Ir al baño en una expedición de este tipo, a temperaturas tan bajas y en medio del hielo, no es fácil. El viento congela cualquier parte del cuerpo que dejes al descubierto y tampoco es fácil manejarse con tantas capas de ropa y una botas que parecen las de un astronauta. Cada cual tiene sus maneras y las va desarrollando y mejorando según van pasando los días en el hielo.
Este año ha habido una gran novedad en este campo, una autentica revolución en el mundo del toilette polar. Uno de los integrantes de la expedición, natural de Groenlandia, ha realizado la gran mejora en este campo ante la mirada atónita del resto de expedicionarios. El segundo día, mientras todos permanecíamos en el interior de la tienda cocinando o dedicándonos nuestros menesteres, él se encontraba afanado en el exterior sin saber nosotros exactamente a qué se estaba dedicando. Las horas pasaban y con ellas escuchábamos el incesante rumor de la pala de nieve entrando y saliendo de la misma constantemente. No recuerdo quién fue el primero en salir al exterior y descubrir la gran sorpresa: un autentico baño, con retrete, paredes y hasta cojín sobre el que asentarse cómodamente. El baño polar había nacido.
La construcción de semejante obra no fue única de aquel día. Se convirtió en ritual para deleite de toda la expedición. Cada día, cuando parábamos nuestro trineo en una nueva localización, J. J. se ponía manos a la obra y comenzaba su obra. Podía pasar horas cortando los ladrillos de nieve correctos para levantar sus muros y crear la arquitectura perfecta del retrete. Nunca nadie ha construido tantos baños día tras día, nunca nadie lo ha hecho sobre la nieve. Había jornadas en los que era tal su obstinación que pensábamos que iba a añadir al conjunto alguna columna dórica o un arco de medio punto desde el que contemplar el sol de medianoche mientras uno está sentado tranquilamente en el trono.
Diecinueve baños polares construyó JJ durante nuestra expedición. Cada cual más elaborado y cómodo. Diecinueve hitos que marcan el recorrido que el trineo de viento ha realizado a lo largo de mil doscientos kilómetros en el interior de Groenlandia y que conducen hasta la estación científica de East Grip. En esta base de investigación en el corazón del hielo concluimos nuestro viaje y, por fin, pudimos cambiar el retrete helado por uno igual de cómodo pero algo más caliente.