Todos los concursantes pudieron escuchar un mensaje de sus familiares o amigos el pasado domingo. Algunos aprovecharon para deslizar algún consejo que pudiera ayudar al concursante. El mensaje de Ángel era de una sobrina y le dijo que debía empezar a jugar. Incluso mencionó ‘Los juegos del hambre’, trilogía de la escritora Suzanne Collins llevada exitosamente al cine y que se desarrolla en la nación postapocalíptica de Panem. Si te gusta Gran Hermano es fácil que te guste esa obra. Ángel salió del ‘confe’ convencido de que debía empezar a jugar. Hasta ahí todo correcto. La cosa es que igual se puso un tanto apocalíptico o postapocalíptico. No sé bien lo que entiende Ángel por empezar a jugar, pero diría que no le salió muy bien.
Llámenme tiquismiquis, pero no puedo evitar poner reparos al concepto del juego de Ángel. Eso sí, ni un solo pero al espectáculo que nos brindó ayer por la mañana. Ya había apuntado maneras el domingo por la noche. Ni había terminado el Debate y ya estaba montando gresca como solo él sabe. Los arrebatos de Ángel combinan lo apocalíptico con el humor, resultando un género hasta ahora inédito. Desde Mayte Galdeano no me había reído tanto con el enfado de un concursante de Gran Hermano. Pero me atrevo a decir que lo de aquella era totalmente espontáneo, mientras que con Ángel estamos ante la actuación de un cómico.
Ayer Ángel fue más Garó que nunca. Entendió que debía empezar a jugar y lo hizo a su manera: dando espectáculo. La suya fue una actuación impecable desde el punto de vista del show business. Como espectador, permanecí al borde del vahído, como paralizado, sin poder apenas pestañear. Prometo que hubiera pagado por poder presenciar esa escena. Tony, como jefe de la casa, había convocado a todos a una reunión para el reparto de tareas previo a hacer la compra semanal. El objetivo era, en realidad, volver a poner a Ángel en la cocina, lo cual sometieron a votación. La cosa estuvo muy igualada, pero salió que sí.
Ángel había afirmado el domingo que no volvería a la cocina si había un solo compañero que no estuviera de acuerdo. Se la envainó ayer, porque a punto estuvo de ni siquiera ganar la votación. Quería unanimidad, pero hubo de conformarse con una exigua mayoría. La cosa no empezaba bien, mucho menos porque él quería que Tony le acompañase como ayudante e hiciera el pan, pero varios propusieron que el pan lo hiciera Asraf, que les gusta más como le sale. Le mentaron la bicha y se revolvió. Tenía suficientes motivos para empezar a jugar, o más bien para seguir lo que había comenzado la noche anterior.
No me invento nada. El domingo Ángel llamaba “mamarracha” a Miriam mientras salía al jardín y justo después decía “pues ya estoy jugando”, como respondiendo al mensaje que había podido escuchar minutos antes. Ya digo que no sé bien lo que entiende Ángel por empezar a jugar, pero viendo su arrebato de ayer lo tengo algo más claro. Confunde el juego con el espectáculo. Tal vez no sepa jugar de otro modo, pero el problema es que esto no le beneficia. Me temo que solo a una parte de la audiencia nos emociona ver al Ángel que esperábamos. Aunque hayamos tenido que esperar mes y medio, ha merecido la pena. Hemos conocido en la casa un Ángel contenido, que intentaba aprovechar esta experiencia para lavar su imagen de alguna manera. No era lo que esperábamos de él. Pero así sí. Este otro Ángel histriónico sí me convence. El del humor apocalíptico, capaz de producir un torrente de sensaciones al mismo tiempo. El que ayer me hacía temer, odiar, reír y disfrutar. Todo junto. Hay que ser un gran comediante, un enorme bufo, para provocar llanto y risa a la vez. Y lo de Ángel por ahí le anduvo.
Tal vez le esté poniendo demasiada épica a la cosa, pero es que me pareció realmente épico y así quiero transmitirlo. El espectáculo fue de primera categoría y tuvo algún momento auténticamente delirante, como cuando Ángel se quejaba de las canciones de Miriam ante lo cual el Koala empezaba a cantar y luego a corear “queremos potaje, queremos potaje”. El resto se unían al Koala y eso parecía el camarote de los hermanos Marx. Es decir, comedia del absurdo. “Conmigo habéis comido como en un restaurante, y a partir de ahora voy a gritar, porque es mi forma, gritar”, decía Ángel mezclando el culo con las témporas. Y seguía: “Me han mandado a la cocina mis amigos, y no me van a quitar cuatro personas que no quieren”. Ahí comenzaba la representación. El telón se había levantado.
Asraf reclamó humildad a Ángel y ahí empezaba la parte más movida del show, por así decirlo. “Que no sabes ni quién es el presidente de los Estados Unidos”, respondía Ángel. Si nos detenemos en los detalles es cierto que no tiene nada que ver la humildad reclamada con la incultura de Asraf. Pero no es ninguna mentira, porque este preguntó la primera noche quién era Obama. “Voy a cocinar para mis amigos, pero no quiero personas indeseables que me ofendan en la cocina”, seguía Ángel, ya en bucle. Un bucle retrospectivo, porque en ese momento tiró de sus recuerdos sacando cosas como lo de Techi. Fíjate, Techi a estas alturas. “Delataste a una mujer por pedirte un beso”, decía Ángel y Asraf sonreía.
Asraf disfrutaba del espectáculo, lo cual se puede interpretar como una especie de provocación, pero ¿es que acaso había alguien que no estuviera disfrutando? Eso sí, nada irrita más que estar muy alterado con alguien y ver a este sonriendo tranquilo. Eso pasó ayer entre estos dos, aunque el rifirrafe tuvo un momento con más terror que en cualquier gala de Halloween (como la que viviremos en un par de días). Sin que Miriam hubiera intervenido para nada, Ángel arremetía contra ella por sus canciones y terminaba mandándola a Perú, como hizo la noche anterior. Luego intercambiaba impresiones con Asraf de manera peculiar. “–¡Baboso! –¡Racista!”. Una equis en la quiniela.
“Racista no me digas más”, reaccionaba Ángel. Luego se acercaba más de lo aconsejable y venía el momento de mayor tensión. Creo que esa fue la única vez en que Ángel perdió realmente el control. Ahí sí se dejó llevar por su enfado, porque el resto había sido demasiado forzado y premeditado. Suso apartaba con buen tino a Ángel mientras este gritaba “¡sinvergüenza!”. La cosa se había puesto fea. Se retiraba pidiendo que no le llamasen nunca más racista con estas bonitas palabras hacia Asraf: “¡Qué pena de tu estirpe y de tu raza!”. Igual no era el comentario más acertado cuando estaba protestando de que le hubiese llamado racista.
Por suerte, la cosa no pasó a mayores. Antes de ese tenso momento habíamos asistido a un diálogo imperdible entre un principiante Asraf y un Ángel inmenso devolviendo las pelotas desde el fondo de la pista. O sea, como Federer, pero más gracioso. “–Se te pone el ojo pipa. –Se me pone la polla bizca. –Péinate. –Ya quisieras tener mi pelo, que tienes la cabeza como una olla de caracoles. –Se te caen los pantalones. –A mí sí, de lo que me pesan los huevos”. Y así.
Como era de esperar, la cadena de la ofensa funcionó a la perfección después de esto que acabo de contar y esa moderna inquisición refugiada en Twitter pedía la intervención de los GEOS de la moral. Si por algunos fuera se acabaría este formato. A cada cosa que pasa se reclama una intervención que se me antoja casi siempre perjudicial. Después de ver lo de ayer cada uno debe sacar sus propias conclusiones. Estoy seguro de que habrá gran consenso en que mandar a un inmigrante a su país es incorrecto y no se debería repetir. También en que llamar a alguien “racista” es ponerle una losa demasiado pesada encima.
No soy nadie para decir lo que ha de hacer el programa, pero personalmente daría la oportunidad a ambos de disculparse y les exigiría mayor respeto. Hay líneas rojas que no deben traspasarse nunca, y ante las cuales debemos mostrar tolerancia cero. Pero de ahí a pedir expulsión disciplinaria por la mayor chorrada hay un trecho. Entendí las razones, pero no estuve de acuerdo con la expulsión de Argi (GH 14). Esa noche me costó escribir más que nunca porque necesitaba dar mi opinión con gran precisión, y logré hacerlo. Lo escrito entonces sigue valiendo perfectamente para hoy. No quiero otro caso Argi. Ayer Ángel se equivocó en algunas cosas, igual que Asraf. Pero también hay que decir que fue la gran discusión de esta edición. Y un espectáculo francamente entretenido.
No olvidemos que este es un programa de entretenimiento cuya materia prima son seres humanos encerrados que cometen errores. Igual que los cometemos todos. Si no se equivocasen y fueran todos perfectos esto sería un rollo inmenso. En el improbable caso de que alguien quiera eso de verdad se ha equivocado de formato. Aquí no va a encontrar lo que busca. Para mí tengo que hay mucha hipocresía en todo esto. Pero debemos acostumbrarnos. La cadena de la ofensa no se rompe nunca. Es como la energía: no se destruye, se transforma. Habrá que vivir con ello.
A la escena relatada le siguió la compra semanal. Mientras tanto, este gato cronista iba intentando sacar algunas conclusiones. Por ejemplo, esta ha sido la primera compra entretenida en la historia de este programa. Por lo menos escuché cinco veces a Ángel decir que pidieran 2 kilos de carne picada. Otra: Suso diciendo que a Ángel le pierden las formas es un “le dijo la sartén al cazo” de libro. Y una más: creo que solamente Verdeliss permaneció callada y casi inmóvil durante toda la representación de Ángel Garó, el artista llenateatros. Si esto hubiera pasado en prime time otro gallo hubiera cantado. Ella en horario matinal ni se esfuerza ni se molesta. Aunque con lo de la leche fue justo al contrario. Ya sabemos que fueron Ángel y Makoke los que se pusieron parte de su leche, y esta noche veremos las imágenes. Por la mañana Verdeliss se quejaba amargamente, pero luego reprochaba a Miriam y al Koala que hablasen de eso por la noche. No entiendo por qué razón piensa que como la leche es suya solamente ella puede hablar del tema.
Anoche Makoke conoció la respuesta de la audiencia a la pregunta que hizo el domingo. Sonrió al enterarse de que a un 85 % de la audiencia no le está gustando su juego. Y sospecho que no dijo la verdad sobre que se esperaba ese resultado. Al menos un instante antes de que el ‘súper’ diera el resultado, justo cuando decía “85 %”, Makoke se llevaba las manos a la cara emocionada. Apuesto que en ese momento sí albergaba la esperanza de una buena respuesta.
Makoke es la Lopetegui de Gran Hermano VIP, un fichaje caro e inservible. Además, no nos gusta su juego, cosa que ella ya sabe. Solo queda rematar la analogía con su despido, expulsión en este caso. No creo que le valga de mucho esta información. Su objetivo no es hacer un buen concurso sino durar el mayor tiempo posible y así hacer más caja. Igual que sus buenos consejos no le servirán a Mónica. Ayer intentaba convencerla de que aflojase sus obsesivas críticas a Miriam. Ni lo intentará. Y si lo intenta no le va a salir.
Moleskine del gato
Traigo varios “por ciertos” hoy. Vimos en el Debate imágenes que mostraban cómo el grupo mayoritario pactaba las nominaciones mientras afirmaba con convicción que no son un grupo. Curioso, ¿no?
Otra cosa que llevo días deseando comentar es la tendencia que tienen algunos concursantes en todas las ediciones a inventar cosas en contra de sus enemigos. A Miriam la han criticado por casi todo, pero lo más surrealista es que ahora hablen de su olor de pies. Es siempre lo mismo y me hace recordar al cubano Dayron (GH 7). De Miriam comentan que parece “indígena” y a Dayron le llamaban el niño de la selva. De ella les molesta el olor de sus pies y de él su olor entero. Recuerdo a Mercedes Milá comentando lo bien que olía Dayron nada más entrar en plató tras su expulsión. Pues eso.
Decía de Verdeliss su marido este domingo que había sido la primera en defender a Miriam señalando que no le toleraban a ella lo mismo que al resto. Esto es tan cierto como que en la primera nominación Verdeliss tuvo por decisión de la audiencia el poder de otorgar tres puntos extra en sus nominaciones. ¿Recuerda el lector a quién se los dio? Sí, a Miriam. Eran 3 puntazos extra que sumados a los 2 que ya le había dado en sus nominaciones normales sumaban 5 puntos. Más de los que ha dado hasta ahora el Koala a Miriam, que son exactamente cero.
Y lo último. Esta noche se salva el menos votado. Crucemos los dedos.