Carlos Lozano, pata negra auténtica

telecinco.es 12/04/2016 09:02

- Solo puede quedar uno, gato.

- Lo importante es quién vaya a ser ese uno.

- Pues sí.

Termino hoy los daguerrotipos de esta edición VIP con el de Carlos. A partir de aquí solo quedará esperar y ver. El jueves terminará una edición repleta de situaciones inéditas. Una de ellas es este final tenso y desagradable, que dista mucho de lo que suele ser un final de Gran Hermano. Si finalmente gana Laura, como parece que sucederá, también será la primera vez que las encuestas en masa ofrecen un resultado distinto del que arrojen finalmente los votos. En todos estos años, desde GH 3, siempre acertó la encuesta de la final.

En esta ocasión la encuesta de este blog lleva más de 600.000 votos, lo cual es ya de por sí un auténtico récord. Pues bien, podemos estar ante la primera ocasión que nuestra encuesta da como ganador a un concursante y finalmente gana otro. Parecidos resultados arrojan otras encuestas, aunque todas con muchos menos votos. Está claro que las encuestas pueden fallar o no y una encuesta de Internet no tiene validez científica. No obstante, sirve para marcar una tendencia, y en este caso la tendencia parecía clara hace cinco días. Laura tenía 17 puntos más que Carlos al finalizar la gala. Esta discrepancia en los datos no se dio nunca antes.

No me pregunten por qué esto de las encuestas porque no puedo saberlo. Ni siquiera tengo una teoría que pergeñar porque además nos estamos moviendo en el terreno de las hipótesis. Lo cierto es que puede llegar el jueves con casi todos convencidos de que ganará Carlos y sorprendernos el triunfo de Laura. Ella misma no se lo cree, y parece una duda más que razonable. Por tanto, puede que no solo fallen las encuestas sino también la intuición o el pálpito de la mayoría. Este gato resabiado no coincide con la mayoría, al menos en este caso.

Lo otro que destaco como diferente es esta recta final tensa, plagada de desplantes, impertinencias y mal rollo. No solo entre los dos concursantes finalistas, sino también con los ‘súper’. Ayer andaba Carlos colocando los muñequitos (en Guadalix siempre se ha llamado así a los concursantes, aunque en este caso es textual porque se trata de figuras planas a tamaño natural de cada concursante de la edición) en orden según un adjetivo mientras Laura miraba las musarañas. El ‘súper’ interrumpió la abstracción de Laura y le dijo: “Laura, como no tienes nada que hacer podrías bajar los estores”. Evitó hacer comentario, lo cual es significativo, se arrancó hacia los estores y mientras hacía lo indicado refunfuñaba: “Lo que hay que aguantar”.

El mal rollo que se respira llega a extremos insoportables, y no solo entre los dos finalistas, como digo. Llegados los últimos días, con pocos concursantes en la casa, nunca se han llevado tan mal. Lo habitual es que las discusiones sean sustituidas por la nostalgia, como alguna vez he dicho. A estas alturas suelen dejarse llevar por el recuerdo de lo vivido, y el filtro de la memoria hace que recuerden más lo bueno que lo malo. Tampoco lo estoy viendo así esta vez. Cada vez que recuerdan el pasado es para discutir, o bien como una queja. Se les ve incómodos todo el rato, con ganas de dejar de verse las caras y sin ninguna intención de darle tregua al mal rollo.

Esto que cuento provoca que ponga el mute demasiadas veces en el día. Han conseguido que me vaya desenganchando poco a poco. Me cuesta un triunfo verlo en lugar de estar viviendo con pasión y tristeza hasta el último día lo que pasa en esa casa. Nunca antes unos finalistas me habían hecho sentir mal durante tantos días. Jamás deseé que llegase pronto el final. El colofón de esta edición no solo está resultando demasiado largo y aburrido, con dos concursantes que duermen o permanecen en silencio casi todo el día. También está resultando insoportable. Y he de decir que Laura Matamoros es la principal responsable de esto. Con ese odio y amargura del que hablaba ayer está logrando amargarme el fin de fiesta.

Daguerrotipo de Carlos Lozano

Escuchemos atentamente lo que dicen muchos de sus compañeros de Carlos Lozano y sabremos a ciencia cierta cómo no es este concursante. Esto sucedió siempre que apareció un concursante pata negra, elegido entre los elegidos, uno de esos que marcan una época con su paso por esa casa. Muchos hemos esperado varios años hasta volver a ver uno de estos concursantes genuinos, capaces de crear afición y hacer que sigamos amando este programa.

Pase lo que pase este jueves, Carlos ocupará para siempre un lugar en mi lista de concursantes preferidos, el olimpo de los dioses de Gran Hermano. Una categoría reservada a los más grandes, que solo ocupan hasta ahora Pepe Herrero, Iván Madrazo y Pepe Flores. Desde el príncipe no había visto cosa igual. Si Carlos no se convierte en ganador será el primer pata negra que no lo haga. El premio ya se lo lleva, y no uno sino varios. Carlos tiene de premio el cariño de mucha gente, la admiración como el enorme concursante que ha sido. También es muy posible que vaya a tener otro premio en forma de trabajo para poder volver a su país.

El objetivo de Carlos está más que cumplido, por tanto. Él mismo lo ha contado, pero sospecho que poniendo un poco de sordina al que era su principal objetivo. Volver a trabajar en España era suficiente motivación para aceptar convertirse en concursante. Diría, por tanto, que estoy reclamando un premio que no es para Carlos sino para los sufridos seguidores de este programa. El premio es para nosotros esta vez. Somos los que más merecemos que se lleve el maletín Carlos.

Nunca me ha gustado hablar de lo que es o no justo en este programa. Creo que debemos dejar la justicia para cosas más importantes. Sí siento esta vez la sensación de que no está en juego solo un premio de un concurso de entretenimiento. Se trata de mucho más. Es una cuestión de principios, también está en juego la propia autonomía de este programa o su dependencia de determinados factores externos. Y, sobre todo, si no ganase Carlos estaríamos hablando de una transformación probablemente irreversible de este programa, que nunca premió lo que puede premiarse ahora.

El formato ha ido evolucionando, unas veces con más acierto que otras. Pero en este caso la evolución es por parte de la audiencia votante. Una audiencia que volvería la espalda al propio programa valorando factores ajenos al mismo. Se trata de evitar esto y Carlos está ahí en medio, sin saberlo. Quiero pensar que si esto fuera un Gran Hermano tradicional, no VIP, nunca se nos hubiera escapado un triunfo por aplastante y abrumadora mayoría para este concursante. Todavía confío en que no está todo perdido.

¿Qué ha tenido Carlos para ser capaz de enamorarnos como concursante? Para mí ha cumplido con todos los pasos clásicos. Los primeros días pensé que sería uno de esos muñequitos de pimpampum tan necesarios muchas veces. Un concursante del que nos íbamos a reír hasta cansarnos y entonces sería momento para expulsarle. Pero ese momento nunca llegó porque ya en los primeros días vimos que era capaz de enfrentarse a Rosa Benito y manejar los hilos de la casa con inusitada habilidad. Cabía esperar que le iba a costar plantar cara a ciertos personajes televisivos, pero no fue así.

Descubrimos entonces un concursante independiente, que había viajado tantos kilómetros sin ninguna mochila y al que nadie le iba a marcar el paso ni condicionaría su concurso. Recuerdo mi pasmo cuando le pidió a Alejandro que informase a Rosa Benito de su decisión de dejar de dormir a un lado de su cama y, por tanto, ella tenía que cambiar de cama. Desde ese día decidí no quitarle ojo al que fuera presentador de Operación Triunfo. Un presentador que nunca me pareció especialmente brillante, pero desde muy pronto observé que tenía un corazón inmenso y trataba a los concursantes con inigualable cariño.

Esos primeros días se empezó a forjar un concursante de leyenda. Pronto vino la “trampa para ratones”, episodio en el que lo más importante no fue para quién era la trampa (a eso se han agarrado Julius y Julián Contreras después) sino que fuese quien fuese podría haber quedado enjuiciado y sentenciado por tener un problema serio como la alcoholemia. El daño realizado podría haber sido inmenso. Aunque en realidad es completamente ridículo que tomar un culo de ginebra pudieran considerarlo síntoma de ser alcohólico. Carlos esa noche se ganó el respeto de una audiencia que no podía aprobar las trampas, ni para ratones ni para seres humanos que viven expuestos al juicio popular y pueden verse cuestionados por juegos sucios como los del chef y su compinche. Pero la gran noche de Carlos vendría algo después. Habían transcurrido poco más de veinte días de concurso y a este gato Carlos se le apareció de repente.

Era el día 27 de enero. Carlos había mantenido una cansina discusión con Raquel Bollo en la que esta concursante parecía reclamar algo de protagonismo a su costa. Se quedaba luego en el cuarto de baño con algunos de los que eran afines entonces, y estallaba con gracia y brillantez. Así lo recogí al día siguiente:

“Decía Carlos: ‘Si la gente quiere echarme pues que me echen de aquí. Esto es retraso en mi vida y mental. Porque esto es un retraso mental. Que se queden en la casa de la pradera en la que viven, donde todo es maravilloso. Pero si quieren que me quede, me quedaré. Y entonces voy a por todas. Iré a por todos estos pelotas y correveidiles. Van a tener guerra. Intentaré sacarlos uno a uno de aquí’. Cuánto me recordó Carlos anoche al príncipe, mi querido Pepe Flores. Llevaba tres años esperando el momento de encontrar en esa casa un concursante con raza y gracia. Un auténtico pata negra, como digo. Pues bien, con emoción lo vi aparecer anoche de repente. Para romperse las manos aplaudiendo. La distancia entre concursantes con pedigrí, como Carlos o Lucía, y casi todos los demás es abismal. Anoche fue la gran noche de Carlos. No nos puede decepcionar ahora que ha pasado a formar parte del exclusivo club de los elegidos, y no quiero que salga de ahí. Necesitamos concursantes como él”.

Han pasado dos meses y medio de esto que reproduzco en el párrafo anterior. Puedo asegurar que sigo pensando lo mismo. El mejor Carlos había tardado poco en salir y ya no se ocultó nunca más. Muchos de sus compañeros iban ocupando la fila cero de los reventados en plató y construyendo una imagen de este concursante que nada tiene que ver con la realidad. Ni una sola vez he visto rectificar a esos concursantes después de haber dicho cosas como que Carlos no se había emocionado nunca, cuando los que seguimos fielmente el directo todas las horas posibles del día y de la noche sabemos que no es cierto y hemos visto aflorar las lágrimas a sus ojos en varias ocasiones. Son los mismos que ahora se burlarán de que se emocione al sacar de una caja un peluche rosa regalo de su hija.

A esa grada de reventados habrá que agradecer la categoría de leyenda que pronto alcanzó Carlos Lozano. No habría sido posible sin su ayuda. Lejos del concursante que pintaban sus enemigos, Carlos ha demostrado ser un espíritu libre, nada rencoroso y que ha hecho mucho más por la convivencia que la gran mayoría. Capaz de discutir hoy por la noche con alguien y tener palabras cariñosas para esa misma persona a la mañana siguiente. La relación con sus compañeros se corresponde mucho con el nombre y espíritu de este programa. ¿Quién no ha discutido a muerte con un hermano para horas más tarde estar bromeando juntos?

No se trata de glosar los valores positivos de la personalidad de Carlos como si esto fuera una hagiografía. En definitiva, no se trata tanto de valorar buenas personas como de apreciar los que son buenos concursantes. Y Carlos Lozano ha sido de los mejores. Si hay que medirlo por los contenidos generados por cada uno de ellos, nadie le supera. Mientras Laura languidecía echando de menos un Javier Tudela al que ridiculizar (y masacrar mañana, tarde y noche), Carlos se echaba el programa a sus espaldas y cargaba con todo su peso. De no haber sido por él esta edición habría sido menos que nada. Carlos resolvió la papeleta. Solo por eso lo merece todo.

El aguante de Carlos ha sido proverbial. Soportó todo tipo de provocaciones y embustes sobre su persona. De no haber sido por su fortaleza mental difícilmente habría superado que le pintasen como un fracasado que debe volverse a “su país”, o sea, a Perú. Si hacemos caso de algunos de sus compañeros estaría ahora escribiendo sobre un maltratador, agresivo y medio alcohólico. También de un viejo verde que ha manejado a su antojo a concursantes afines como Alejandro Nieto o Javier Tudela. Nada que ver con la realidad. Por suerte, hemos sabido ver la realidad. Y la realidad es que Carlos ha sido un concursante atractivo, divertido e inteligente. Un concursante que no se ha rendido nunca y ha mantenido de principio a fin su vitola de elegido. Un pata negra de los que hay pocos.

Moleskine del gato

Lo dicho, visto lo visto casi tenemos que contentarnos con que llegue solo uno hasta el maletín, pero vivos queden los dos. Que esto es Gran Hermano, no ‘Los juegos del hambre’.

Dejo cartelera, con Carlos en ‘The body’.

[Montaje por Montse Juanilla]