Lo que asombra después de una catástrofe es la categoría de muchos ciudadanos que demuestran un comportamiento impresionante y absolutamente espontáneo. Personas que salvan vidas y personas que, sencillamente, tienen pequeños gestos que son grandes dadas las circunstancias. Muchas veces los que han perdido todo o casi todo están dispuestos a la generosidad y ese un gran y aleccionador espectáculo.
Por eso, cualquier exceso de políticos o periodistas-tenemos que meternos en ese saco- chirría, distorsiona los méritos de los verdaderos protagonistas. Los políticos han de pasar por allí, pero sólo los que puedan aportar algo, los que estén en la gestión directa. Verles distrayendo a los que están sacando a flote a las víctimas resulta irritante.
También los periodistas hemos de ser prudentes. La línea entre una buena información que sensibilice y ayude y el show obsceno es más fina de lo que parece. Las informaciones de este tipo producen una extraña euforia a los profesionales. Por eso, el mérito es el ejercicio de contención para que, ahora sí, podamos rendir un verdadero servicio público.