Asraf es muy afortunado por haber dado con los compañeros de aventura de este Supervivientes 2023. Lo digo porque tiene enfrente a Diego “puñitos” (como le dice Adara), que festeja cada prueba que gana imitando a Cristiano Ronaldo. O a Ginés “gruñoncito” (de nuevo apelativo de Adara), capaz de soltar frases que valdrían para cancelar a cualquiera, como eso de que “las mujeres están más protegidas que los linces”. No hace falta ser muy lince, por seguir con la especie, para darse cuenta de que ciertas cosas se deben guardar, si acaso, para cuando se está en la barra del bar con los amigos y no decirlas cuando se tiene una cámara delante. Bendita competencia tiene Asraf, porque con oponentes más listos hubiera caído en desgracia hace cuatro o cinco semanas, si no más.
Hasta cuando Asraf comparte el tiempo con sus “amigos” (¿hamigos?) Jonan y Adara se nota que está a una distancia abismal de ellos, que tienen el detalle de protegerlo y evitar ponerlo en evidencia. Me creo que Adara lo hace por cariño, aunque en Jonan pienso que es conveniencia. Jonan, ese concursante que hasta hace un par de semanas parecía sacado de la Aldea del Arce, alérgico a la polémica y la confrontación, pero ahora es el más deslenguado y crítico con todos, incluso con los más cercanos.
No olvidemos que Jonan se reía de la cara de loca de Adara cuando esta lograba cocinar de nuevo y ha tenido varios detalles con Asraf por los que parece evidente su falta de sintonía con él. Cuando dice que le dan todos igual y se burla de sus compañeros creo que está incluyendo a todos. También a Asraf, por muy bien que se lleven. O a Alma, pese a llevar todo el concurso a su lado. Adara está a su altura porque tienen el mismo linaje de influencer, aunque ella no cuenta con el apoyo de Dulceida y compañía. Y es que siempre ha habido clases.
Volviendo a Asraf, la torpeza de sus oponentes le ha permitido llegar hasta aquí con cierta vitola de gran superviviente y pobrecito desgraciado al que casi todos han tratado mal alguna vez. Dice Asraf: “Tengo que aguantar insultos e insinuaciones”. Pero es él quien lejos de insinuar puso en duda la equidad de Alma repartiendo la comida. Primero diciendo “he visto muchas veces” y apostillando después “dos veces”. Entre muchas y dos hay un trecho. De forma que la exageración está demostrada y reconocida por él mismo. Si son dos no son muchas. Asraf exagera y acusa a una compañera de algo y cuando se produce su reacción y la de su hermano (daría igual que fuera un concursante afín) entonces se queja de que le insulten, aunque dudo de que hubiera insultos realmente.
Asraf reclama que los demás presupongan en él la buena intención, como cuando abre un cocó recién amanecido sin contar con nadie y después lo cocina con isotónico de nuevo sin consultar. Sin embargo, él no se aplica el cuento y cuando reparten la comida sin que esté presente se queja y duda de Alma. La buena intención es patrimonio suyo y nunca aplicable a los otros. Terminará esta gloriosa edición y seguiré sin entender cómo no se ha dado cuenta una aplastante mayoría de la audiencia de la tosca maniobra de Asraf para quedar ante los espectadores como el concursante más vilipendiado y despreciado de la historia. En lugar de procurar una buena convivencia, sin meter el dedo en el ojo a sus enemigos cada dos por tres, lo que hace es remover el avispero buscando presentarse luego como un pobrecito.
En la burda estrategia de Asraf vale todo. Puede acercarse al grupo quejándose de que no hayan esperado a estar todos presentes para hacer el reparto de comida, pero al día siguiente abrir un coco mientras todos duermen. Los demás deben esperar a que esté presente, pero él no espera a nadie. Con lo primero está metiendo el dedo en el ojo a Alma. Con lo segundo a casi todos. ¿Ven como vale todo? Y lo mejor es que la respuesta de los zotes que le acompañan le pone en bandeja su política de victimización máxima. Ya sea porque Manuel se crispa y le termina hablando de su vergüenza porque formen parte de la misma familia. O porque Alma se acerca demasiado y en ese momento le haría un forro de collejas.
Se apartan un poco de la ineptitud general Bosco porque no entra en polémicas y Diego, único capaz de llevárselo por el lado de la ironía. En eso le reconozco cierto talento. Verle aprobando la limpieza de las piedras que rodean el fuego es una delicia porque me parece una respuesta mucho más inteligente de lo habitual. O cuando le pide perdón por haberle criticado que abriese un coco sin contar con nadie. La cómica ironía de Diego brilla más porque Asraf no la entiende del todo. Tengo la sospecha de que duda si están siendo sinceros o le están vacilando, para después descartar esta segunda y más verosímil opción.
Si hubiera más respuesta irónica y menos tremendismo a Asraf le hubiera salido el tiro por la culata y su careta ya habría caído estrepitosamente hace tiempo. Pero, por desgracia, lo que suele pasar es que una reacción inadecuada disuade al espectador del juicio crítico a Asraf para fijarse en las malas maneras de Manuel, o su anacrónica referencia a que Anuar (hermano de Asraf y concursante de Supervivientes en 2022) declarase en un Deluxe que se había acostado con la novia de su Asraf, a la sazón Isa Pantoja. Todas esas cosas impiden que analicemos el problema de raíz. La discusión va por otros derroteros y nos quedamos sin saber si es justo Asraf acusando a Alma de ponerse más arroz que a los demás, haya ocurrido eso muchas veces o tan solo dos.
Ya no estamos hablando de que discutan sin tener el objetivo de llegar a acuerdo alguno. En este caso es peor. Manuel y Alma discuten por rabia, Asraf esperando la rabia del contrario. En ambos lados están equivocados, pero a favor de los hijos de Raquel Bollo cuenta que les mueve un impulso y sacan su auténtico yo. Asraf, sin embargo, actúa según lo planeado, de forma sibilina y con un objetivo concreto. También tengo un comentario a favor suyo, y no es otro que le está funcionando la estrategia. Y en un reality lo que importa, en definitiva, es seducir o convencer a la audiencia. En eso les lleva metros de ventaja a Manuel y Alma, y miles de kilómetros a todos los demás.
La reacción de Jonan cuando Raquel Arias y Bosco se acercan a él para entonar el mea culpa en alguna medida y disculparse con él da buena muestra de la transformación a la que me refería unos párrafos más arriba. Es de agradecer su claridad y la ausencia de adornos para evitar quedar como antipático. Jonan no cae en lo mismo que critica en Bosco, una crítica aún así discutible. A Raquel Arias le dice abiertamente que la detesta un poco menos que a Diego y Ginés. Y a Bosco le quita de la de cabeza un acercamiento para recuperar la buena relación que tuvieron. Bosco no se movió del lado de Jonan cuando estaba harto de Mosquera y necesitaba desahogarse. Pero Jonan ya está en otro plano.
Jonan ha sido consciente de su superioridad respecto a casi todos los demás, tanto en cuanto a las pruebas como por el apoyo popular con el que cuenta. Si hoy se salva y deja de estar en la palestra será la confirmación absoluta de algo que ya tiene asumido: no le hace falta hacer apenas nada para asegurarse una plaza en la final. Por tanto, ¿para qué fingir? A lo más puede quedar de prepotente, ¿y qué? No importa porque en nada afecta a lo dicho. En casi todo le asiste la razón. En efecto, su superioridad es evidente. Por eso se mantiene alerta, pero ajeno a las discusiones, sin ponerse de un lado ni de otro. Solo lo hará si piensa que lo necesita. Entonces, si hace falta, le dará a Manuel un abrazo que puede ser para Asraf su sentencia de muerte definitiva en el concurso. Guarden este párrafo a buen recaudo.
La reacción de Jaime y Artur en la playa de los Olvidados cuando ven lo ocurrido con Yaiza y un gesto dudoso de Ginés tras ganar una prueba de recompensa el domingo son argumentos del Moleskine del gato de hoy. Y unos momentazos muy jugosos.