Por la boca muere el pez, y el concursante de Gran Hermano también. En un tuit para Carolina se hacía referencia a una broma que hicieron en un principio ella e Ylenia, habiéndolo repetido luego otros habitantes de la casa en esta edición. El texto del tuit decía así: “Para Carolina: ¿tienes algún problema de estómago? Se te ve siempre con náuseas, sobre todo cuando pasa María Jesús. ¿Será alguna enfermedad que te ha contagiado Antonio?”. Se refiere a la manera cómica de expresar desagrado entre dos personas, una haciendo que coge un cubo porque le viene el vómito mientras la otra le sujeta la cabeza. Tan solo comedia.
Después de que Carolina explicase que se trataba de una broma, María Jesús afirmó categóricamente que ella nunca lo ha hecho ni lo volverá a hacer. Ya en serio, lo que respondió a la oportuna pregunta de Jordi González sobre si ha hecho alguna vez lo del cubo de Carolina fue esto que sigue: “¿Que si yo lo he hecho? ¡Jamás! Ni lo haría. Nunca. Porque me parece eso una falta de respeto a un compañero bochornosa”. Carolina volvió a aclarar que era simplemente una broma que han hecho varias personas en la casa. Es más, durante su fiesta de cumpleaños lo hicieron ella e Irene, ejemplo de corrección. Pero María Jesús seguía intentando sacar rédito de esta estupidez: “Pues a mí no me hace ninguna gracia. ¿Que te lo hagan a ti a ver qué tal te sienta?”.
Pues bien, durante los cuatro días que estuvo de vuelta en la casa Candela como candidata a la repesca y en una conversación que tuvo con María Jesús en el jardín, esta concursante hizo lo del cubo y el vómito. Hablaban, ¿cómo no?, de Antonio, momento en el que María Jesús definía lo de ambas con ese concursante como “una atracción física, y punto”. Candela respondía que ya ni siquiera eso tiene. “Es que… vamos… ¿yo?” balbucía María Jesús y era entonces cuando hacía el gesto de vomitar. “El cubo, el cubo”, decía Candela. “Agárrame la frente”, remataba María Jesús mientras ella misma se cogía con la mano y volvía a hacer el gesto de vomitar.
Esta anécdota resume a la perfección el concurso de María Jesús, basado en la mentira. Que un concursante base su concurso en mentiras tiene un pase, que desde aquí fuera lo jaleemos y le sigamos el juego se me antoja como algo más bien triste. En nuestro rol de observadores tenemos la obligación de decir la verdad. “Será tu verdad”, me dicen con frecuencia. Claro, mi verdad es contraria a aceptar que María Jesús nunca hizo el gesto del vómito y el cubo; mi verdad es no ocultar lo que pasó y demuestra la mentira de lo dicho; mi verdad es relatar que aunque hizo el gesto ahora afirma que eso no pasó ni pasará nunca, mintiendo y otorgando categoría de gravedad a una simple broma.
Lo peor de María Jesús es que sea tan previsible. No deja apenas un resquicio para la sorpresa, lo inesperado. Y es inflexible a la hora de aceptar la posibilidad de haberse equivocado o haber caído ella misma en lo mismo que censura en otros. Vive ajena al quizás, tan importante para alcanzar la felicidad. De eso habla una fábula oriental que contaré a continuación. Un día, el caballo de un campesino se escapó. Su vecino le dijo: “¡Qué mala suerte has tenido!”. El granjero le respondió: “Quizás”. Al día siguiente, el animal regresó acompañado de cinco yeguas. El hombre volvió y le felicitó: “¡Qué buena suerte has tenido!”. El dueño replicó: “Quizás”.
Poco después, el hijo del campesino, que solía montar a caballo, se cayó y se rompió una pierna. El amigo le comentó: “¡Qué mala suerte has tenido!”. Este contestó: “Quizás”. Al día siguiente llegaron unos oficiales del ejército para reclutar al muchacho y luchar en la guerra, pero no pudieron llevárselo porque tenía la pierna rota. Entonces el vecino exclamó: “¡Qué buena suerte has tenido!”. El padre repitió: “Quizás”. La moraleja que toda fábula lleva implícita es, en este caso, que no se puede saber el alcance de lo que sucede a nuestro alrededor en todo momento. Deberíamos aferrarnos menos a lo previsible y abrirnos a la incertidumbre.
En defensa de la sorpresa pienso en la posibilidad de que este concurso lo ganase Juan Miguel. ¡Ahí tendríamos una gran sorpresa! Eso sí, no estoy seguro de si positiva o negativa. Un grupo de neurocientíficos hizo un estudio para identificar los circuitos neuronales que distinguen si la respuesta a la sorpresa debe ser dar saltos de alegría o salir corriendo. Parece ser que es la amígdala donde se encuentran las neuronas que responden a ambos impulsos. Es decir, no se activan las mismas neuronas cuando nos hacen una fiesta sorpresa que cuando pillamos in fraganti a un ladrón en casa. ¿Qué neuronas harían funcionar nuestra amígdala si gana un concursante gris y pasivo como Juan Miguel?
Estoy contemplando la posibilidad de que gane por sorpresa Juan Miguel porque ante la perspectiva de un posible triunfo de María Jesús, o incluso de Sofía, no me parece tan mala opción. Cuando en una edición se perfila un final poco merecido la opción más disparatada es siempre la que más me convence. No pudimos hacer ganadora a Pilarita en aquella edición de tan horrible final, pero todavía está en nuestra mano lo de Juan Miguel en este GH DÚO. Por lo que sea, todos en la casa están convencidos de que el porcentaje ciego más bajo de los que conocimos ayer en el Debate es del peluquero. Si es verdad que lleva tan solo un 1,8 % de los votos frente a María Jesús y Carolina no lo veo nada disparatado que pueda hacerse con el maletín.
El concurso que está haciendo Sofía no ayuda a que aparte de mi mente la posibilidad de ver a Juan Miguel ganador, idea que me seduce más a cada minuto. Ella tampoco está dejando un resquicio a la sorpresa, y eso empaña mi felicidad como espectador. Visto con perspectiva, tiene mucho sentido que fuera repescada Sofía en lugar de Candela. Es importante analizar las cosas con perspectiva porque muchas adquieren entonces todo su sentido. Es como lo que decía Steve Jobs con su teoría de “conectar los puntos”, explicada en aquel inspirador discurso a los graduados de Stanford. A Candela solo le movía el deseo de venganza, mientras que Sofía está espoleada por la ambición y el culto a su ego. Solo tenían una cosa en común: ambas querían ver fuera del concurso a sus exparejas.
La última demostración de que Candela solo quería precipitar la expulsión de Antonio, único objetivo de su repesca, es que una vez esto se ha producido ni siquiera cumple con su obligación de ir a los programas y rehúsa la invitación de acudir al Debate de anoche alegando una indisposición más que sospechosa. Ya le da igual, incluso diría que teme enfrentarse a la realidad frente a Antonio. Con todo, al lado de Sofía creo que Candela ha sido una virgencita de la caridad en sus métodos para poner en la calle a su ex. Nada frena a Sofía, por eso es capaz de hacer graves insinuaciones sobre la actitud previa al concurso de Alejandro, por mucho que luego lo quiera suavizar, o incluso rectificar.
Sofía y Alejandro han pensado que se necesitaban en el concurso, lo cual ha sido el principal error de los dos. Ni siquiera cuando la relación entre ellos se ha deteriorado de forma casi irreversible se plantean de verdad hacer su concurso prescindiendo del otro. Cierto que se proponen no dirigirse la palabra y así lo expresan en directo, tal vez intentando convencerse de algo que no termina de ser cierto. Y aunque así fuera, da lo mismo si Sofía sigue acudiendo al ‘confe’ para decir (llorando a lágrima viva) que no puede tener una relación con Alejandro. O sea, lo mismo que lleva más de dos meses repitiendo. Ni un resquicio a la sorpresa.
Ayer Sofía se molestaba porque Carolina proponía a Alejandro ser tronista. ¿Y a ella qué le importa? No le sirvieron las disculpas de Carolina, que terminó buscándola para decirle que sentía haberla incomodado. La señora marquesa se incomodó. ¡Vamos, anda! Tiene tan interiorizado el show televisivo que cuando Carolina fue a disculparse lo primero que dijo fue: “Sería un programón, él de tronista y yo asesora del amor”. Por supuesto, Carolina fue con el chisme a Alejandro y este pasó un rato repitiendo como una letanía: “Un programón, dice que sería un programón”. Para él esto sí fue un poco sorpresa.
“A mí no me cohíbes ni tú ni Dios”, afirma Sofía. Me lo creo. Ni se reprime, ni contiene, ni refrena su ambición. Dice que Alejandro es para ella un caramelo envenenado, pero es su caramelo, el reclamo que ha estado utilizando todo el concurso, su coartada para volver al histrionismo de sus llantos de pobrecita. Por eso lo busca una y otra vez. Alejandro, por su parte, no solo sigue enamorado de Sofía, también sabe que ella es su único salvoconducto para llegar hasta el maletín.
Tengo la impresión de que cuando evita darle los tres puntos necesarios para ponerla en la palestra es porque teme perder esa baza, más difusa después de sus comentarios posesivos y machistas. También porque debe pensar que ante la audiencia así queda de buenecito. Alejandro sigue haciéndose el machito. No le basta con que por querer ser más machito que nadie con Sofía terminó poniéndose muy difícil la posibilidad de restaurar su imagen. Ahora ha vuelto a cometer el mismo error en la prueba semanal.
Le dieron el privilegio de ser topo en la prueba y poder asegurarse que la superarían gracias a él, pero no supo aprovecharlo. Y todo por sacar pecho como un palomo en celo y pavonearse de aquello que explícitamente no podía. Ni una insinuación, decía el texto de la prueba que solo él conocía. Y no fue una ni dos, se pasó toda la semana dejando caer la idea de que él podría hacer algo para que ganasen la prueba. “Esta semana comemos, de eso podéis estar seguros”, decía. Comerán, pero sin poder hacer compra completa. Por culpa de su ego. Por hacerse el machito nuevamente.
A Alejandro no le confíes un secreto. Le quema en las manos y se le calienta la boca en cuanto tiene algo que no puede contar. Esta semana no solo ha hecho insinuaciones más que suficientes para sugerir que había truco en la prueba, también reveló a Kiko que no había puesto en la palestra a Sofía. “Escucha, NO… creo que pongan más vino. NO”, decía respondiendo a la pregunta de si había nominado a esa compañera. Hemos desperdiciado una plaza de concursante con Alejandro. Y ya no tiene solución.
Moleskine del gato
Dice Alejandro que no entiende “la molestura” de Sofía. Lo apunto en el libro de palabras inventadas en la casa de Guadalix, con más volúmenes ya que la Enciclopedia Británica.
Los porcentajes ciegos estaban así anoche: 75,9 %, 22,3 % y 1,8 %. No parece estar cerca del sorpasso esta vez.
Dejen todo lo que estén haciendo antes de terminar de leer esto y apunten en lugar bien visible: esta semana el Última hora será mañana martes, Día del Padre. El miércoles habrá Límite, solo que ahora ya no es 48 horas, sino 24. Por tanto, el miércoles Límite 24 horas, pero no será un programa normal porque habrá visitas de familiares. La gala más cuqui de cualquier edición que se precie. No sé si irá Isabel Pantoja, cuyo caché debe ser estratosférico, pero está claro que las puertas de la casa las tiene bien abiertas. Y siempre queda la opción de una llamadita, ella que es fan del teléfono. Y, por supuesto, el jueves la gala de siempre, con expulsión y nuevas nominaciones. Aunque ya sin inmunidades ni privilegios. Ya tenemos plan para la semana.