemplo claro de teléfono estropeado. No se quejan de que les estén aislando, sino de que protesten por su supuesto aislamiento. Quiero entender que ellos no creen aislarse del resto, al tiempo que reivindican su derecho a la disidencia.
No seguir a la borregada es lícito, sobre todo cuando es un grupo que quiere transmitir la falsa idea de una comunidad idílica donde todos, o casi todos, son gente benéfica y bienintencionada, cuyo objetivo vital es ser felices y hacer felices a los demás. El concurso es secundario en un mundo sin intereses económicos. Muy significativo me parece que Lucía considere a los Gemeliers “unos privilegiados fuera”, se supone que porque tienen una carrera musical, mientras que Emmy “ha venido a resolver su vida” porque se dedica a concursar en realities. Parece algo clasista, ¿no?
Estoy exagerando, pero mi descripción no llega a ser una caricatura. Lo vimos ayer con la discusión sobre la comida, un clásico en realities de encierro. No superaron la prueba de las bombas, que cayeron en el suelo más veces del límite que venía fijado en un sobre abierto durante el programa del domingo. Por tanto, en lugar de un kilo de comida por persona y día disponen de medio solamente. Ayer pretendían fijar criterios comunes antes de hacer la compra, pero la cosa derivó en animada discusión.
Pongo de ejemplo el intento de acuerdo sobre la compra y las comidas de la semana porque ya se vio que la mayoría optaba por el silencio. Muchas caras raras que hacían adivinar discrepancia y descontento, acompañadas de pocas palabras o ninguna. Isabel aparentaba verlo todo bien, pero no creo que pensase eso mismo. Y Lucía frenaba con esfuerzo su impulso inicial de participar dejando todo el desgaste para los gemelos cocineros. No discuto la buena intención a Jesús y Dani, pero en esta discusión faltaron al respecto a todos sus compañeros con argumentos del tipo “porque no me da la gana a mí”.
Los Gemeliers hacían uso de una autoridad no concedida para hacerse con el poder de decidir como se debe dosificar el consumo de comida. No admiten discusión sobre ello, lo cual es totalmente contrario al espíritu de la reunión mantenida ayer. ¿No era para ponerse de acuerdo? Entonces hay cosas intolerables, como que Dani argumente que no le da la gana. Es curioso que se pongan tan gallitos por algunas cosas, pero cuando los Gemeliers tienen esas actitudes solo se atreven a censurarlo Fiama y, un poco más discretamente, Miguel. Fiama me parece más bien chunga, pero ayer demostró personalidad saliéndose del rebaño. Por un momento pidió el exilio lejos del país de las maravillas.
No es ningún secreto que Jesús y Dani no soportan a Emmy, a pesar de lo cual proponían ayer incrementar el pedido de cereales, lo cual debió contentarla. Pero no fue fácil comprobarlo porque abandonó la reunión a su comienzo, como algunos otros. No participar de las reuniones es otro caso extremo, todavía más que asistir en silencio. Los ausentes estaban colaborando en que los Gemeliers se convirtieran en dueños de la casa, responsables de controlar lo que se puede comer o no a deshoras. Un golpe de mano que pudieron dar por dejadez de una mayoría temerosa de romper el estado idílico de las cosas. Aunque peor que apropiarse de un liderazgo no disputado me parecen las malas formas empleadas por los dos hermanos.
Si la discusión que tuvieron en la media tarde de ayer sobre la cocina sucediese un poco más adelante podría tener mayores consecuencias. Lo digo porque se puso en evidencia la enorme discrepancia entre una Lucía controladora (capaz de saber si Cristina se ha comido esta semana una loncha de jamón serrano o más) y una Isabel que dice preferir despreocuparse de lo que comen los demás. “Ya comeré jamón hasta hartarme cuando salga”, decía la periodista. Demasiado diferentes son las posturas de Lucía e Isabel como para no prever posibles problemas en el futuro entre dos concursantes aliadas por el momento.
Los Gemeliers pretenden acumular poder no solo haciéndose fuertes en la cocina, sino también consiguiendo más esferas que nadie. Cuando tuvieron opción de elegir el compañero del que conseguir una pista optaron por Julen porque en caso de adivinar su secreto se llevarían las dos esferas en su poder. A Miguel casi le hacen una llave de yudo el domingo para entrar primero al cubo y poder activar el pulsador. Y anoche tuvieron el careo con Julen, aunque tan claro lo tienen que apenas quisieron analizar su reacción antes de decidirse apresuradamente a volver a darle al pulsador. Pueden arrepentirse por ello y hacer que Julen sume su tercera bola. La pista del dibujo de un delfín parece demasiado obvia, especialmente siendo la primera. Mientras tanto, Julen dice estar convencido de que es Luca el del secreto del delfín y parece haber convencido a Fiama. ¿Maniobra de despiste?
Me da la impresión de que algunas pistas pueden ser engañosas y apuntar a un secreto diferente del real. Lo mismo pienso de los propios secretos, que en ciertos casos cuadran con la biografía de otro concursante diferente al que lo atesora. Es muy claro el caso de la relación con un futbolista del Real Madrid. Es sabido que Cristina ha tenido una relación con Borja Mayoral, pero su secreto no debe ser ese. Entre los últimos secretos conocidos en la casa está el que dice: “Quería ser monja y me han propuesto ser escort”. Pues bien, en este caso el equívoco se puede producir aquí fuera, ya que dentro de la casa nadie conocía a Emmy.
Buscando información sobre Emmy se puede encontrar que participó en un reality llamado ¡Al monasterio! (Ab ins Kloster!), que se desarrollaba (¡la casualidad!) en un monasterio de la Selva Negra. La problemática Emmy abandonó ese programa después de discutir con una monja y arrastrada por la tensión atacar a un operador de cámara (lo normal, vamos). También se puede ver después a Emmy en sus fotos de influencer (aunque niega serlo) rodeada de lujo en Phuket (Tailandia), paraíso para escorts. En realidad, creo que ese no es su secreto. Y aunque también me parezca demasiado obvia la pista de ‘Oliver Twist’ para haber vivido en un centro de menores abandonada por su madre, lo cierto es que esto cuadra mucho mejor con su historia personal.
Emmy está afrontando la misión de las ovejas con mucho entusiasmo porque no sabe que se le viene una de carne y hueso (recubierto de lana). Anoche le daban una de peluche, más grande que las dos anteriores, y decidía ocultarla dentro de su pantalón. Pero quitándoselo primero. Se le ocurrió decir que se había meado encima y por eso se había quitado el pantalón. Cuadraba esto con que un rato antes, mientras hacían los alegatos en negativo, la voz preguntaba: “¿Alguien tiene algo que decir?”. A lo que Emmy respondía: “Me meo mucho”. Se agradece que se haya tomado la misión en serio, pero dudo mucho que la supere. Esconder una oveja de verdad se me antoja misión imposible.
Ahora mismo la comidilla en la casa es el trío amoroso entre Luca, Cristina y Emmy. Muy resumido contaré las dos secuencias que han sido muy comentadas ayer. La primera fue descrita por Julen y habla de Luca acariciando el brazo de Cristina cuando desde la distancia Emmy lanza un beso al italiano y entonces Cristina aparta su mano bruscamente. Huele a celos. La segunda escena habla de Luca algo enfadado porque Cristina hubiera hecho un masaje a Jesús sentándose encima (la postura es importante), que se suma a otro masaje que Emmy hizo al propio Luca. El olor a celos se intensifica.
En esta historia de celos entrecruzados no solo hay ciertos intereses ajenos a los tres protagonistas. Por ejemplo, Lucía malmetiendo, los gemelos de correveidiles o Fiama riéndose de Cristina (y ganándose la reprimenda de Luca por ello). Me embriaga el aroma a celos por la mañana.
Me hablan algunos habituales lectores sobre el esfuerzo que deben hacer para identificar a ciertos concursantes en mis escritos. Que llame Miguel a Frigenti o José Antonio a Canales parece que les genera cierta confusión. Esto pasa por mantener en los realities de famosos mi costumbre de llamar a los concursantes por su nombre de pila, pero entiendo que en algunos casos no ayuda a la comprensión. Por tanto, acepto la moción y diré Frigenti o Miguel indistintamente. También digo que la cosa se complica más por los motes que han puesto en la casa que por prescindir de los apellidos. Al final habrá que hacer un ‘Diccionario secret story-castellano, castellano-secret story’ para poder seguir el relato. De momento aviso que Loli es Emmy y Can Yaman es Luca. Quedo a la espera de futuras actualizaciones.
Esta noche conoceremos la resolución de la apuesta de los Gemeliers sobre el secreto del delfín de Julen y veremos si Emmy logra esconder todas las ovejas y consigue una pista sobre el secreto de un compañero. Además, se salvarán dos de los nominados, quedando la expulsión en un duelo. Y, ojo, Edmundo hará su línea secreta de la vida. No sé si esto es una pista sobre quien puede ser expulsado mañana.
Ayer hubo alegatos en negativo. Es decir, cada nominado debía decir a quien prefiere ver fuera de la casa. Era previsible que Emmy sería la elegida de Miguel, Cristina y Edmundo. Por su parte, la alemana dudó entre Edmundo y Miguel, decantándose finalmente por este último.
Luca se acerca a la perfección, según Edmundo. Fue una confesión hecha por el humorista a Cristina y Miguel. Me pareció adivinar cierto gesto de pánico en ambos, posiblemente al pensar que se enfrentan a un duro rival.
Sandra le dijo ayer a Julen esa frase tan aterradora que dice: “Tenemos que hablar”. No le debió pillar por sorpresa porque desde que comenzó el encierro lo habrá dicho media docena de veces, mal contadas. El bucle forzado de estos dos me sigue pareciendo pura pantomima.
Le pregunta Jesús a Bigote si conoce a un artista llamado Marcel Marsón. La respuesta es negativa, lo cual entiendo cuando me doy cuenta de que se refiere a Marcel Marceau. Aunque, por lo que sea, Edmundo tampoco conoce al famoso mimo. Él es más de Cantinflas.
Al fin estrenaron el jacuzzi. ¡Empieza la tortura para mis oídos!