Albert Infante: Regalando alegría

telecinco.es 19/12/2023 09:07

Hoy toca daguerrotipo de Albert Infante, quien terminó el día de ayer convencido de que será el cuarto clasificado. Las opiniones de los jefes de campaña son tomadas como el oráculo de Delfos al venir de personas que han estado fuera y, se supone, han visto encuestas y conocen el sentir popular. Pero todos sabemos que solo valen los votos y ahí pinchan algunos concursantes con gran predicamento en Internet. Antes de intentar trazar el semblante de Albert según mi particular visión, debo contar que la casa resucitó el día de ayer. Tras varias jornadas languideciendo y con las relaciones personales cada vez más deterioradas, ayer lucía como en sus mejores momentos, durante el primer mes de concurso.

No todos los jefes de campaña están ayudando igual a ese cambio de semblante de la casa tan radical. Pilar Llori peca en modo jefa de campaña de lo mismo que su defendida. Ambas son poco generosas a la hora de entregarse y aparecen solamente de forma fugaz. Todo lo contrario que Alex Caniggia, quien con una mano izquierda realmente mágica logró desactivar a Naomi Asensi para mayor interés de su siamesa Laura Bozzo. Alex consiguió ayer que Laura y Naomi volvieran a hacer las paces, lo cual le quita a esta última su única arma. A decir verdad, creo que también beneficia a Naomi dejar de fruncir el ceño y mostrar su cara más antipática, siempre obsesionada con atacar a Laura para brillar un poquito más ella. Ahora que vuelven a ser amigas, Naomi podrá convencernos de que no necesitaba de terceros para intentar ganar el concurso.

Jessica abandona la indefinición

También ha dejado de tener el ceño fruncido de forma casi permanente Jessica Bueno, aunque en su caso es mérito de botox. Se pasó el día de ayer hablando con Luitingo, con menos expresión en la cara que Harold Lloyd, pero mucho más elocuente. Debo expresar mi sorpresa y reconocer mi fallo en el pronóstico. Jessica no solo abandonó la indefinición, sino que se convirtió en un libro abierto, a pesar de lo cual Luitingo deberá esperar a salir de la casa (será cosa de uno o dos días) para empezar a tener las cosas un poco más claras. Jessica reconoció de manera implícita compartir los sentimientos del cantante, pero hay una serie de cosas que le frenan. Una de ellas es su poca confianza en esta experiencia como reflejo de una realidad, pero no es la única.

Jessica tiene miedo de que Luitingo salga fuera y tenga otra perspectiva de lo que ha vivido dentro, se interese por otra persona y vea como la baja del pedestal donde está ahora mismo. También piensa que llevan vidas diferentes, ella en Bilbao y él en Sevilla. Que tiene tres hijos y no piensa ser madre de nuevo, lo cual es otro inconveniente porque él tiene derecho a querer ser padre. Teme que dando el paso para tener otro tipo de relación vaya a perder un amigo. ¿Es excesivo que esté pensando ya en los hijos? No tanto si tenemos en cuenta la experiencia de ella. En definitiva, Jessica vela por el interés de Luitingo al tiempo que teme su propia decepción.

Jessica ha sido valiente diciéndole a Luitingo cosas que no le han gustado de él en todo este tiempo. No ha perdonado que prefiriéndole a ella se fuera con Pilar, algo que intentó evitar in extremis. Tampoco le han gustado algunas reacciones cuando se enfada. Obviamente estaba hablando de esos arrebatos demasiado enérgicos que tan solo hemos podido intuir. De las horas de conversación que me tragué ayer (me he ganado un buen Papa Noel) me quedó con esta frase: “no puedo evitar querer estar contigo”. Agradezco a Jessica su rotundidad. Con respecto a Luitingo, confesó que tiene pensado comprar regalos para ella, su familia e hijos. Teniendo en cuenta que se ha tatuado dos veces su nombre porque la segunda vez no recordaba haberlo hecho ya, no me extrañaría nada que le regalase de nuevo el perfume de Pilar Llori.

Daguerrotipo de Albert Infante

Albert Infante ha estado regalando alegría durante todo el tiempo que permaneció en la casa de Guadalix de la Sierra. Solo tuvo una semana horribilis, en absoluto casual. Aquellos que convertían con premeditación y alevosía su atracción por el italiano Michael Terlizzi en un bucle repetitivo y machacón fueron los mismos que se quejaban luego de no poder salir de ese bucle. El objetivo a abatir era Albert y una vez fuera siguió regalando alegría mientras podía volver a la casa repescado. Siempre tuve la seguridad de que sería uno de los repescados. Fue el más votado por la audiencia para volver a la casa, lo cual era como anular los votos de su expulsión. Albert volvió a la casa bajo promesa de no repetir viejos errores, cosa que no logró del todo. Como en el chiste del escorpión, no lo puede evitar, es su carácter.

Michael no fue víctima de Albert, más bien al contrario. Como dije en el escrito de ayer, de no haber sido por este el concurso del italiano no tendría nada reseñable. Una de las magnitudes para medir un gran concursante de Gran Hermano es pensar cómo recordaremos su edición dentro de cinco o seis años. Sin duda, esta será para siempre la edición de Laura Bozzo y la Infanta. Albert es de esos pocos concursantes a los que no se puede acusar de haber hecho daño a nadie. Si acaso, su actitud con Susana Bianca en esta recta final ha sido poco delicada. No solo por rechazarla como jefa de campaña, también porque al enterarse de que el domingo había abandonado la casa llorando se le escapó la risa.

No podemos olvidar que Albert es de sonrisa fácil, lo cual demostró hasta en los momentos difíciles. Por eso transmite esa sensación agridulce del payaso, la imagen de que su sonrisa esconde un drama. Albert es un Pierrot pasado por la escuela de La Cubana, donde habría hecho una fenomenal carrera. Lo mismo en el Molino del Paralelo de Barcelona. En la cuna de La Maña, recordada como la ‘vedette’ de la Transición, se habría movido como pez en el agua. Porque Albert es picardía y provocación, un espectáculo completo. Lo mismo puede sentarse sobre tus rodillas y flirtear contigo que te puede cantar por la Pantoja, su artista preferida.

En cualquier reality hubiera encajado Albert Infante, pero mucho más en uno que ha tenido en sus filas a Laura Bozzo y Alex Caniggia. Si buscase sumar talentos para el reality me resultaría difícil encontrar una combinación que superase esta. Por eso Albert ha sido adoptado por la diva Laura, que pronto lo convirtió en su hija. A él no le resultó difícil estrenar maternidad, igual que asumió feliz un brote de hermanas a su alrededor. De repente descubrí a un montón de gente llamándose “hermana” y no eran todos del equipo naranja.

Albert solo encajaba en el dormitorio de los naranjas, pero nadie como él se movió con libertad entre un grupo y otro sin que nadie se lo censurase. Michael era su ojito derecho, Pilar su hermana y si no llega a ser porque Laura terminó atándolo en corto capaz hubiera sido de convertirse en un buen pinche de cocina para Jessica. Salvo su crisis con Michael, superada en la segunda parte de su concurso, no se llevó mal con nadie y nadie habló en serio mal de él. Si en alguien podría haber confiado una gran mayoría de los concursantes de esta edición, independientemente de si militaban en un equipo u otro, es en Albert, por no decir que todos. Albert tiene alma de anfitrión y por momentos me pareció que los demás estaban habitando su casa. Como si fueran huéspedes viviendo en un lugar que no les corresponde.

Albert Infante está hecho para repartir alegría y es carne de cañón en un reality. Todo el mundo le reconoce en este, que es su hábitat natural. Tanto es así que si por un infortunio tuviera que trabajar algún día en una oficina preferiría no entristecer a su madre contándole que está empleado como pianista en un burdel. Por eso ha sido un concursante casi perfecto. Y digo casi porque, aunque no necesite de ningún añadido a su propia persona, se ha pasado demasiado tiempo siendo él solamente, sin el acicate de una trama con la que adornar su juego.

Para hacer descansar todo el reality en su propia personalidad le ha faltado a Albert tener un criterio propio más marcado. El buenrollismo como excusa para llevarse bien con enemigos declarados es válido mientras no se echa en falta la defensa de una de las posturas encontradas. Es posible llevarse bien con personas enfrentadas, pero no es de buen amigo dejar de dar su propia opinión por temor a quedar mal o enfadar a una de las partes. He echado de menos en Albert un mayor compromiso en algunas ocasiones, ya fuera para defender a un amigo como para censurar su conducta. En concreto, Laura hubiera agradecido lo primero y aceptado con resignación lo segundo.

Es imposible decir que Albert no haya sido suficientemente protagonista para merecer su puesto en esta final. Como sucede tantas veces, el puesto que deba ocupar depende de a quién se lo vaya a disputar. Aunque comparto la previsión de Alex Caniggia, que lo ve como posible cuarto clasificado, creo que entre él, Luitingo y Naomi sería quien merecería salir más tarde de los tres. Es más, creo que sería un muy digno ganador de haber sido otra la terna final. Porque Albert ha devorado esta experiencia como si no hubiera un mañana, y se la ha bebido orgulloso de un trago, sin saciar nunca su gana.

Moleskine del gato

Los porcentajes ciegos para ganar de los cuatro finalistas que siguen en liza estaban así anoche: 37 %, 26 %, 22 % y 15 %. En la casa también jugaron a comprobar a donde ha ido el porcentaje de Michael Terlizzi, que se reparte de manera muy igualitaria de esta manera, siguiendo el mismo orden de los porcentajes ciegos: 2,4 %, 2,5 %, 1,9 % y 1,8 %. No dice mucho el experimento.

Dice Carmen Alcayde que aquí fuera vamos mucho más allá que ellos analizando las cosas que hacen o dicen. Pienso exactamente lo contrario, como intento explicar (si me lo permite mi afonia) en el Moleskine de hoy.

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