Vuelvo a pisar el continente blanco. Por novena vez acudo en el verano austral a trabajar en la base antártica Juan Carlos I. Lo que empezó siendo un sueño durante muchos años, ha acabado convirtiéndose en mi trabajo habitual que disfruto, año tras año, cada vez con más intensidad.
Todo empezó escribiendo una carta al encargado de la gestión de la base contándole mi sueño: quería trabajar en la Antártida. Por aquel entonces tenía ventipocos años, me dijeron que era muy joven así que seguí intentándolo con el paso del tiempo. Al final lo conseguí, parece ser que ya había crecido lo suficiente, y me embarqué en una campaña que duró cuatro meses y que me cambió la vida. Eso fue hace nueve años y desde entonces he acudido puntual, todos los años, a mi cita con el frío, los pingüinos y el hielo.
Mi trabajo consiste en guiar a los científicos a los lugares donde tienen que desarrollar sus investigaciones. Estos lugares pueden ser un glaciar, la cima de una montaña o una pingüinera. En mi trabajo acompaño a los investigadores velando por su seguridad y ayudándoles en lo que buenamente puedo. Mi trabajo no es investigar sino simplemente apoyar a los que investigan.
La mayor parte de mi día a día transcurre en una zona de glaciares. En ellos los científicos miden una serie de parámetros de manera constante y estudian aspectos relacionados con su dinámica, el calentamiento etc. Los glaciares pueden ser lugares peligrosos pues en ellos se forman grietas que a menudo tienen cientos de metros de profundidad y la anchura de un autobús. Una de mis labores es la de conducir con seguridad a los científicos por esta maraña de fisuras en el hielo.
Una particularidad del trabajo en la base en la que vivo es que además de las propias tareas de mi puesto, todos los trabajadores hemos de participar en la logística general de toda la base. Por eso tareas como la carga y descarga de material, el almacenamiento de víveres o el mantenimiento general de las instalaciones, son realizadas por todos los miembros del equipo sea cual sea su puesto de trabajo.
La base antártica en cuestión se llama Juan Carlos I y está abierta solo durante el verano austral, aproximadamente de diciembre a marzo. Todo el personal que en ella trabaja es civil a diferencia de la otra base científica que España posee en la Antártida: llamada Gabriel de Castilla y situada en Isla Decepción, gestionada por el ejercito. Este año pasaré cerca de tres meses en la Antártida y, si las comunicaciones lo permiten, intentaré contar mi día a día a través de estas páginas.
Permanezcan atentos, seguiremos informando.
*Imagen: Base antártica Juan Carlos I junto al barco Sarmiento de Gamboa, mediante el cual Moreno ha llegado. / H. Moreno