Adara resolvió la visita de Hugo con un beso y mostró indiferencia hacia Gianmarco. Al final del tiempo reglamentario el resultado del encuentro entre Sierra y Onestini es un clarísimo 1 a 0. El colegiado del VAR resolvió que fue ella quien inicia el beso, aunque é lo sigue y acompaña casi a la par. Faltó que Adara le dijera “te amo” para la goleada, pero lo compensó dejando en suspenso el final de la segunda parte, cuando con Gianmarco en el quicio de la puerta le llamó por su nombre como si fuera a decir algo importante, para a continuación decir “no, nada “. Fue como poner la mano para chocarla y en el momento crítico se aparta hacia atrás. Una cobra verbal, vamos.
Fueron muy distintos los dos encuentros de la noche. Adara pudo elegir a quién veía primero, incluso le ofrecieron no ver a uno de los dos si no quería. Al borde de un ataque de nervios decidía encontrarse en principio con el padre de su hijo, con quien tuvo un encuentro lleno de sonrisas y complicidades, donde se masticaba deseo, dolor y arrepentimiento. Sin embargo, aunque estuvo dispuesta a recibir a Gianmarco, con él tuvo un encuentro que más bien parecía de ‘La vida secreta de los niños’, ese maravilloso programa de la BBC que vendría a ser una especie de GH Kids. Beso versus indiferencia, diferencia abismal de reacciones.
Si Adara llega a decidir no ver a Gianmarco tras su beso de película con Hugo se hubiera asegurado el maletín. Ahora lo tiene cerca, pero se le puede escurrir entre las manos por no haberlo terminado de amarrar bien anoche. Hugo entró al búnker con andares de galán de telenovela y esbozando una sonrisa. Tras tan arrebatadora entrada todo tenía que ir suave y acabar como las comedias románticas antiguas, con la pareja besándose mientras sobreimpresionado aparecía el rótulo de The End. El final está cerca y lo de anoche fue un colofón inmejorable.
Esta semana se ha coronado esta edición de GH VIP como una de las más apasionantes de la historia, con dos galas de martes y jueves que parecen dos milagros llevando ya casi tres meses encerrados. El hashtag #MeGustaGHVIP se queda corto y bien podría ser sustituido por un poco más exagerado #MeChiflaGHVIP, aunque en noches como la de ayer es claramente un #MeVuelveLocoGHVIP. Ni siquiera hizo falta jugar con el factor sorpresa, como sucedió el martes. Podíamos imaginar que Adara recibiese primero a Gianmarco y cuando ya pensaba que todo había terminado entrase por la puerta Hugo ante su monumental sorpresa. Fue una apuesta arriesgada ponerla sobre aviso de las dos visitas que habría de recibir. Pero salió bien, ya lo creo que sí.
Para salir airoso, Hugo necesitaba no equivocarse, y aunque con Adara es casi imposible creo que no quedó nada mal. Y eso que estaba resfriado, bajo de defensas y extraordinariamente nervioso. Adara y él confesaban estar nerviosos minutos antes de encontrarse. Me sorprende que lo reconocieran con tanta facilidad porque es algo que se tiende a ocultar. De alguna manera, reconocer los nervios propios es una derrota. En este caso funcionó para excusarles en caso de no ser muy con los pases a media distancia y errar algunos pases a puerta. Costó que el esférico se estrellase contra la red de la portería, pero en el tiempo de descuento llegó el gol. Hugo metía un señor golazo a Gianmarco con la inestimable colaboración de una Adara que no había puesto fácil el triunfo. “¿Te has dado cuenta de algo en estos meses?”, le preguntó varias veces, y a la última Hugo daba la respuesta acertada: “Si no hubiera cámaras aquí…”. ¡Hecho!
Descodificando las claves de la noche puedo decir que cuando Adara pregunta al padre de su hijo, a la sazón ganador de la (hasta ahora) última edición de anónimos, si se ha dado cuenta de algo en realidad le está preguntando si está dispuesto a mantener con ella una vida sexual más activa a pesar de ser padres de un bebé que no ha cumplido el año. Y cuando Hugo dice que si no hubiera cámaras está queriendo decir que la pondría mirando a Cuenca ya mismo. Por su parte, cuando Gianmarco le pregunta a ella si la debe seguir esperando aquí fuera parece que estuviera preguntando si ya puede ser tronista, o tener la noche loca en La Posada que lleva reprimiendo desde hace semanas. Gianmarco necesita más decodificación que Hugo.
Terminando el apartado de las descodificaciones, tal vez alguien debería haber explicado a Adara que cuando Gianmarco decía sentirla como un regalo que no puede abrir todavía probablemente se refería a que no podía abrir su flor y disfrutar de su dulzor. Hablando en román paladino, que llevaba tiempo aguantando las ganas de yacer con ella. Bueno, en mi barrio se dice echar un caliqueño, un kiki, un casquete, un polvo o un feliciano. Aunque esto último se debe decir más en el barrio de Alba Carrillo. El maravilloso mundo de los eufemismos que Adara no alcanza a entender bien. No le llegan los mensajes directos, mucho más complicado si van camuflados con metáforas.
La prueba más palpable de que a Adara le cuesta pillar el mensaje es que Hugo tuviera anoche que volver a repetir que se ve y se escucha todo. “Se ve todo, Adara. Pero todo es todo”. O sea, todísimo. Todo, todito, todo. Es como un mantra. Adara está a dos telediarios de convertirse a ese culto, aunque he de decir que anoche no vi que dijera “ya lo sé, pesado, que sois todos unos pesados con lo de que se ve todo, si me enteré hace semanas cuando me lo dijo el italiano, luego el plasta de mi padre vino otra vez con la cantinela de que se ve todo y ahora tú me lo vuelves a repetir, dejadme en paz que me he enterado”. Hubiera entendido eso mejor que mirase a Hugo con cara de cordero degollado como si le estuviera contando algo nuevo.
Me vuelvo a ofrecer a subir las curvas que suben a esa especie de colina donde se encuentra la casa de Guadalix para decirle a Adara que se ve y se escucha todo, por si acaso no su le hubiera quedado claro. Sí entendió a la primera que para Gianmarco “el problema es por la noche”. Quiero imaginar en ese momento la mente de Adara recordando la barra de pan del italiano, más tiesa algunas noches que una piadina del día anterior. Creo que anoche entendió todo hilvanando las erecciones de Gianmarco con esa desafortunada frase, y el asunto no le gustó nada. Se estaba calentando el caldo para cuando apareciese Hugo. Mientras tanto, Gianmarco iba a ver desde la sala de expulsiones el primer encuentro.
No sé si Gianmarco pretendía dar pena cuando en plató decía que él no es segundo plato de nadie. Bueno, igual lo de segundo plato es demasiado en su caso. No olvidemos que es el plato fuerte en nuestra tradición culinaria. Más bien diría que es plato de segunda mesa. Como esas mesitas que las familias preparan en las cenas de Navidad y otras celebraciones para que encuentren acomodo los más pequeños de la casa. Y es que Gianmarco es un bebito, huele a leche todavía. La propia liturgia elegida por Adara para su noche de encuentros lo relegaba a una segunda posición. Todavía no había mostrado indiferencia hacia él. Dice Serrat en una canción: “Bienaventurados los que están en el fondo del pozo porque de ahí en adelante solo cabe ir mejorando”.
“No vengo a reprocharte nada ni a echarte nada en cara”, empezó diciendo Hugo. Luego avisó de que muchas cosas le habían dolido y le afeó que contase algunos aspectos de la intimidad de ambos, lo cual un poco reproche es, pero si no hubiera dicho nada negativo habría quedado demasiado artificial todo. “Todo ha pasado sin querer”, afirmó Adara como si fuera una niña a la que se le ha caído al suelo un jarrón de la dinastía Ming. “¿Quieres arreglar las cosas?”, preguntó ella. “No te puedo decir que te dejé de amar”, respondió él. “Has patinado, pero pocos ganamos sin patinar este concurso”, dijo él mientras la animaba a seguir hasta el final.
Como suele hacer Adara al salir contaba primero lo bueno y un poco después empezaba a empañar con sospechas y malas interpretaciones lo dicho. Es posible que todos hagamos un poco eso, pero es retorcer demasiado la realidad mostrarse molesta porque a la pregunta sobre si quiere hablar las cosas fuera Hugo respondiese: “Si tú quieres lo hablamos”. Porque a la vez que eso mostraba toda la disposición para seguir juntos sin tener que perdonar nada. “Te tengo ahí arriba. No te machaques”, decía Hugo. Y añadía: “Yo sé que te amo”. ¿Qué más quiere Adara?
Gianmarco entró al encuentro ya derrotado, como ese equipo consciente de que para ganar la eliminatoria debe hacerle cinco o seis goles al Madrid o al Barça. Tampoco supo aprovechar la situación. Probablemente fue el desánimo lo que le hizo hablar con premura, como si estuviera pendiente de no perder el autobús que le llevara de vuelta a Madrid, aunque sospecho que hubiera tomado con gusto línea directa a Bolonia, o casi mejor uno subterráneo que le metiera bajo tierra cuanto antes. “¿Te tengo que esperar?”, preguntó Gianmarco. Lo hizo hasta nueve veces, según él mismo. No lo he comprobado porque solo faltaba que tuviera que contarlas. Es más, he de decir que nueve me parecen pocas.
“La respuesta es no, ¿no?”, apremiaba Gianmarco. Igual tenía Adara que haberle dibujado un croquis. Digamos que cuando alguien no te dice que le esperes igual está queriendo decir que no debes esperar, porque si deseara que estuvieras esperando diría que le esperases. No sé si se entiende. Para Adara lo explicaría de manera más sencilla, pero en este caso no hace falta porque era ella misma lo que daba la callada por respuesta. No hay mejor forma de hacer a veces. Adara miraba a Gianmarco con frialdad y una pizca de desprecio. “No me ha mirado como antes”, confesaba luego él. Desde luego, hay miradas que traspasan la pantalla.
Gianmarco sabía que cuando Adara decía necesitar tiempo para aclarar sus ideas estaba echando balones fuera. Acababa de ver el morreo a pocos centímetros de la pantalla. Casi le salpicó a la cara. El CIS dice que una mayoría de la población ha interpretado lo de Adara como unas calabazas claras a Gianmarco. Apuesto a que no esperaba salir de la casa abrazado a Bunki. No me dirá el lector que no es un bonito broche final. Si este gato escamado fuera más presuntuoso hoy haría copia y pega de las muchas veces que dije estar seguro del final de esta historia. Sabía que Adara volvería con Hugo y se olvidaría pronto de Gianmarco. El italiano lleva en la frente tatuada una L. No sé si de loser o de aprendiz.
Si Gianmarco quedaba anoche en un segundo plano, excuso decir que pasó lo mismo con Estela, quien era expulsada con el 65,9 % de los votos. Tuvo su momento el martes y anoche estábamos a otras cosas. A nadie interesaba su discusión con Kiko o la pelea de gallitos de corral entre este y Diego Matamoros. Tampoco me resultó excesivamente molesto todo eso si no hubiera sido por la desagradable voz de Sofía gritando. Adara se disculpó con Estela antes de que esta abandonara la sala de expulsiones. Sinceramente, lo siento por Estela porque no hay nada peor que quedar en quinto puesto.
Y ya tenemos finalistas. Adara con el número que termina en 1 y, por orden numérico le siguen Mila, Noemí y Alba. Si atendemos a la historia reciente de GH VIP es Mila quien peor lo tiene porque desde la tercera edición nunca ha ganado quien tenía el número 2. Si no me equivoco, a Belén y Miriam les tocó el 1 también. Laura el 3 y Alyson el 5 (hubo más finalistas ese año). Y si contamos GH DÚO, María Jesús ganó con el número 4. Ahí quedan los datos, aunque me temo que la numerología no pinta nada a la hora de ganar este concurso.
Corea central
Mucha coña con que Adara no se termina de enterar de que se ve y escucha todo, pero luego no interpretamos del todo bien de lo de las butterflies esas. Viendo anoche por enésima vez el vídeo me di cuenta de que Gianmarco después de decirlo en inglés traduce sin que Kiko se lo pida y dice “mariposas”. O sea, que no hay excusas. Hemos pillado a Kiko una vez más. “No sé inglés, por eso no sabía lo que decía con las ‘buterflais’ esas”, decía. No cuela.
Adara volvía a la casa y decía primero: “Me ha morreado Hugo”. Luego ponía en duda su predisposición para hablar cuando salga y se iba desencantando con la inestimable ayuda de sus compañeras, quienes tiraban contenedores de mierda sobre Hugo sin que haya llegado a entender por qué. Me parece que más de una supo anoche con certeza que el maletín no va a ser suyo.
Moleskine del gato
No huele a Navidad hasta que no se encienden las luces en la casa de Guadalix. Este año me voy a pedir a Papa Noel que esto siga siendo así. Porque, por supuesto, a mí me gusta Gran Hermano.
Y ya estaría.