No sé si este es el GH del cambio, pero hasta ahora no habíamos tenido una final inacabada. Schubert había compuesto los dos primeros movimientos de su sinfonía número 8 cuando contrajo la sífilis y dejó de trabajar en ella hasta que la terminó regalando tal como estaba a una sociedad musical junto a su carta de aceptación como miembro honorario. Desde entonces se la conoce como sinfonía inacabada. La final de este Gran Hermano Dúo no está acabada, aunque todo indica que tendrá su fin. Será este domingo si el mal tiempo lo permite (o la tecnología de las apps) y el respetable (o la soberana) no lo impide, como se dice en los toros (soy antitaurino reciente y con memoria).
El primer acto de la final terminó con un cliffhanger de una efectividad inigualable. No puede haber mejor cebo que terminar cuando teóricamente debían de anunciar el ganador. Lucía Sánchez y Asraf Beno eran los candidatos y lo siguen siendo. Cuando Manuel González abandonó la casa como tercer finalista las votaciones ciegas estaban a 6 décimas de diferencia (50,3 % y 49,7 %). Y un poco más tarde, cuando la aplicación oficial del programa no se había colapsado todavía la diferencia se había reducido a solo 4 décimas, pero había sorpasso (49,8 % y 50,2 %). Prácticamente se había dado la vuelta, lo cual era bien sencillo dado el gran número de votos que se habían producido hasta ese momento.
El dato prohibido durante mucho tiempo lo hemos tenido en estas últimas ediciones donde el voto es gratuito. Anoche Marta Flich anunció que llevaban acumulados más de 2.132.000 votos (no me dio tiempo a apuntar el pico). Con ese dato podemos saber con precisión que la diferencia entre el que podría haberse proclamado ganador y su oponente era de unos 8.500 votos. Menos de 10.000 votos de diferencia en un total de más de dos millones es una minucia. Aun así, habría servido para hacer ganador a Lucía Sánchez o Asraf Beno. A pesar del riesgo comprobado de analizar los vaivenes de los votos en función de a quien van los del último expulsado, no puedo evitar decir que tras la salida de Manuel es de suponer que sus votos irían a Lucía.
Me dirán algunos que dada la actitud de Lucía Sánchez no sería extraño que la hinchada de Manuel González prefiriese anoche que ganase Asraf Beno, justo lo contrario que dijo desear el gaditano. No es normal, por lo que deberíamos suponer que Lucía superó a Asraf una vez quedó Manuel clasificado en tercera posición. Si así fuera, tendríamos que la propia Lucía habría superado esta semana a Manuel, habiendo comenzado la gala final como segunda más votada. Si se mantienen así las cosas debería ganar la de las tentaciones, pero todavía hay mucho partido. Con la aplicación rulando como debe puede pasar cualquier cosa.
No sabría decir si esto ha sido una suerte o un contratiempo. Cierto que apetece más cerrar la edición en caliente que tras una larga pausa de dos días. También es innegable que este final en suspenso genera una tensión en el espectador que apetece vivir. Es un picorcito nuevo, y a cierta edad no es nada desdeñable que aparezca algo de este tipo. Tal vez por eso es el GH del cambio, aunque sigo en mis trece de que eso significa algo mejor que no conoceremos hasta pasados unos meses, y eso sí que es un suspense guapo. El caso es que este final sin final es inédito en la historia del formato, y que después de 24 añazos sigan sorprendiéndonos con algo inédito tiene mérito, por mucho que la culpa sea achacable a la tecnología.
El final interruptus de anoche se producía después de vivir una gala ilusionante, a la que me resulta imposible hacer un solo reproche. En algún sentido creía haber retrocedido hasta el 2008. Por aquel entonces este gato acababa de aterrizar en esta web oficial del canal que emite nuestro querido programa. Y, he de confesar, que entonces me emocionaba con mayor frecuencia viéndolo. Algunas veces he pensado que mi piel, más reseca ahora (con la edad te resecas, ¡maldición!), también había endurecido y los avatares de la vida provocaban que me costase soltar la lagrimita.
Estoy feliz porque anoche pude comprobar que no soy yo. Esta final tuvo todo aquello que me emocionaba cuando llegué aquí con mi blog a petición de mis nuevos caseros. Como buen inquilino que soy, aquí sigo, contento de haber descubierto que me emociono hasta cuando muestran las expulsiones todas seguidas. Se trata de poner una música épica y tener talento para hacerlo bien. Los vídeos con el testimonio de los tres finalistas me parecieron de una calidad extraordinaria, del mismo modo que agradezco la locuacidad de los finalistas, que se despedían de la casa embargados por la emoción. Y, sobre todo, ese momento del apagado de la casa, con los ecos todavía recientes de sus últimos habitantes, hizo que dejase de reprimirme y las lágrimas brotaron sin complejo.
Como dije ayer, esos ecos de los últimos habitantes de la casa no son solo de este GH Dúo. También quedan todavía ecos de GH VIP, casi todos procedentes de la habitación naranja, que permanecerá algún tiempo en nuestras memorias. Ha sido una temporada doble, con una edición de duración normativa y otra más breve, que suponía el regreso de este bendito reality después de 1.365 días de espera, casi cuatro años. Puestos a hacer balance de este regreso (ya que no puedo hablar del ganador) diré que Gran Hermano está vivito y coleando. Las finales son siempre más agradecidas que los programas de presentación, pero no siempre han salido igual de bien que en esta ocasión.
Prefiero esta recta final con los enfrentamientos justos, sin juicios sumarísimos ni demasiados malos rollos. He venido reclamando una final emotiva en la que se aproveche para hacer un pequeño homenaje a los finalistas, que por alguna razón han llegado hasta ahí. Y la razón principal es porque lo ha querido la soberana. Pues bien, así fue la final de anoche. Es obvio que no porque yo lo pidiera, pero estoy feliz igualmente. Faltó que se proclamase al ganador en la casa de Guadalix y no en plató como habíamos creído por hacer caso a Lucía. Pues menos mal que no fue así, porque seguirían encerrados un par de días más. La agónica espera no se la quita nadie, pero al menos la pasaran tranquilos junto a sus seres queridos.
Parece una frase hecha la de que los tres finalistas se merecían ganar. Anoche la escuchamos demasiadas veces, pero viendo la entrada en plató de cada uno de ellos te das cuenta de que no son palabras vanas. Los tres entraron con entusiasmo, demostrando que son uno de los nuestros. Sin haber visto ninguno lo que había hecho el anterior repitieron de manera idéntica el abrazo a todos sus compañeros exconcursantes y defensores de los finalistas. Estaban exultantes y entusiasmados. Hasta Asraf lo dio todo, lo cual me llamó más la atención porque no es lo que ha estado haciendo durante los 49 días de encierro.
Entre las cosas que salieron no tan bien ese momento de Asraf Beno teniendo que salir por sus propios medios de la plataforma que emerge hasta el suelo, en la parte alta de las escaleras de plató. Nos vendieron antes del inicio de GH VIP que habría un elemento completamente nuevo en la escenografía del plató. Si se referían a las escaleras no es cierto porque hubo alguna edición que el expulsado tenía que pasar esa última prueba de fuego que es bajar la escalera sin hacer un Luitingo y caer de bruces al llegar abajo. Y si se referían a la plataforma que les hace emerger del suelo no podía ser peor idea, por lento e inseguro. Esto último no lo hemos podido comprobar hasta la final (en su primer acto).
Lo que mostró Asraf Beno después de auto rescatarse de ese pozo no soy capaz de describirlo. Empezó produciendo en mí cierta vergüenza ajena y terminé riéndome. Si tiene que ganar Asraf que no sea por haber sido un meme con patas en esta final. Si acaso por producir cierta ternura con el llanto y la emoción del momento. Lo peor fue la sensación que llegué a tener de que le estaba dando un jamacuco y nadie se estaba dando cuenta. Luego vi que Marta Flich le preguntaba varias veces si se encontraba bien y al menos me tranquilizó saber que a alguien más le pasaba como a mí. También eliminaría del director’s cut de la gala las intervenciones de Luca Onestini. Todas, sin excepción.
El domingo tendremos el segundo acto de esta final inacabada. Que gane el mejor. O el peor, pero que gane de una vez.
En la final del buen rollo y la concordia entre los propios finalistas, Marta López quiso destacar mostrando escaso interés en que las cosas se desarrollasen de ese modo. De esto hablo en mi Moleskine de hoy.