En las últimas semanas hemos recorrido, explorando, gran parte de isla Livingston. Con objeto de trabajar en nuevas zonas que no conocíamos hemos tenido que abrir rutas por lugares que tan solo habíamos reconocido a través de los mapas.
Puesto que la mayor parte de nuestro trabajo discurre sobre el hielo una parte importante de la prospección por nuevas rutas es comprobar la seguridad en las mismas, es decir, señalar la presencia de grietas en posibles zonas delicadas.
Nosotros nos desplazamos en moto de nieve la mayor parte del tiempo, pero cuando la zona presenta indicios de no ser segura lo hacemos en esquís, estos son más ligeros que las motos y por lo tanto más seguros. De esa manera reconocemos las rutas libres de grietas y que conectan puntos de la isla con interés.
Uno de estos lugares es cabo Shirreff. Se trata de una zona ASPA (de especial protección), se encuentra en la parte norte de la isla y en ella crían gran cantidad de lobos marinos, así como pingüinos y elefantes marinos. En cabo Shirreff hay dos pequeñas bases o refugios temporales. Uno pertenece a Chile y el otro a los Estados Unidos.
Pocos días después de reconocer la ruta que une nuestra base con dichos refugios tuvimos que volver a recorrerla. Por la noche sonó la emisora comentándonos que un helicóptero argentino dejaría en nuestra base a un investigador americano al que habría que llevar por tierra hasta la base que su país tiene en Cabo Shirreff.
El helicóptero aterrizó una noche con poco viento y algo de nieve, levantando una nube de guijarros sobre parte del personal somnoliento de la base Juan Carlos I. Al día siguiente, temprano, ya estábamos en nuestras motos de nieve recorriendo el domo glaciar de Isla Livingston.
Cincuenta kilómetros nos separaban de nuestro objetivo y tardamos algo más de dos horas en recorrerlo, dejando combustible por el camino para repostar en el camino de vuelta.
Cuando llegamos a la base que era nuestro destino nos recibieron sorprendidos pues nadie, excepto nosotros, había llegado hasta su base por tierra, o mejor dicho hielo. El científico al que habíamos llevado se quedó en la base y nosotros retornamos por el mismo camino.
La Antártida es un lugar donde el espíritu de ayuda mutua, entre las distintas naciones, se mantiene y se hace evidente en el día a día. La colaboración entre las bases es más que habitual: se trata del llamado espíritu antártico. Aquel con el que los países se apoyan para salir adelante y desarrollar sus propias investigaciones en este lugar remoto e inhóspito donde toda logística es compleja y exige un gran esfuerzo.