Tras la conmoción vivida el lunes, ayer la temperatura de la casa tuvo tres graduaciones diferentes. Por la mañana el propósito manejado en la habitación naranja era no volver a hablar del conflicto que había estallado el día anterior entre Albert Infante y Michael Terlizzi. Parecían convencidos cuando se hacían prometer entre ellos que guardarían silencio respecto al tema. Como cabía esperar, no tardaron en volver a darle vueltas al torno Laura Bozzo, la “Infanta” y Carmen Alcayde. Se excusaron con que era una conversación entre ellos, pero ante los demás la consigna era de seguir la ley del silencio, una auténtica omertá. Pero los códigos de honor están para ser incumplidos y pronto entrarían de nuevo en el tema que tenía la exclusiva como comidilla en la casa.
A la caída de la tarde, según se iba acercando la hora del prime time televisivo, el tono se iba elevando y volvían las tiranteces entre los dos protagonistas de la carpeta que murió antes de nacer. Ambos tenían una misma necesidad de dejar en la retina del espectador la idea de que son víctima y no verdugo en el conflicto. La charla solicitada por el italiano con Laura solo tenía dos objetivos: que le contase por qué nunca le habló de los sentimientos de Albert hacia él y remarcar que él era la víctima, no Albert. Por su parte, este pasaba por lo mismo, recuperando su celebrado “¿acaso he matado a Manolete?”.
Ya por la noche las aguas volvieron a su cauce y mientras algunos pensaban que Albert estaba en el ‘confe’ diciendo que se quería marchar del programa les sacaba de su error José Antonio Avilés al contar que andaba cantando junto a Alcayde. Cuando parece una casa de locos, la casa de Guadalix de la Sierra tiene un aroma más intenso al auténtico Gran Hermano, y eso está sucediendo desde que entraron los nuevos habitantes, de quienes ya sabemos que se quedarán dos. Uno lo sabremos mañana jueves en la gala y el otro el domingo en el debate.
Esa montaña rusa vivida durante un día monográfico dedicado casi en exclusiva a un mismo tema, se reproducía en el comportamiento de Laura. En su caso los cambios eran motivados por la insistencia de algunos, necesitados de hablar con ella. Y, sobre todo, por la advertencia transmitida a todos por Lara Álvarez, pero personalizada en la reina de la televisión americana, por los duros términos con que se dirigió el lunes a Michael. “A la próxima te expulsan”, le decía Carmen Alcayde, que se esforzó más que nunca para dejar en mal lugar a Laura, tanto ante sus compañeros de encierro como con vistas a la audiencia votante.
Del silencio matinal a las dudas nocturnas sobre la veracidad de lo relatado por Albert sobre los signos del italiano que le han tenido equivocado, pasando por el inequívoco apoyo a ese mismo concursante, equivalente al que no dudaría en darle una madre. Y al final de la noche terminaba poniendo a su hijo adoptivo entre la espada y la pared, exigiendo una prueba de que el italiano le había dado esperanzas de algún tipo. Está claro que Laura nunca pierde. Su talento camaleónico le permite adoptar el papel de fiscal y defensora de manera sucesiva para terminar siendo jueza, aunque también pasa a veces por ser la acusada.
La necesidad de presentarse ante la audiencia como víctima de la situación revela que no están contentos con su propio papel en la relación habida entre ambos. Michael lo dijo bien claro: “No quieras ser la víctima, porque aquí la víctima soy yo”. Si Albert le quisiera tanto como dice se hubiera preocupado por él en estos dos días. Lo mismo en el sentido contrario. El artista ha construido en su cabeza un tipo de relación con Michael que ni existía en realidad ni parece capaz de describir. El drama que ha montado porque el italiano dijera que le puede llegar a gustar Noemi es absurdo porque nunca le prometió fidelidad.
Por su parte, Michael se equivoca cuando asegura que nunca pensó que la “Infanta” tuviera sentimientos hacia él. Ayer fue más lejos, porque en su conversación con Laura estaba interesado fundamentalmente en que le dijera por qué no le había advertido de los sentimientos de su amigo. “Por qué nadie me lo dijo”, clamaba. Aparte de que es incierto, parece como si hubiera ido preguntando cómo puede ser tan rematadamente torpe.
A pesar de sus excesos del día anterior, ayer varios concursantes tenían interés en hablar con Laura Bozzo. Desde su cama los fue recibiendo a regañadientes. Con Michael Terlizzi hubiera preferido hablar un día más tarde y ante el súper, o sea, en el ‘confe’. Cambió de planes a petición de Gustavo Guillermo, a quien recibió como supuesto mediador, aunque su papel era más bien de abogado defensor del italiano. Si ella se ha declarado madre de Albert en la casa, Gustavo quiso ponerse al mismo nivel con su defendido. Diría que le interesaba más verse con Laura de igual a igual, pero no tiene en cuenta que está hablando de una auténtica jefa, mientras que él no ha salido todavía de la intrascendencia, y no parece que lo vaya a hacer.
Es imposible creer a Michael Terlizzi cuando dice no haber sabido nunca que Albert Infante tenía sentimientos hacia él. Sobre todo, porque hemos visto a varios compañeros advertirle sobre ello de manera reiterada. Lo triste es que ahora eviten decir que ya se lo advirtieron, ignoro con qué intención. Anoche Javier Fernández mintió de manera descarada durante la emisión del programa. Cuando Laura aseguraba que toda la casa sabía lo que sentía Albert, el expatinador se apresuraba a afirmar que él no. ¿Cómo? ¿No fue quien opinó que debería decirle “yo soy homosexual” para que no se hiciera una idea equivocada? Varios compañeros se lo habían dicho, siendo Luitingo el más claro al advertirle de manera categórica que Albert estaba enamorado de él, evitando andar con medias tintas.
Me parece triste que alguien como Javier, que no ha dado su opinión sobre nada que afecte al colectivo, agazapado y en silencio durante semanas con la excusa de que no le gustan los conflictos, ahora despierte para mentir de manera tan innecesaria como lamentable. El enemigo del conflicto saca la cabeza precisamente el día crítico en el que estalla la casa tras pasar tanto tiempo siendo una mala copia de la aldea del arce. No he visto un solo momento en el que demostrara emoción alguna por estar participando de esta aventura, aparte de la cuestión exclusivamente crematística. Dicen algunos que se entera de todo, pero ¿de qué nos vale si no se nota porque apenas participa? Si ayer me dicen que abandonó hace una semana me lo hubiera creído.
Confieso que ayer me reí con Luitingo. Lo más grave es que no era la primera vez. Me hizo gracia el domingo cuando después de escuchar a Noemi decir que no le gustaba el sevillano porque habla muy deprisa, saludaba a esta nueva habitante arrastrando las palabras, len-ta-men-te. Ayer estaban casi todos en el dormitorio azul y alguien contó que Michael estaba montando el show andando rápido de un lado para otro, él solo en el salón. Entonces Luitingo hacia este irónico comentario: “No está haciendo show, yo creo que está buscando la gomina”. Me hizo soltar la carcajada.
Los porcentajes ciegos estaban así anoche antes de salvar a Javier Fernández: 41 %, 28 %. 24 % y 7 %. También nos enteramos de que habrá una inesperada expulsión doble. Parece claro que Susana es el porcentaje mayor, por lo que corren peligro de irse de la casa junto a ella tanto Gustavo como Albert. Sería un disparate tener que despedir a uno de los concursantes que nos han dado los mejores días de esta edición (hasta el momento) y se fuera a quedar Gustavo, mueble rústico de esos con los que siempre se tropieza uno.
En el programa Así es la vida presentaron ayer el testimonio del Albert italiano, el chico gay que en Grande Fratello estaba detrás de Michael Terlizzi. Dice el protagonista de aquella historia que su compatriota está repitiendo aquí milimétricamente el concurso que hizo en Italia.
En el Moleskine de hoy me extiendo un poco más sobre lo que creo que puede pasar con la doble expulsión del jueves y reflexiono sobre la falta de validez de algunos viejos clichés que se manejan en relación con este reality.