Hubo un tiempo en que cuando un concursante pedía su expulsión la audiencia respondía dejándolo en el juego. Recuerdo a Beatriz Trapote en 2010, siete veces nominada y expulsada a las puertas de la final. Es una solución perfecta al problema, cuanto más se querían marchar más hacía la audiencia por garantizar su salvación. Eso sí, nada de ser finalista. Es una pena que esta costumbre no haya tenido continuidad y en Supervivientes 2023 vaya a salirles bien la maniobra a aquellos que para ahorrarse la sanción consiguen condicionar la voluntad de la audiencia votante.
Dejar en el concurso a quien quiere irse puede ser interpretado como un castigo, pero también es una reivindicación de la audiencia. Nadie tiene que arrogarse con el derecho de suplantar la voluntad de los espectadores, en cuya mano está la evolución del concurso a través de las expulsiones semanales. Es nuestra prerrogativa, y si hacemos caso del deseo expresado por un concursante le estaremos cediendo el privilegio. No reclamo un castigo cruel, sino el respeto a las reglas del concurso y su formato. Además, no siempre se trata de un castigo.
En ocasiones la audiencia ayuda a concursantes que tienen la errónea visión de que su paso por el programa debe llegar a su fin. Espejismos que conducen a pedir una expulsión para arrepentirse más tarde. También podríamos todos recordar casos pasados de concursantes agradeciendo no haber sido expulsados para poder continuar viviendo la aventura. Bajarse en marcha de esta maquina es prácticamente garantía de arrepentimiento y una vez apeado no es posible volver a reengancharse. Dejar a los concursantes un poder que debería residir en la audiencia es traicionar el espíritu del programa.
Otra cosa es que la voluntad del concursante coincida con la audiencia, aunque muy valiosos tienen que ser los otros nominados para no poder aplazar el momento de dar salida a quien quiere marcharse. Katerina decía esto el martes en Tierra de Nadie: “Quiero dar las gracias a este concurso que he disfrutado muchísimo, he vivido experiencias inolvidables aquí”. Obsérvese que habla en pasado, como si se supiera fuera. Al agradecimiento le seguía un pero en forma de petición: “Pero me gustaría que este jueves se acabara para mí y me encantaría volverme a casa”. Esto es a lo que me refiero cuando pido que el expulsado sea otro de los nominados.
Pedir la expulsión es algo prohibido por las normas del concurso, aunque solo se haya castigado en alguna ocasión concreta. Así se lo advirtió Laura Madrueño a Katerina: “Sabes que no puedes pedir eso”. Con el paso de los años esto tan aparentemente sencillo se ha convertido en un problema complejo, y eso puede ser la clave de que la audiencia no responda como antes ante una petición de expulsión. Cuando esto sucede siempre sale alguien defendiendo la teoría de que el concursante lo que realmente desea es seguir en el concurso, y utiliza esta estratagema como si fuera un juego de psicología inversa. El razonamiento se formularía así: pido la expulsión y así me garantizo seguir porque la audiencia querrá castigar mi actitud dejándome. No cuela.
Esa jugada de farol a la que me refiero significa correr demasiado riesgo y no parece posible que muchos concursantes hayan recurrido a ella. Mucho menos si tenemos en cuenta que se trata de un razonamiento complejo inimaginable en un alto porcentaje de concursantes. En cualquier caso, para participar en Supervivientes hace falta tener algunas ideas muy claras, de igual forma que a la audiencia se le exige una capacidad de relacionar ideas que no todo el mundo puede acreditar.
En el caso concreto de Katerina descarto de plano la posibilidad de que exprese su deseo de marcharse porque se quiere quedar. La llevamos viendo mal desde hace días, de nuevo devorada por los insectos y sin mayor motivación para seguir. Imagino que Manuel tiene alguna responsabilidad en ello. Después de aquel beso planificado para ser captado por una cámara desde cierta distancia, apenas se han visto gestos de cariño entre Manuel y Katerina. Es más, cuando esta le ha dicho al cantante que se quiere marchar este no ha intentado retenerla en ningún momento. Más bien me ha parecido verle aliviado pensando en que eso suceda finalmente.
Como espectador, preferiría que Katerina siguiera por los dos motivos indicados. A mi reivindicación sobre la oportunidad de recuperar esa audiencia castigadora se le une el deseo de darle a esta concursante una segunda oportunidad. Como decía antes, es muy posible que nos lo agradezca en un futuro cercano. Pero es que esta semana debe salir otro de los nominados. En realidad es otra. Salvada Adara no puede haber duda de que me estoy refiriendo a Yaiza. No nos dejemos embaucar por la princesita rusa y vayamos al turrón sin mayor dilación. Yaiza debe salir a preparar una boda real y no un paripé hondureño con Ginés, candidato a ser el siguiente expulsado.
Ha sido inevitable que Ginés y Yaiza tuviesen su boda hondureña, que se debe haber celebrado ayer con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo ha impedido (un antitaurino usando terminología taurina). Lo que podemos evitar es que aprovechen y pasen la luna de miel en los cayos Cochinos y con todos los gastos pagados. No se van a dar grandes banquetes, pero tienen sitio reservado en primera línea de playa. Hablando en román paladino, creo que hoy debería ser eliminada de la palapa Yaiza y, siguiendo la costumbre de este año, el domingo ser la expulsada definitiva. De esta forma, acompañaría a Sergio, Gabriela y Mosquera. A falta de una semana para llegar al paso del ecuador (según mis cálculos) no tenemos que lamentar ni una sola pérdida, por suerte.
En un momento de debilidad Asraf contempló el jueves pasado la posibilidad de estar equivocándose en algo. “Algo habré hecho mal para que nadie se ponga detrás de mí”, decía este concursante tras comprobar que solamente Adara le elegía como el nominado que no debía ser expulsado. Poco le ha durado la autocrítica porque sigue en el bucle de exhibición pública victimista. Grabando unos totales a cámara Asraf llora, una vez más. Y se lamenta de no encajar en el grupo, tampoco en este de playa Cabeza de León.
Cierto que Asraf ha tenido mala suerte y solo es nueva en su grupo Raquel, a quien se entretiene en piropear, destacando sus dotes de superviviente. No se ha dado cuenta de que Raquel es la única que no necesita ganarse porque es la típica concursante acrítica cuya estrategia es llevarse bien con todos para ir viendo pasar las semanas sin mayores complicaciones. Su tibieza me produce sudores, aunque en el fondo me deja frío.
Y un apunte de playa Olvidada donde sobreviven Jaime y Artur haciendo honor a su ubicación: olvidados. Pero en estas semanas se están forjando como supervivientes y pueden terminar siendo temibles para el resto cuando llegue la reunificación en un solo grupo, aunque eso todavía puede tardar. Tampoco sabemos si van a llegar, aunque lo merecerían ambos. Ayer vimos a Artur pescando un ejemplar de tamaño nunca visto (enorme, quiero decir). Con ese pez tendrían para comer una semana en cayo Paloma. Tampoco entiendo cómo no se hacen una sopita de pescado. He empezado recordando a Beatriz Trapote y voy a terminar con Cuca García de Vinuesa y su sopa de lapas, que este gato dio en calificar como “sopa alucinógena” solo por hacer el chiste. Es cierto que no hacen sopa, pero ahora andan flipando con el coco con isotónico, una receta de Jonan producto de la casualidad que convierte el coco en una chuchería. ¡Lo que no inventen en Supervivientes 2023!
No sé si solo a este gato quisquilloso le ha parecido que el abrazo de Asraf a Adara tras la salvación de esta última no era correspondido como lo hubiera sido posiblemente una semana antes. También destaco hoy en el Moleskine del gato el detalle de Alma al preocuparse por Jonan preguntando si la recompensa de los perritos calientes tenía versión vegana. Y con los dos momentazos de hoy llegamos ya a los primeros 50. Y siguiendo…