Laura Bozzo se encarga de dar el pase a quienes quieran pernoctar en la habitación naranja. Javier Fernández ha recibido su bendición y ya duerme allí cada día, lo cual no quiere decir que sea del team. Tampoco importa a nadie porque todo parece indicar que si no es expulsado el jueves está dispuesto a abandonar, algo que no cuenta abiertamente, pero lo deja caer con cierta claridad. Ayer intentó el traslado Michael Terlizzi, pero abortó la operación. No pasó las pruebas, es decir, recibió la negativa por respuesta de la persona encargada. Ya he dicho de quién se trata.
Michael dice que se quiso cambiar de dormitorio porque tenía ansiedad y le venía bien cambiar de aires. Laura piensa que en una crisis de ese tipo lo que uno busca es estar cerca de gente querida, por lo que debía quedarse en la otra habitación. Que se llevase su ropa de cama puede ser para reafirmar su condición de perteneciente al grupo azul, aunque también podría indicar la intención de quedarse para algo más de un rato. Esto descartaría la teoría de la ansiedad como motivo para el cambio.
Ya conté ayer que los azules dudan de Michael y con lo de ayer la desconfianza será mayor. El italiano rivaliza ahora mismo con José Antonio Avilés para ser el primer concursante que duerme en la habitación azul y es nominado por otros de esa misma estancia, especialmente cuando no tengan naranjas a los que llenar de votos. Sospecho que no solo Alex Caniggia y Laura piensan que las circunstancias han acercado a Michael al grupo rival. Después de escuchar los abucheos del público en plató a Avilés y ver que van desfilando hacia fuera de la casa los de ese grupo, puede haberse replanteado su posición. Seguro que entre los azules también piensan que se acerca a los naranjas porque ha visto que son fuertes.
“Es del equipo azul […] Ahora ven que somos fuertes y se quieren venir acá”, dice Laura Bozzo. Solo ella y Alex Caniggia están en sintonía frente a una Naomi Asensi encantadora, pero demasiado pasota y la cambiante Carmen Alcayde que ayer animaba a Michael para que cambiase de habitación. Imagino que a Laura le debió venir el recuerdo de cuando su colega periodista convencía a este mismo concursante para asistir a la cena con Albert Infante, una historia pasada que sigue presente en la memoria de los habitantes de la casa de Guadalix. Este episodio del cambio de dormitorio, protagonizado por Michael y Laura en sus principales papeles, provocó la enésima crisis en el team naranja. Pero no tendrá mayores consecuencias.
Laura no se fía de Carmen y esta reniega de aquella con frecuencia, pero se necesitan mutuamente. Por más que Carmen y Alex estrechen sus manos y afirmen que el equipo son ellos dos y sus compañeras ya pueden quedarse o irse, lo cierto es que necesitan sus votos. Aunque mayor es la dependencia de Carmen y Naomi respecto al grupo que las cobija, porque de no estar ahí la una no sería más que una veleta sin demasiados escrúpulos y la otra una nulidad absoluta. Lo que les hace brillar es la compañía de dos de los mejores concursantes de la historia de este programa, ya sea en su versión de celebridades tanto como de anónimos.
Una vez se vio descubierto, Michael tiró por el lado del drama, al que es tan dado. O dramatiza o juega la paginita de la lágrima, que tan bien funciona siempre. Dice que se está autodestruyendo, siguiendo el ejemplo de Avilés, pero sin necesidad de gluten o bebida de avena. Lo que quería decir es que se estaba transformando. Mejor dicho: tiñéndose. De naranja, por supuesto. Para desmarcarse del equipo de Bozzo y Caniggia dice que les va a pedir sus nominaciones porque si se lo pide al equipo azul no le van a hacer caso. Igual se llevaría más de una sorpresa.
Como si fuera Justin Bieber, Luitingo se expresa con comunicados. No es extraño visto el fracaso del domingo. Tras dejar con la boca abierta a la mitad de la audiencia y con el ceño fruncido al resto, se ha dado cuenta de su error y ahora prefiere decir las cosas por escrito. Así, al menos, podrá asesorarle alguien antes de seguir hundiendo su propia imagen. El domingo se disparó al pie dejando en la estacada a Pilar Llori porque ahora le gusta Jessica Bueno. Ahora rectifica y deja esto escrito: “Por favor, que no he matado a nadie, no he robado, por favor os lo pido gente de verdad… hay un millón de cosas peores en la vida, o que se hayan hecho en televisión, por favor”.
Le faltó decir que no ha matado a Manolete, en cuyo caso creería que el espíritu de Albert Infante ha invadido su cuerpo. Luitingo rectifica solo en las formas, me parece a mí: “Hay 1000 maneras de expresarse y decir las cosas, yo elegí la menos correcta”. Luego se disculpa con Pilar y con Jessica, además de expresar su disposición a cambiar lo necesario para ser la mejor persona del mundo. Tampoco hace falta poner el listón tan alto. Me parece bien el ejercicio que hace Luitingo, tanto sus disculpas como que reconozca sus errores. Ahora bien, me falta una explicación sobre por qué al día siguiente de salir de la casa acusaba gravemente al programa de manipular el relato por mostrar su singular relación con Jessica y dos días después reconoce que era algo más que singular, incluso. Creo que falta esa otra disculpa.
Habría que preguntar a Luitingo por qué no le dijo a Jessica Bueno que estaba empezando a sentir algo por ella. Algo suficientemente fuerte como para dejar a Pilar Llori. De nuevo voy a sacar a pasear el fantasma de Albert Infante, pero ese era uno de los reproches que le hicieron en la casa hasta machacarle y provocar su expulsión. Si a Albert le exigieron que fuera franco con Michael y parecía que había matado a Manolete (guiño, guiño) por no serlo, Luitingo no merece menor nivel de exigencia. Por una vez, Carmen Alcayde da en la diana cuando dice que “Luitingo ha tenido sentimientos hacia Jessica”.
Tras pasar por el economato este domingo hicieron justo lo que no debían y eso que estaban avisados. Se repartieron la comida entre todos, primero de manera más disimulada hasta terminar haciendo las pizzas que cogió Jessica para cenar todos. La sanción es una reducción en la compra que hicieron ayer Jessica y Javier tras haber superado la prueba semanal. Javier y Avilés dijeron en algún momento que ellos no habían cogido nada, pero vi al primero comiendo una pieza de sushi del segundo. No obstante, hay quien realmente no probó nada de lo que vino del economato. Concretamente: Gustavo Guillermo, Michael Terlizzi y Carmen Alcayde.
De Carmen me extraña, no así de un Michael que tiene a Gustavo como gurú y sigue sus pasos con la ciega pasión que muestra el beato hacia el altísimo. Y Gustavo es ese perfil de concursante que siempre he detestado, ejemplo de rectitud, defensor de la moral y las buenas costumbres. Este tipo de concursante no solo exhibe orgulloso rectitud, sino que vigila y fiscaliza a los que tiene alrededor, exigiendo en ellos su misma actitud. Salvo cuando le conviene quedar como el más correcto y quiere destacar como un ser ejemplar. Por eso ayer no le escuché en ningún momento censurar a sus compañeros por no estar respetando las normas impuestas por el programa. Prefirió poder decirle por la noche a Lara Álvarez que él no comió nada.
“Robar comida con hambre no es pecado”, dice Naomi con razón aplastante. Apuesto a que Gustavo no está de acuerdo con esto. Lo que peor llevo en este concursante es que se prodigue en dar consejos que nadie le ha pedido. Puede tener un pase que lo haga con su gente más cercana, pero no con una Naomi a la que apenas ha tratado. El pasado fin de semana le aconsejaba que no insultara ni le sacara el dedo a Avilés. ¿Quién le pidió el consejo? Aunque peor es que vaya de abogado defensor de causas pobres y sea profundamente injusto. ¿Por qué no censuró a Avilés por decir que a Laura le dan igual sus hijas? Estos que van de correctos suelen tener una vara de medir distinta dependiendo de para quién sea.
Los porcentajes ciegos estaban así anoche, una vez salvada Carmen Alcayde: 68 %, 21 % y 11 %. Hoy habrá otro salvado.
Zeus Montiel se queja de que Susana Bianca ya no está tanto con él, ni siquiera se sienta a su lado para comer. De esto hablo en el Moleskine de hoy.