Cómo pasar unas semanas sin ducha en el último rincón del mundo
Después de más de un mes viviendo en la base juan Carlos I y disfrutando de todas las comodidades de sus nuevas instalaciones (ducha casi diaria incluida) me encuentro ahora en el campamento Byers. He cambiado mi habitación doble con litera por una tienda de campaña, la comida de la base hecha por cocineros profesionales por envases congelados y envasados al vacío y esas duchas calientes por un paquete de toallitas húmedas.
Aquí en el campamento vivimos en tiendas de campaña y pasamos casi todo el tiempo a la intemperie. El campamento esta situado a unos cuatrocientos metros de la playa y todo aquello que entra y sale del campamento lo hace a nuestras espaldas. Agua incluida. Ni que decir tiene que es imposible ducharse y que la higiene es bastante reducida.
El primer año que estuve aquí pasé más de dos meses en el campamento. El día que me recogieron y me subieron al barco la tripulación del mismo me hacía una especie de pasillo a mi paso, nadie se quería acercar: no quiero ni imaginar cómo debería de oler en aquellos momentos. Me fui directo a la ducha y a punto estuve de meterme vestido para sentir el primer contacto de agua caliente en más de setenta días.
Por raro que parezca no se huele tan mal como puede parecer. Debe ser la atmósfera limpia y la falta de toxinas en el ambiente lo que hace que el cuerpo humano no huela tan mal como se puede llegar a oler en una ciudad tras unos días sin pasar por la ducha. Pese a esta escasez de agua caliente algo de higiene sí que tenemos.
Por las mañanas colocamos un balde de agua caliente con jabón para lavarnos la cara y las manos nada más despertar. Una vez cepillados los dientes el resto de la higiene diaria se hace con toallitas húmedas. Si uno se cansa mucho puede acercarse a un pequeño arrollo que fluye junto al campamento y refrescarse con el agua fría en movimiento pero, la verdad, no es algo que apetezca demasiado.
Con todo ello, uno de los mejores momentos de la campaña en la península Byers es cuando, una vez finalizada, el barco te viene a buscar y puedes descansar bajo la ducha caliente del camarote. Uno de los momentos más dulces de la campaña antártica que tengo en la memoria.