Marta López es partidaria de la técnica del divide y vencerás
Queda por lo menos la mitad de la edición y algunos concursantes se están empezando a poner nerviosos. Marta López está ayudando a ello con su técnica de divide y vencerás. No es un invento de la que fuera concursante de Gran Hermano 2. El lema divide et impera fue todo un fundamento estratégico sobre el que se forjó el Imperio romano. Esta concursante le enseña a Mayka Rivera que Ana María Aldón tiene varias toallas de ducha porque sabe que ella no tiene ninguna y ahí atisba que puede haber conflicto. O le mete a Lucía Sánchez la idea en la cabeza de que algunos compañeros no la nominan porque la tienen miedo. Por esa razón no discuten lo que ella dice, pero si dijera lo mismo Mayka sí lo harían.
Marta López es lo que Belén Esteban llamaría “metemierdé”. No se lo estoy afeando porque, en definitiva, persigue el objetivo de destacar entre un grupo enfrentado por conflictos de escasa importancia. Eso sí, nada que ver con el noble objetivo del “divide y vencerás” que se utiliza popularmente, que hace referencia a resolver un problema difícil dividiéndolo en partes más simples tantas veces como sea necesaria, hasta que la resolución de las partes se torne obvia. La solución del problema principal se construye con las soluciones encontradas. Pero Marta López no desea resolver problemas, sino generarlos.
No le niego a Marta López el éxito a la hora de generar conflictos. Casi siempre le funciona, con mayor o menor trascendencia. Lo de las toallas es un éxito menor, pero ha conseguido desestabilizar a Lucía Sánchez y que el espectador vea otra cara suya. Desquiciada, desgañitándose mientras parece querer arrancar la piel de su rostro, no es ya la Lucía graciosa que si grita es porque su novio acaba de ponerle los cuernos delante de miles de espectadores. Ahora hemos visto que grita demasiado y sin suficiente motivo. El mérito es de Marta López y para ello utiliza recursos que son más feos que intentar dividir y enfrentar a todos los demás. Por ejemplo eso de decir “lo he oído a alguien, o me lo ha dicho alguien, pero no voy a decir quién”.
Lucía Sánchez ha sabido aprovechar para dejar atrás su imagen dulce e inocente
Lo de “se dice el pecado, pero no el pecador” es una excusa que pocas veces se justifica. Sobre todo si con ello se está proyectando una sombra de duda sobre un colectivo para no descubrir a uno de sus miembros. La técnica tiene una derivada muy rebuscada que consiste en sugerir sin decir que la fuente es uno de los concursantes ya expulsados. Por ejemplo, cuando Marta López quiere hacer creer que Ivana Icardi le dijo que pensaba votar a Lucía Sánchez, pero había decidido no hacerlo finalmente por miedo a enfrentarse a sus fieles seguidores. Como podrá comprobar el lector, cada detalle que añado ensucia más las maniobras de Marta, por no decir su concurso. Y no solo sale malparada ella, también Keroseno por no haber defendido la “memoria” de Ivana convenientemente.
Sucede que Lucía Sánchez no es tonta y ha sabido sacar provecho del divide y vencerás de Marta López en lo que se refiere a ella. No le ha importado que la veamos desquiciada. De hecho, lo ha aprovechado como una ayuda para dejar atrás su imagen dulce e inocente. La he escuchado más de una vez reivindicar que tiene muchos huevos y un carácter endemoniado. Diría que Lucía tiene cierta preocupación por no ser tenida en cuenta debido a su reducido tamaño y aspecto algo aniñado. También creo que piensa que por eso es mucho más fácil que concursantes como Luca Onestini se fijaran en Mayka Rivera antes que en ella. Aunque esto lo tenga asumido, es el principal motivo por el que tiene algunas reticencias con esta compañera.
Si Marta López es experta en generar problemas, Manuel González lo es en eludir las culpas por el procedimiento de ramificarlas. Nada mejor para evitar asumir alguna responsabilidad ante un problema que acusando a otros. Mucho mejor si la culpa termina difuminada en responsabilidades compartidas, aunque en ocasiones termine derivando en una explicación directamente absurda. Esto me recuerda esa historia publicada en una columna del diario colombiano El Tiempo sobre la ramificación de la culpa y que plantea una metáfora perfecta.
La ramificación de la culpa
Cuenta que se estaba promoviendo la exportación de artículos colombianos de cuero a Estados Unidos y un investigador recibió el encargo de analizar el problema. Decidió entrevistar a los representantes de dos mil almacenes de Colombia. La conclusión de la encuesta fue determinante: “Los precios de tales productos son altos y la calidad baja”. El investigador se dirigió entonces a los fabricantes para preguntarles sobre esta conclusión. Recibió esta respuesta: “No es culpa nuestra. Los curtidores tienen una tarifa arancelaria de protección del quince por ciento para impedir la entrada de piel argentina”. A continuación, preguntó a los propietarios de las empresas curtidoras y estos contestaron: “No es culpa nuestra. El problema radica en los mataderos porque sacan piel de mala calidad. Como la venta de carne les reporta mayores ganancias con menor esfuerzo la piel les importa muy poco”.
Entonces el investigador, armado de toda su paciencia, se fue a un matadero. Allí le dijeron: “No es culpa nuestra. El problema es que los ganaderos gastan muy poco en venenos contra las garrapatas y, además, marcan por todas las partes a las reses para evitar que se las roben, prácticas que destruyen la piel”. Finalmente, el investigador decidió visitar a los ganaderos. Ellos también dijeron: “No es culpa nuestra. Esas estúpidas vacas se restriegan contra los alambres de púas para aliviarse de las picaduras”. La conclusión del consultor extranjero fue muy simple: “Los productores colombianos de carteras de cuero no pueden competir en el mercado de Estados Unidos porque sus vacas son estúpidas”.
Al final, ramificando la culpa termina pareciendo responsable el más débil de la cadena. Volviendo a la casa de Guadalix, Manuel González elude la responsabilidad en la supuesta pérdida de un chaleco del disfraz de policía acusando a Asraf Beno, a quien ve débil porque no responde a la afrenta con la virulencia que lo haría otro. Si soy sincero, sospecho que Asraf ante cada cosa que le afecta sopesa si le puede beneficiar con vistas a la audiencia. Y esto debió valorar que sí le beneficiaba. El chaleco del disfraz de policía no estaba realmente desaparecido, sino que Manuel González se había olvidado de cogerlo del burro donde metieron los disfraces. Cosa de la que advirtió entonces y debió olvidar enseguida.
Manuel González olvidó que no había cogido su chaleco o decidió aprovechar la ocasión para comprometer a Asraf Beno, con quien tiene una relación pésima si no cierta obsesión. Cuando el programa muestra en la casa lo sucedido con el chaleco en cuestión, Manuel en lugar de asumir la culpa sigue anclado en el disfraz completo de Ivana que Asraf devolvió al almacén una vez que esta había sido expulsada. No le falta razón a Manuel en que Asraf no debió devolver ese disfraz. Coincido con él en que algunos gustan de quedar como el “ciudadano ejemplar” con tonterías como esta. Pero que tenga razón en esto no le exculpa de ser el responsable de haber perdido otro de los chalecos.
Contando cosas que no saben los más íntimos
Asraf Beno cuenta detalles de su dura infancia que desconoce hasta su mujer, Isa Pantoja. Ni pongo en duda la veracidad de lo contado por este concursante, ni cuestiono que revele en la casa aspectos de su vida que no conocen sus personas más cercanas, en especial su pareja. Lo que me llama la atención de esto es cómo se sentirán sus más íntimos al tener que conocer estas cosas por la tele. Esto mismo pensé viendo la curva de la vida de Marta López y cuando después confesaba su amiga y defensora en plató Raquel Abad que desconocía igualmente episodios tan importantes en la vida de su amiga.
Me pareció ver en Raquel Abad un gesto de disgusto mal disimulado. Me pongo en sus botas y no me gustaría nada que mi mejor amigo, mucho menos mi pareja, contase en televisión cosas de semejante importancia que yo desconozco por completo. Lo de Marta López puede explicarse por ser un episodio doloroso que no ha querido destapar ni siquiera con sus mejores amigas, aquellas que dicen ser como hermanas. Pero lo de Asraf no lo puedo entender en absoluto. Que viviera una infancia de carencias por la débil situación económica familiar, por lo cual se coló en el cine un par de veces no parece algo tan traumático como para tenerlo oculto hasta a su mujer. Y lamento decir que si lo fuera tampoco lo entendería.
Moleskine del gato
Los porcentajes ciegos estaban así anoche, poco antes del fin del Debate: 49 %, 22 %, 15 % y 14 %.
He evitado entrar hasta ahora en el enfrentamiento en redes entre Adara Molinero y Miguel Frigenti. Más bien habría que hablar del ataque de Adara, que llamó “traidor” al compañero. Pues bien, al final he entrado en mi Moleskine de hoy.