La respuesta es muy sencilla: en mitad de una expedición en el hielo, por lo general, uno no se ducha. Es decir, nada de limpieza general. La higiene suele ser muy limitada y se limita a toallitas húmedas... a veces perfumadas. Y poco más, porque vivimos en una tienda de campaña colocada encima del trineo, de la que solo salimos para pilotar el mismo, las temperaturas son muy bajas y solo tenemos el agua que obtenemos derritiendo la nieve.
Esto es un trabajo largo y el líquido obtenido es sagrado y sirve para cocinar y para hidratarse. No es viable derretir muchos litros de nieve solo para echárselos por encima ni tampoco hay lugar para ello ni, sinceramente, apetece desnudarse a treinta bajo cero. Lo que sí es posible es obtener algo de agua caliente y con ello y un poco de jabón asearse en algún momento.
En cuanto a la ropa, no es posible lavarla y no se llevan demasiadas mudas para cambiarse porque no hay espacio para llevar mucho equipaje. Lo que sí es posible es airear un poco algunas prendas de vez en cuando, o mejor, esconderla para no morir del olor durante la comida u otras estrategias similares.
La realidad es que cuando uno se lava en esas situaciones obtiene una recompensa efímera, pues al cabo de unas horas o de unos días vuelve casi a estar tan sucio como antes. Es mejor esperar al final del viaje.
De todos modos, aunque suene a excusa barata, en esos lugares y debido a la atmósfera tan pura y no contaminada como el hielo de Groenlandia, uno no huele tanto. Ni tan mal. Hace años pasé dos meses gestionando un campamento científico en la Antártida, no había duchas y hacía frío y mucha humedad. Por supuesto que no me duché en todo ese tiempo y me convertí en un profesional del mundo de la toallita húmeda.
Eso sí, al subir a bordo los marineros me hicieron un paseíllo como si hubiesen recogido a un náufrago y yo me metí en la ducha vestido (sin botas). Recuerdo aquella ducha como uno de los momentos más estelares de mi estancia en tierras polares.
El tema del cepillado de dientes es más fácil. Yo llevo siempre un cepillo encima metido dentro de una bolsa ziploc y me lavo los dientes en diferentes ocasiones usando nieve en vez de agua y sin pasta porque suele estar congelada dentro del tubo y no quiere salir.
El tema de la pasta de dientes lo dejo sólo para ocasiones especiales y cuando se ha calentado lo suficiente en el interior de la tienda para salir de su tubo. Con todo esto dicho podríamos resumir la higiene en la expedición de la siguiente manera: toallitas húmedas y cepillo de dientes.