Los grandes triunfadores del domingo consideraban una muy mala noticia el gran resultado de Bildu en Euskadi. De hecho, anunciaron en campaña que arrancarían a los amigos de ETA de las instituciones, pero van a ser muchos, demasiados, como para poder cumplir una promesa contraria a la legalidad que ha impuesto el Tribunal Constitucional.
Todo apunta a que sus electores apoyan su pronunciamiento sobre la violencia , les quieren dentro de las instituciones, aunque no hayan rechazado el pasado sangriento de los terroristas, algo que ,lógicamente, sigue repugnando a la mayoría y especialmente a las víctimas.
Si dejamos de lado consideraciones emocionales, son muchos en Euskadi los que piensan que estamos ante una oportunidad de alejar tentaciones violentas, de ir buscando salidas a una situación que difícilmente va a acabar con una escenificación de la rendición, del fin de las armas y el abrazo a la democracia.
El fin de un horror que ha costado tantas vidas llegará previsiblemente de una forma lenta, soterrada, de forma que ni PP ni PSOE se podrán apuntar el tanto de haber ganado solos esa guerra. El principio del fin está esbozado. Ahora los actores tienen que interpretar un guión que ojalá esté escrito sin más sangre, aunque haya renuncias dolorosas.