Hoy toca hablar de Adara. Es evidente que he empezado esta serie de semblanzas de los concursantes que han llegado cerca de la final por los dos que están nominados. Se supone que uno de ellos quedará descabalgado de esta lucha, aunque podrá presumir de haber llegado casi tan lejos como el que más. Independientemente de la opinión de cada cual sobre si es Artur o Adara quien más merece estar en la final, hay una cosa indudable que nadie se atreverá a negar: Adara ha sido una de las grandes protagonistas de Supervivientes 2023. Imposible que nada haya suscitado mayor atención ni superado en interés a su trama con Asraf. Y es que Adara siempre sabe dónde está y lo que se espera de ella.
Pero vayamos a ello directamente:
Adara Molinero tiene una intuición especial para saber lo que debe dar en un reality, por eso resulta excepcional como concursante siempre y para todos, se esté o no de acuerdo con ella. Tiene además una extraña habilidad para navegar entre repetir un mismo patrón en todos los realities y resultar imprevisible con frecuencia. Tiene un poder hipnótico para mí, y tras observarla durante horas nunca sé si está siendo brutalmente real o actúa con una naturalidad tan impostada como convincente. No tiene nada de particular que repita siempre frases como “madre mía” o “me cago”. También Bosco va de “sí, se puede” a “solo hay una marcha y esa es a tope”, lo cual no pasa de anécdota. Otra cosa es que Adara sea capaz de calcar un mismo esquema de comportamiento una vez tras otra. Y que eso sea bien o mal recibido por la audiencia.
La repetición de esquemas va más allá de una pauta de comportamiento asociada a su forma de ser, las expresiones y latiguillos que usa habitualmente o cierta facilidad para no callarse y responder con causticidad cuando recibe un ataque que considera injusto. Trascendiendo eso, Adara se suele acercar al concursante peor aceptado por la mayoría. Durante un tiempo lo defiende a capa y espada, convirtiendo su concurso en una apuesta por la recuperación de un compañero prácticamente desahuciado para el juego social que comporta esta aventura. Y, pasado un tiempo, según se va acercando el final, cambia de repente la relación con su protegido, al que pasa a acusar de deslealtad y le condena con su indiferencia.
Cuando Adara coge la rotonda y cambia de carril, velocidad y sentido de la marcha está confirmando que sigue siendo la misma de siempre. Tanta repetición hace que solo se muestren capaces de seguir viendo la misma película, una y otra vez, aquellos que son rendidos admiradores. Para el resto es un aburrimiento, aunque salva la situación lo fascinante que es ver la sorprendente facilidad que tiene para encontrar siempre un compañero de viaje al que dar esquinazo varias rotondas más adelante. En esta ocasión encontró a un concursante con quien comparte algunas cosas.
Adara y Asraf tienen ambos una clara tendencia a tocarle las narices al resto de compañeros. Asraf lo hace para utilizar la respuesta de estos, que es convertida en un ataque a su persona. Con una lánguida pose y poco disimuladas lágrimas se convierte en una víctima del insoportable hostigamiento de la mayoría en su contra (según su versión y la de sus defensores). Adara, sin embargo, lo hace porque es su imagen de marca, casi como una diversión y acompañando las provocaciones con sus impetuosos arranques. Tiempo tendrá para más adelante censurar a su compañero de viaje por aquello que ella misma ha estado haciendo.
El primer aviso de ‘rotondazo’ lo dio Adara paseando una pizza tamaño familiar por la cara de Asraf para terminar dándosela a Alma. Ella parece tener patente de corso para humillar a placer. La insana sumisión que muestra hacia ella este concursante no justifica que pueda hacer lo que quiera con él. Si eso mismo se lo llega a hacer cualquiera otra persona hubiera puesto el grito en el cielo, pero Asraf no se atreve con Adara. Ni entonces ni después, incluso habiéndole dejado de lado sin ser capaz de dar algo más que vagas explicaciones sobre el radical cambio de su relación. Adara nunca ha terminado de contar cuáles fueron las provocaciones y los intentos de dañar su imagen. De entre los dos solo cambió Adara.
Adara debe haber pensado que podía repetir el esquema de realities anteriores por el enorme apoyo que cree tener entre los espectadores. No se ha dado cuenta de que no son tantos, aunque sí muy activos. Como un fiel reflejo de sí misma, sus seguidores responden con ímpetu y malas formas cuando se critica a su diva. Pero solo los más fieles han comprado esta vez una historia ya vista. La necesidad de tragedia ha llevado a que muchos se posicionen con el concursante a quien ella más que nadie ha convertido en víctima, encantado de amplificar así su trabajada leyenda. Ha sido Adara quien más alas ha dado a Asraf, al tiempo que acababa con su propio concurso. Los defensores de un concursante de otro reality me preguntaron en una ocasión qué debían hacer para apoyarle. Mi única respuesta fue que no hicieran cosas raras. Posiblemente nada hubiera cambiado si Adara llega a seguir este consejo o uno similar, pero también podría ser que hubiera conservado buena parte del apoyo perdido por todo lo ocurrido.
Dejando a un lado su relación con Asraf, Adara ha sido una de las concursantes que más y mejores amistades ha cultivado en esta aventura. Su buena relación con Jonan, a quien ya conocía de fuera, y Alma se ha completado con la relación cordial que empezó y terminó teniendo con Manuel, aunque en medio hubo sus más y sus menos. También tuvo su momento de tonteo con Artur, al que ninguno de ambos hizo ascos, y en un último momento se ha llevado a las mil maravillas con Bosco. La Adara de reacciones inesperadas también sabe cuidar a sus amistades y mostrar una cara amable.
Cuando una parte del grupo la ha elegido como peor superviviente se ha enojado como si otra elección hubiera sido menos humillante para esa persona. Nunca ha llevado bien ese tipo de valoraciones cuando le han perjudicado, lo cual es bastante general. Tal vez la única diferencia sea que ella reacciona de manera más visible, como su imitación y burla de la semana pasada a Alexia, que demostró tener muy poco sentido del humor y compartir con su enemiga la misma escasa capacidad de autocrítica. La realidad es que Adara ha sido una superviviente de perfil bajo, más entregada a dar al programa aquello que se espera de ella que de garantizar la supervivencia del grupo. Tampoco ha destacado en las pruebas, no en vano vino a ganar aquella en la que debía calcular cuántos gramos de hamburguesa se comía. O sea, una prueba con cero esfuerzo físico y nada de entrega.
Pese a todo lo dicho, concursantes como Adara son imprescindibles. Como dije el otro día, todos son contingentes, pero solo algunos necesarios, y entre estos está Adara. A la vuelta del verano apenas recordaremos a Artur, Diego, Arelys o Arias. Pero seguiremos teniendo bien presente a Adara y su proverbial capacidad para merecer toda la atención y anular a medio casting con su sola presencia. Es una auténtica reina del reality, maneja sus resortes con sobrada solvencia y tiene una demostrada capacidad para atrapar incluso a aquellos que hace mucho dejamos de comprar su archiconocido esquema de reality. A mí no me convence, pero estoy deseando volver a ser testigo impenitente, dejarme atrapar de nuevo por su potente imán y quedarme a esperar sus momentos imprevisibles, que son la sal de cualquier reality.
En El Moleskine del gato reflexiono sobre la interdependencia de las distintas labores en cualquier organigrama social. Y nuevos momentazos candidatos a los Premios Tortuga, hoy con especial Asraf.