Quien no cuenta sus movimientos en twitter, no cuenta. Lo viví en carne propia cuando inocentemente anuncié que salía de Cuatro. Lo reproducen los medios, utilizas tu propio lenguaje y no hablas con nadie en concreto y con todos a la vez. Quedas bien, estás en las redes, eres ciudadana de este mundo, la leche, vamos.
Entré haciendo de tripas corazón, ¡hay que reciclarse!, pensé. Y me pareció demencial, una pérdida de tiempo y una forma de seguir a todos los que dan trascendencia a los gestos más anodinos de su existencia. Fue una primera impresión, claro. Ahora si me descuido no salgo de esa plaza en la que todos se sienten libres, ocurrentes críticos…y en la que el lenguaje nos delata a todos.
Hay una receptividad extraordinaria, se entra a cualquier trapo y te expones a cualquier chorreo. Respiras cuando te acompañan con comentarios solidarios y encajas como puedes las críticas. Todos estamos desnudos .Tiene gracia ver cómo auténticos jugadores de la red como Alex de la Iglesia entran a pecho descubierto y se le van hinchando las narices a medida que aumenta el tono de la discrepancia para acabar tomándose con el humor de los inteligentes.
El acuerdo PP, PSOE, CIU para apoyar la Ley Sinde le pilló con el pie cambiado, consciente de que era un buen interlocutor con los internautas, deseoso de ser ese puente. Seguro que el anuncio de dimisión como presidente de la Academia de Cine es algo que ha reflexionado, es responsable y consciente de su influencia, pero tengo la sensación, viéndole actuar en la red, que puede no haber sido ajeno el entusiasmo de los que forman parte de esa plaza pública twittera que animan con demasiada alegría al plante y al victimismo.
Acabo ya, víctima como soy de ese embrujo, porque estoy deseando que me den estopa…Y algo más.