A la mañana siguiente de acampar en su jardín, nuestros anfitriones nos despertaron con café recién hecho y fruta de sus árboles. Así da gusto. Además, nos recomendaron un pequeño lago cercano donde refrescarnos pues, por fin, el calor volvía a hacer acto de presencia. Pero el buen tiempo dura poco y a partir de ese día comenzamos con la tónica de tormentas al atardecer y bochorno durante el día que nos ha acompañado el resto de los días.
Uno de los aspectos interesantes en este tipo de viajes es la gente que te encuentras en el camino. En este caso hemos tenido mucha suerte, sobre todo nuestra hija Sara. Ya desde las primeras etapas hemos coincidido en prácticamente todas las zonas de acampada con una familia francesa y, la niña pequeña y Sara, se han convertido en amigas inseparables.
Es muy importante para los niños en este tipo de viajes estar entretenidos si puede ser jugando, por eso, todo contacto con otros niños se torna fundamental. Al atardecer, cuando llegamos al camping de turno, las niñas se juntan y no dejan de jugar hasta que se despiden para ir a dormir. Y así día tras día.
Ya van quedando menos días y menos kilómetros para llegar a Passau y terminar la etapa de 580 kilómetros que nos hemos marcado como objetivo este año. Para ello, acabamos de pasar por probablemente la ciudad más importante del viaje: Ratisbona, desde donde escribo estas líneas.
Para llegar a la ciudad atravesamos una impresionante zona del Danubio donde este se estrecha hasta encontrarse sus orillas a apenas 70 metros la una de la otra, y el río se encañona flanqueado por altas paredes de caliza.
Este tramo, de pocos kilómetros, es recomendable recorrerlo en barco, pues es la única manera de contemplarlo y así lo hicimos. Se embarca junto a la abadía benedictina de Weltemburg que se eleva de improviso en un meandro del río cubierto de vegetación. A parte de su iglesia barroca, la abadía es conocida por el restaurante que sirve sus especialidades bávaras a los visitantes. La cerveza es elaborada por los monjes y ahí la degustamos junto con salchichas blancas bañadas en mostaza dulce servidas en hermosos cuencos de barro blanco y acompañadas con pretzles.
Llegamos a Ratisbona al atardecer y nos alojamos en un albergue para volver a disfrutar de una buena cama y visitar la famosa ciudad. Da gusto aparcar la bici durante unas horas y poder caminar sobre todo en una ciudad tan espectacular. Mañana comenzaremos el último tramo de nuestro viaje y en tres días, si todo sale bien y logramos hacer en cada uno de ellos unos cincuenta kilómetros, llegaremos al final del viaje.
Día 11 de viaje.
Kilómetros recorridos: 435.
Menú: espaguetis con ajo y aceite, salchichas y cerveza