Reunir a los finalistas de la edición es una buena idea porque permite que evite comentar el debate final con todos los concursantes que presentará Sobera el jueves. Que ya digo yo, dudo mucho que vayan a estar todos. A Chimo no le veíamos hace eones hasta que apareció en la final. Todavía no se sabe si fue convocado o apareció de repente. ¡Hu-ha! En el que menos confianza tengo es en Bigote. Apuesto cinco contra uno a que no aparece el jueves. Otros sí aparecerán, aunque estando más tiempo en el concurso no lograsen mucho más protagonismo. Por supuesto que veré ese debate, pero sin hacerme sangre. Pensar en volver a comentar el 'pavismo' de Adara o lo reventado que está Frigenti (cuyo ego llega más allá de la cima del Himalaya) me amargaría mis días de descanso (pónganle todas las comillas posibles).
Por suerte, en el programa de anoche solo hubo una voz discordante por molesta, la de María Jesús Ruiz. Una estrella mundial desde los 22 años, como todo el mundo sabe. Ella es un híbrido entre Oprah Winfrey y Jeannette Rodríguez (pena que fuera Roddrígguez), versión mejorada. También digo una cosa, si montamos el programa eliminando sus intervenciones (esté o no en imagen) se queda la cosa más corta que la respuesta de Adara a una pregunta, de esas que aparentan ser el preámbulo, pero a ella le ha costado media vida. Ya podían los demás colaboradores aprender de la estrella mundial e interrumpir todo el rato como ella. Sería igual de molesto, pero un poco más variado. Y más plural.
Confieso que he estado dudando entre titular con lo de la pareja formada por el ganador y la segunda clasificada del reality, o bien destacando la admirable habilidad de Jesús para ocultar durante casi cuatro meses que es un maleducado. Advierto que no diré nada en este escrito que sea ni una milésima de lo ofensivo que me parecieron todas y cada una de las intervenciones de María Jesús Ruiz, estrella mundial y niña prodigio por descubrir. Solo digo que Jesús no mostró tener educación, contrario a lo que habría afirmado sin matices hasta anoche. A Kiko Jiménez le dijo que su opinión le importaba una mierda, y luego le soltó a Caparrós que no se ha enterado de nada.
Kiko y Caparrós han sido concursantes de reality en la misma casa habitada por los Gemeliers las últimas semanas. No por eso merecen más respeto, pero igual son voces mínimamente autorizadas. Que un Gemelier me dijera a mí que le importa una mierda mi opinión tendría un pase porque yo solo llevo 19 años comentando realities (en abril haré dos décadas). Pero los contertulios de anoche han vivido casi todos una aventura parecida. Por supuesto, solo María Jesús Ruiz ha sido ganadora, por eso es estrella mundial. Pasando por alto las ofensas, lo cierto es que Caparrós se enteró perfectamente de que Jesús es falso confeso porque él mismo contó que abrazado a Cristina le había dicho que la quería mucho, cuando resulta que ni mucho, ni poco. Más bien ‘Nada de na’, como la canción de Café Quijano.
La opinión de Kiko Jiménez es respetable y no merece la respuesta desairada del gemelo, aunque he de decir que no la comparto. No se ajusta del todo a la realidad que los Gemeliers hayan querido llevarse bien con todos y no hayan sacado su carácter en la casa de los secretos. Más bien lo han sacado de forma selectiva, solo contra algunos compañeros en concreto. Fueron el azote de Emmy en un principio, y luego se les llenó la boca llamando “sucia” a Adara, y no se referían precisamente a su estrategia en el juego. Adara no es santa de mi devoción, pero si soy sincero no me puedo creer que sea como ellos la pusieron. Y aunque así fuera (estoy seguro de que no) hay cosas que no se dicen.
Que los Gemeliers digan las burradas que han dicho a algunas compañeras es tan feo y les describe tanto como cuando otro concursante le dice a Cristina, recién salida de un prolongado encierro de casi cuatro meses, que no la quiere nadie. Aparte de una mentira disparatada que negaba el propio hecho de que saliera siendo ganadora o segunda clasificada en el concurso, me parece de una crueldad impropia en personas de bien. Los Gemeliers han elegido de manera aparentemente minuciosa con quién querían enfrentarse, y casi siempre perdieron la razón en forma y fondo.
Por tanto, no han ocultado sus antipatías los Gemeliers, y concretamente Jesús (el lobo con piel de cordero más peligroso que su hermano lobo con piel de lobo). Diría incluso que se han cebado con ellas. Eso sí, demostrando ser buenos concursantes midieron muy bien el momento para cada cosa. Contra Cristina, en concreto, arremetieron cuando era su rival para ganar el concurso, y no antes. No sabían que a ellos solo les estaba votando un escaso 4 por ciento de la audiencia votante y Cristina no estaba tan lejos de poder ser la ganadora. De saberlo tal vez no hubieran arriesgado tanto como para confesar su falsedad con esa compañera. Pero insisto en que me han parecido grandes concursantes, que han controlado muy bien en todo momento dónde debían estar o con quién. Y si uno se salía de la rodada el otro lo encarrilaba enseguida.
Eso que dicen de sí mismos Jesús y Dani sobre que no tienen maldad me sonó a cuento chino desde la primera semana. Y no me hizo falta esperar a la confesión de Jesús sobre su engaño a Cristina para saber que un poco falsos sí que son. Ahora bien, el lado maleducado mostrado anoche jamás lo hubiera esperado. En la casa me parecieron unos liantes de cuidado muchas veces, pero casi siempre con educación. Está claro que excusé erróneamente algunas de las feas cosas que les dijeron a Emmy o a Adara pensando que eran fruto del enfado y la presión del momento. Pero anoche estaban todos tranquilos, bien comidos y bien dormidos. Llevan cuatro días sin estar encerrados y se notaba en las caras la felicidad. ¿De verdad hacía falta responder así a dos colaboradores del programa?
Es una pena lo de los Gemeliers porque no me molestó verles de nuevo. Al resto de finalistas tenía incluso ganas de ver esas caras descansadas y felices de las que hablaba antes. Igual que en los 105 de encierro, Luis Rollán no defraudó aportando alegría y buen rollo. Llegó a llamar por teléfono a su amante el presentador, pero este no se lo cogió. A mí me hubiera molestado lo de “amante”. Creo que hay maneras mejores de expresarlo. Pero no será por eso que no cogió la llamada en directo. Es más, contó que estuvo en Madrid el jueves esperando su salida. Y también vino el día del estreno y fue la última cara que vio Luis antes de salir hacia la casa de los secretos. Eso es ser algo más que un amante.
Jordi preguntó a Luca y Cristina si habían comido sushi el jueves y ella contestó que no. Me faltó saber si estaba pillando la metáfora que ellos mismos crearon o realmente dejaron para ayer mismo su primer sushi. Puede ser, porque Cristina contó que durmieron juntos el jueves para separarse después viernes y sábado. Hicieron entonces un yo a Lleida y tú a Bolonia, para juntarse otra vez el domingo. ¡Y a comer sushi! Ni dieron detalles ni me interesan, pero sí contó Cristina que en algún momento tuvo la sensación de que les estuvieron grabando. Como no fuera para un anuncio de sushi a domicilio, o algo así. Advierto que me puedo equivocar en los días porque tampoco le presté demasiada atención. Eso sí, parece que a Cristina le gustó la calidad del sushi, lo cual sin ser de interés tiene algo de miga, además me alegro de que lo contase. Digo que me alegro porque imagino sufriendo a muchos agoreros que ayer mismo daban por muerta la pareja basándose en el texto con el que Luca acompañó una foto de Instagram. El rigor informativo de algunos medios les convierte en panfletos ridículos que cuando no son la risión merecen repudio tan solo.
La mala noticia para muchos es que Luca y Cristina siguen juntos. De momento, pensarán. Pues sí, de momento. No tengo ninguna expectativa porque me da completamente igual lo que hagan a partir de ahora. Como han sido dos concursantes que han contribuido mucho en hacer fácil mi trabajo de estos meses les deseo lo mejor. De hecho, no solo me han facilitado el trabajo, también confieso que me lo han hecho especialmente grato. En muchos momentos lo he pasado francamente bien gracias a ellos. En otros lo pasé realmente mal, pero no ha sido casi nunca su culpa. La de Luca un poco, pero solo durante cinco días aciagos que prefiero no recordar.
Volver a recordar si Luca fue un poco ‘catacaldos’ durante las primeras semanas tampoco lleva a nada. Puede ser que fuera así, pero en cuanto Emmy dejó claro que ella no quería hacer amigos, solo encontrar pareja, Luca se olvidó un poco de que es italiano y la dejó de lado. Más claro no pudo ser, aunque fuera un poco tarde. El resto de la gala tuvo el mismo denominador común que la mayor parte del concurso: si Cristina es en sí misma un compendio de todos los males que aquejan a la humanidad o una tía normal. Como tía normal entendamos que alguien como tú y como yo, que tiene sus momentos de soberbia y algunas trazas de altivez, mientras el resto del tiempo es tratable, por no decir una compañía muy agradable.
Que la llamen prepotente, altiva y egocéntrica algunos compañeros parece un chiste sin gracia, como los de David Suárez. Aunque si alguno me parece delictivo no va a ser de este cómico, sino más bien de concursantes y colaboradores que han convertido a Cristina en la ganadora moral de la edición. Sobre ella volvió a gravitar el programa de anoche, mucho más que en torno al ganador. Estoy de acuerdo en que a Cristina la hicieron ganadora antes de serlo quienes tanto la han criticado y con tan pocos argumentos. No tengo tan claro que la haya beneficiado alguno de los bulos que han circulado y se han encargado de difundir exconcursantes de manera directa o por medio de alguien de su familia, a la sazón colaboradora del programa. Quien con niños se acuesta meado se levanta. O sea. Esos bulos no por ser absurdos e infantiles dejan de perjudicar siempre y pueden retraer el voto de la audiencia más predispuesta a dejarse engañar.
En definitiva, el programa de anoche fue una agradable guinda a la edición. Los premios cubo de oro son una tradición heredada y adaptada de otro reality hermano y una manera más de poner humor y quitarle hierro al asunto. Ojalá en la próxima (muy próxima) edición haya más humor. Aunque no me quejo porque hemos tenido más o menos de los tres ingredientes clásicos en la dramaturgia griega, que son a la vez pilares básicos de este formato. Hubo conflicto (en demasía), amor (mucho) y humor (bastante). El balance no es malo en absoluto.
Y aquí pongo punto final a esta primera edición de Secret Story. Cuando me propusieron que en este rincón felino entrase un reality tan nuevo como conocido no dudé en decir que sí. La única duda, en ese caso, fue que pudiera tener futuras ediciones. Si entonces me dicen que iría otra de seguido no hubiera dado crédito, pero si me aseguran que sería con concursantes anónimos una carcajada habría sido toda mi respuesta. El formato original de Secret Story es el que comenzará en unos días. La edición con celebrities que acabó el jueves fue una primicia mundial, lo cual la pone en valor. Con todo, que de la mano de este formato vuelva por fin la fórmula de reality con concursantes desconocidos me produce una inmensa satisfacción. Por eso, no tuve duda otra vez en decir que sí y cuando esté a punto de comenzar volveré a abrir esta gatera.
Por mi parte cierro aquí este primer Secret Story. Si tuviera que hacer un escuetísimo resumen sería que me lo he pasado tan bien como siempre. El jueves habrá un debate con todos los concursantes. Como empecé diciendo, lo veré, pero no haré más comentario en esta edición. Lo que he tenido que decir ya está dicho. Feliz 2022 a todos.