8 días, 2 aviones y un barco para llegar al trabajo
8 días, 2 aviones y un barco: eso es lo que empleo en llegar a mi oficina. Ahora por fin escribo estas líneas desde la Isla Livingston en la Antártida pero llegar hasta aquí no ha sido nada fácil. Un par de aviones hasta Ushuaia (la ciudad más austral de Argentina ) me llevaron hasta el puerto donde embarqué en el buque oceanográfico Hespérides. Eso fue hace ya cinco días. Luego comenzó la travesía... que fue el horror.
Los días embarcados cruzando el Canal de Drake con olas ente los cuatro y cinco metros son sin duda la parte que menos me gusta de todo mi trabajo en la campaña antártica. No siempre es así, pero en este caso el temido Canal de Drake o Mar de Hoces no perdonó.
El barco daba bandazos de lado a lado durante todo el viaje hasta el continente helado, a veces, los armarios se abrían y su contenido caía al suelo en una cascada de extraños objetos. El personal se paseaba mareado por las entrañas del barco serpenteando por los pasillos y apoyándose con ambos brazos en las paredes o, en la mayor parte de los casos, descansaba en sus camarotes intentando aguantar el mareo.
Al cabo de tres noches y cuatro días comenzaron a verse los primeros icebergs que anunciaban la llegada a la Antártida y, poco después, por fin tierra, o mejor dicho, hielo. Este año la gran novedad es la nueva base donde nos vamos a alojar.
Tras varios años de obras por fin estrenamos una gran estación científica amplia y moderna. Un nuevo paso para la ciencia polar de nuestro país que os describiré en futuras entradas y un gran cambio en la calidad de vida de los científicos y técnicos que allí se alojan.