Lo dijo la autora Yasmina Reza y reconozco que acabó de ganarme. La frivolidad nos ayuda a vivir. Sin esa capacidad de dar ligereza a la vida se tiende a la transcendencia o a ser sencillamente un cenizo.
Qué gusto la gente a la que se escapa la risa de la forma más absurda, la que tiende a la metedura de pata porque se le pasa por alto algún código de corrección social, qué alegría liberarse de corsés y, sencillamente, respirar.
Y cuando se deja pasar el aire, se piensa, se está más dispuesto a la creatividad y hasta la rebelión.
Seguro que en su intensa vida de activista en la Resistencia, en su pasado de luchador que no se rinde y que cumple el principio cristiano de “amarás al prójimo como a ti mismo”, Stephane Hessel sintió la necesidad de salir de los esquemas establecidos. A sus noventa y tres años se ha convertido en el escritor más leído en Francia con un pequeño ensayo de tan sólo 32 páginas que ha titulado “Indígnese”.
Qué maravilla, qué vitalidad, qué energía más contagiosa. Es verdad, eso no es nada frívolo, es conciencia de lo efímero de la vida y de que hay que darle sentido con una lucha pacífica…
¿Veis lo que pasa? Se empieza frivolizando y se acaba haciendo la Revolución.