Acabo de leer el último post del blog de Josto Maffeo y he tenido el impulso irrefrenable de escribir aquí sobre la importancia de la memoria, sobre lo que conforta que en las redacciones, por donde pasa la vida y la muerte, haya distintas generaciones aportando cada una la energía, la experiencia o la pasión que tengan.
Josto recordaba los años de plomo de ETA y las veces que estuvimos a primera hora de la mañana viviendo el horror de los atentados, encontrándonos en circunstancias muy diversas. Compartir el recuerdo de compañeros tan queridos, Manolo Alcalá, el reportero que aparece entre las ruinas del atentado de Carrero Blanco, de Alejandro Heras Lobato y tantos otros reporteros que estuvieron a pie de calle con entusiasmo y con ánimo de cambiar el mundo es altamente estimulante.
Recordar ahora esa historia y esos años es esencial para poder informar con solvencia sobre los etarras que acaban de salir de la cárcel, hay que poner las cosas en su contexto, hay que tener perspectiva. Josto tiene más vitalidad y juventud que muchos y aporta esa base esencial del buen periodismo.
Por otro lado, existe ahora un reporterismo tremendamente ágil, gente ansiosa de contar y ansiosa también de maestros, de modo que sería estar muy ciegos vaciar las empresas- cualquier empresa, de cualquier tipo- de la mezcla generacional. Es un error demasiado común de estos tiempos de reconversiones y optimización de recursos. En este caso la memoria carga un futuro que ,con ella, se escribe con mejores renglones.