El muñeco no fue la única mentira de Marina
Anoche Gran Hermano 16 recibía la llegada de un nuevo habitante tras la expulsión de Maite. Juan, el hijo de Marina, o lo que es lo mismo, un muñeco reborn que hace las veces de ello, desvelándose así el secreto de esta concursante.
La supuesta madre no tardaba en intentar dar pena a sus compañeros soltando alguna que otra lagrimita con la que pretendía justificar su mentira. Según ella, se ha sentido muy culpable por hacer creer a sus compañeros que su muñeco tenía vida propia e intentaba dejar claro a sus compañeros que ella no está loca y que nunca había sacado a la calle a pasear a “su Juan” en un carrito de bebé.
Todo esto ha formado parte del juego de los secretos de Gh16, pero ahora que el secreto ha sido resuelto me es inevitable hablaros de los escalofríos que me provoca esta chica.
Recuerdo como Marina estuvo durante horas hablando con todo lujo de detalles sobre las horas en las que sufría los dolores del parto e incluso las sensaciones que tuvo cuando le administraron la epidural. En ese momento no sabía si aplaudir su brillante actuación o esconderme debajo de la mesa por la surrealista historia que narraba esta chica.
Sin olvidarnos del papelón de víctima que vendió a sus compañeros desde el minuto cero creándose un perfil de madre soltera abandonada en el peor momento de su vida por el padre de su hijo, de lo mal que lo había pasado con la separación de su novio, que nunca habían vuelto de verse… Cuando la realidad es totalmente opuesta.
En realidad, Marina tiene novio desde 2011, un chico llamado Luis Daniel que actualmente sigue siendo su pareja, por lo que ni siquiera su versión de pobre chica abandonada por su novio era cierta.
Vale que Juanito sea un muñeco de casi 1.000 euros que se compró en Septiembre del año pasado del que presumía en sus redes sociales, pero toda la historia de su vida que ha detallado al resto de sus compañeros es una auténtica patraña de la a la z.
Poco antes de la llegada del reborn a Guadalix, Maite se convertía en la primera expulsada de Gran Hermano 16, perdiendo la oportunidad de ganar el preciado maletín y seguir disfrutando de la experiencia en el reality. Pero, sin duda, los mayores damnificados por esta decisión de la audiencia hemos sido nosotros, los seguidores de Gh y, sobre todo, los consumidores del Gh24horas.
Y es que, por mucho que pasen los años y nos creamos todos unos expertos en realities por seguir cada una de sus ediciones, no aprendemos. La audiencia será soberana pero, en mi humilde opinión, sigue cometiendo errores de novato.
Todos estamos de acuerdo en que Maite ha sido de los concursantes más políticamente incorrectos que ha pisado esa casa, si no es la que más. Se ha pasado de la raya en un sinfín de ocasiones, y no es algo discutible. Pero, para mí, haber podido disfrutar de la Pamplona durante sus 10 días de encierro ha sido una agradable sorpresa. Un regalo como fiel seguidor de este formato.
Maite ha sido la auténtica protagonista y, destacar sobre los que te rodean, conlleva ser juzgada con mayor dureza. No me malinterpretéis, casi la totalidad de las críticas que ha acumulado esta concursante han sido justificadas. Posee un carácter insoportable y una lengua viperina digna de estudio, por no hablar que su comportamiento ha sido estridente y paranormal por completo. Pero, lo que realmente me molesta es que se haya utilizado distinta vara de medir para echar por tierra las acciones de esta mujer, pasando por alto actos igual de reprobables del resto de sus compañeros.
Si Maite en un momento dado utilizó como equivocadísima expresión dar un patadón en la cabeza al perro, faltó tiempo para que en las redes se empezaran a crear plataformas pidiendo su expulsión por supuestamente hacer apología al maltrato animal. Pero, si Vera expresa su deseo de dar cuatro puñetazos al perro si se le acerca, su comentario carece de importancia y pasa desapercibido.
Si Maite ha sido dura en sus ataques verbales contra sus compañeros, todos se han echado las manos a la cabeza tachando de injustificable su comportamiento en la convivencia. Pero, si Ivi decide llamar `puta´ a la cara a Maite y golpear a su enemiga con un cajón de la cocina de manera cobarde y sibilina mientras esta discutía con su prometido, no pasa nada.
Si Maite ha intentado ir de mujer fatal asegurando que ella utiliza a los hombres como pañuelos, sus palabras han sido repetidas hasta la saciedad y juzgadas con dureza. Pero si Suso hace ese mismo tipo de comentarios apoyados por su amigo Muti, o incluso mucho más soeces, no tiene la menor importancia. Es más, este niñato es tratado como todo un galán, un ligón incansable y todo un machoman, tanto dentro como fuera de la casa, teniendo incluso que escuchar a Niedziela decir “Todos los tíos de España te entienden, todas las tías de España están enamoradas de ti”. Tremendo.
Si Maite ha criticado aspectos de la vida de sus compañeros, como que Marta se haga la víctima por recibir como paga mensual 1.400 euros, la reacción de todos ha sido cargar contra la de Pamplona por creerse con el derecho de juzgar la vida de los demás. Pero si Carlos arremete contra Maite con comentarios tan desafortunados como “te preñaron y te lo comiste con patatas” su salida de tono no genera ningún tipo de respuesta ni dentro ni fuera de la casa. Y es que, aunque creamos que hemos avanzado mucho, está claro que cierto grado de machismo sigue estando a la orden del día. Y, lo más preocupante, en lo que se consideran `las nuevas generaciones´.
Pero pasa en las mejores casas, en los mejores trabajos… El que adopta un perfil bajo, siempre tiene las de ganar contra aquellos que dan un paso al frente. Y eso que siempre pedimos gente sincera, auténticos personajes que consigan tenernos pegados a la pantalla, concursantes que se mojen y no sean meros muebles de decoración… Pero, en definitiva, ¿para qué? ¿para expulsarlos la primera semana?
No nos merecemos el excelente trabajo que han realizado el equipo de castings de Gh16 regalándonos a alguien como Maite. ¡En 16 ediciones de concurso nunca hemos conocido a nadie como ella y no hemos sabido apreciar todo lo que ese personaje estaba dando al programa!
Ese es el sentimiento que me queda tras su expulsión de anoche porque, quizá seamos retorcidos, quizá no nos hayamos puesto en la piel de los demás concursantes que han tenido que vivir con ella… Pero nosotros, como espectadores, como consumidores de este reality, deberíamos haber mirado por nuestro beneficio, y Gh16 sin Maite nunca será lo mismo. Afirmación que seguramente sólo entenderán los que, como yo, aprovechamos cada momento que estamos en casa para conectarnos al 24 horas y deseábamos ser testigos de cada uno de sus brotes y de sus ilógicos monólogos, canciones y bailes que nos han divertido hasta el extremo hasta hacernos llorar de risa.
Porque, personalmente, yo no veo Gran Hermano para buscar entre sus concursantes un modelo a seguir en mi vida. Busco diversión, entretenimiento, desconectar de los problemas del día a día. Y, en eso, Maite ha sido la mejor con diferencia, le pese a quien le pese.
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