José Antonio Canales Rivera ayer finalmente conseguía lograr su mayor sueño: marcar historia en el mundo del toreo. Eso sí, de la forma más textual posible, ya que Canales Rivera se ha convertido en el primer torero de nuestro país condenado por maltrato animal tras marcar cruelmente a un caballo de su propiedad.
Los hechos se remontan al pasado mes de Febrero, cuando Canales Rivera fue denunciado ante la Fiscalía de Medio Ambiente de Cádiz por el Observatorio Justicia y Defensa Animal, tras recibir el aviso de varios testigos sobre la alarmante situación en la que se encontraba el caballo del torero en un club de hípica de Cádiz.
En consecuencia, ayer el Juzgado de Instrucción número 1 de Puerto Real –Cádiz- condenaba al diestro al pago de 600 euros por una falta de maltrato animal, después de que el torero aceptara los hechos que se le imputan y la sentencia de conformidad, por lo que el juicio no ha llegado a celebrarse.
Pero, ¿cuál fue el motivo de la sonada denuncia? Según los testigos del club de hípica que iniciaron el proceso judicial, el caballo de Canales Rivera, que se hallaba en una de las cuadras de las instalaciones, mostraba heridas en su hocico en forma de media luna, sangrantes y profundas.
Graves lesiones que corresponden al uso de las denominadas “serretas vivas”. Para todos aquellos que somos ajenos al mundo del caballo, ¡el artilugio con el que Canales Rivera infringió las brutales lesiones se trata ni más ni menos que de un instrumento de tortura!
Una herramienta inhumana que considero importante que analicemos, para que seamos realmente conscientes de la gravedad de los hechos…
Se trata de un arco metálico serrado –como el que podéis apreciar en la imagen- fabricados con pinchos de hierro que se colocan en la nariz del caballo.
Por muy suaves que se utilicen, inevitablemente marcan al caballo por lo que constituyen un método de dominación del animal que hace honor al salvajismo más alarmante, ya que este artilugio oprime violentamente el hocico del animal, el cual, cuando osa hacer un movimiento no deseado por el jinete, obtiene como resultado un insoportable dolor a causa de la fuerte presión que padecen los nervios de la zona y de las punzantes heridas que se van produciendo cada vez más profundas en la piel del animal.
Un instrumento de tortura que podemos encontrar por el módico precio de 15 euros y que garantiza un método para someter al caballo a base de dolor físico, psíquico y terror en estado puro.
Así pues, este es el modus operandi que Canales Rivera utilizaba para controlar a su caballo. Ya se sabe que el necio, a falta de maña, utiliza la fuerza bruta…
Puede que en el mundo en el que este individuo se mueve, en el que un espectáculo sangriento que ocasiona lentamente la muerte de un animal a base de estocadas debe considerarse un arte, sea normal y loable producir heridas abiertas a los animales que son de tu propiedad para que estos bailen al son que te plazca.
Es como si comenzamos a poner clavos en el collar de nuestros perros, para que estos, con un simple tirón de correa, aprendan que no deben desobedecer nuestras órdenes.
¿Efectivo? Seguramente. ¿Sádico y brutal? Sin lugar a dudas.
Pero, aunque el maltrato animal sea una constante en el siglo XXI y las leyes que regulan este tipo de actos sean insuficientes, gracias a Dios, las cosas están cambiando.
Hace un mes un cazador toledano era condenado a 7 meses de cárcel por ahorcar a sus galgos mientras aseguraba que “desconocía que ahorcar animales fuera delito”, y ahora, un personaje conocido de nuestro país es condenado por maltrato animal.
Aunque este último sea considerado un juicio de faltas y únicamente tenga que hacer frente a una multa de 600 euros, es un avance, aunque lento y en pequeños pasos, pero que, gracias a las sentencias que se están llevando a cabo últimamente, vamos abriendo camino en la defensa de los derechos de los animales, que muchos de ellos tienen la desgracia de caer en manos de auténticos animales desalmados de dos patas.
Así pues, mis más pésimas enhorabuenas Canales Rivera. Por primera vez en tu vida has conseguido ser noticia sin ir al rebufo del resto de tu familia y sin la necesidad de sentarte en un plató de televisión para soltar pestes sobre tus parientes más cercanos, de cuya fama, como buen chupóptero, te has ido alimentando a lo largo de todos estos años.
A partir de este momento dejarás de permanecer en nuestras mentes como el “primo de” para pasar a recordarte como “el primo”, como un maltratador de animales con sentencia firma cuyos actos te retratan y te definirán de por vida.
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