La insumisión suele estar bien vista, sobre todo es muy vendible y no seré yo quien se vaya a manifestar ajena a esa corriente irresistible porque normalmente está asociada a una lucha desigual contra un sistema injusto que ahoga las iniciativas individuales. Y aunque , en el fondo, cuesta admitir la diferencia, en la forma nos sobramos jaleando al que tiene las narices de situarse al margen.
Y luego está la chulería del recontrasistema:, como el dueño del asador de Marbella que “por su mujer y sus hijos” ha consentido salir del local cerrado por imperativo legal, eso sí, fumándose un esplédido puro. El individuo se había mantenido como un elemento de agitación festiva en su local lleno de cómplices amantes de lo en algún momento disfrutamos como buena vida. Pero esa magia se rompió cuando la obstinación se convirtió en alusiónes a un supuesto terrorismo de Estado y al acoso político vendido al ruido mediático que rentabiliza una supuesta rebelión con intereses bastardos. En ese caso, el humo no ciega sus ojos.