Buenas tardes, amiguitos:
hoy os voy a contar una divertida historia sobre cómo diferenciar a la gente que se dedica a conectar cables, llevar papeles, redactar noticias y aplicar sombrita de ojos, de las estrellas, presentadores y colaboradores de corrillos varios que ponen la cara. No es que tengáis los colores de vuestras televisiones saturados hasta la náusea, es que la gente en la tele es de color naranja.
Es el método para identificar al personal. ¿Eres naranja? Trabajas ante la cámara. ¿Eres de color carne? Trabajas detrás. La cámara no sólo marca la línea ideal que separa el impoluto y hermoso decorado del pasillo gris donde serpentean millones de cables de colores. También supone una línea que separa a la gente naranja del resto, como una especie de franjita de Gaza y Cisjordania que aquí, para suerte de los trabajadores, no se cobra bajas humanas y ve su armisticio cuando llega la hora de las toallitas desmaquillantes.
En el Edificio C, unos quince metros más allá de la máquina de zumitos de naranja, los cuartos de baño donde hay insultantes pintadas sobre Jesús de Manuel y la Sala VIP donde ningún famoso de pro quiere hacer tiempo habiendo otros sitios mucho más divertidos, están los camerinos. En los camerinos la gente entra siendo mortal, como nosotros, y sale siendo naranja y oliendo bien. Y con el pelo casi actuando con vida propia. Y emanando celebridad y noticias frescas.
Si la tele tuviera -todavía- más sentido del humor, la salida de los camerinos contaría con la misma máquina de humo y los focos blancos de Lluvia de Estrellas para mostrar la transformación. Y todos miraríamos emocionados y aplaudiendo, sorprendidos ante el cambio (tosiendo y sin poder respirar a causa del humo, pero emocionados de cualquier manera). Cuando no se está grabando ningún programa en directo en el edificio es el sitio más divertido para ponerse a cotillear.
Hoy afluían allí Lara Dibildos y José María Iñigo. Y no hace falta decir que menuda impresión ver a Jose María Iñigo, que una cosa es encontrarse a Luis Rollán o Pipi Estrada y decir jiji jeje mira uno que sale en la tele cuyo nombre no recuerdo qué emoción y otra cosa es encontrarse a Iñigo, que es como encontrarse con HISTORIA VIVA, como ver a LA TELE EN SÍ MISMA. Me pregunto si hablarían sobre el efímero y olvidado Las mañanas de Telecinco, el divertido magazine que Iñigo presentó con Laura Valenzuela, mamá de Lara, en 1993. Por aquel entonces Telecinco era conocida como Tetacinco y Twin Peaks compartía parrilla veraniega con Las noches de tal y tal, ¡qué recuerdos!
Iñigo y Lara Dibildos eran invitados del Pasapalabra que se grababa en el plató que se encuentra cruzando el pasillo. Debo aclarar sobre la visión de Lara Dibildos la siguiente secuencia de cosas:
Hay una vieja grúa abandonada en otro pasillo cercano ("¡cuántos pasillos atraviesa este jovencito!", pensará el lector avezado. Claro, por eso y no por otra cosa me llaman a mí pasillero). Era una grúa de esas antiguas en las que el señor cámara tenía que ponerse en la puntita con gran peligro para su vida, antes de que las cabezas calientes llegasen a la tele para hacer esos espectaculares movimientos de cámara que van desde el cogote de Jordi González hasta una visión aérea de todo el público del plató. En su base se podía leer:
Grúa CIRCOS TELECINCO
Y, acompañando, el antiguo logo de Telecinco, con su florecita y todo.
José María Iñigo, la hija de Laura Valenzuela y, para rematar, semejante aparición digna de museo. Me acordé de Contacto con tacto, de Kike Supermix y de aquel programa de los sábados por la mañana que presentaban Paloma Lago y Andrés Aberasturi donde se celebró el primer certamen de dobles de Sensación de vivir. Y snif y tal.
Me puse tonto.
Hice pucheros.
Me fui a casa.