Post nuevo y esta vez con más responsabilidad que de costumbre. Llevo muchos artículos contando lo que me place, sin tener nada que ver con televisión y a veces ni con mi propia vida. Como digo siempre, ya sabéis que aquí estamos en nuestra casa y por lo tanto, vosotros, al igual que yo, hablamos tanto de temas serios o de cualquier asunto que nos llame la atención.
En el último necesité cerrar un capítulo importante y ahora me sentía con el compromiso de retomar las riendas del blog, pese a los más de 11.000 comentarios que, a modo de espiral, dan vueltas sobre el tema de si debo o no reconciliarme con Arturo.
Lo mejor que puedo hacer en este caso, más que nada por desintoxicarnos todos de esta cuestión, es escribir de algo ajeno, pero que también despierte algo en nosotros y sea capaz de conmovernos, y aquí tenéis la solución.
Danae en la mitología vivía encerrada por su padre para evitar que se reencontrara con su amado, el Dios Zeus. Éste se transformó en una mágica lluvia de oro para entrar por su ventana y así poder llegar hasta ella que lo recibe mediante un sensual orgasmo.
El placer, la serenidad, el embelesamiento de su cuerpo y de su cara contrasta con la avaricia de la sirvienta, que sólo ve ese oro que para Danae es todo ternura en simples monedas, en algo material con lo que poder enriquecerse.
¿Cómo las mismas gotas de lluvia pueden despertar para alguien tal sentimiento de adoración y ternura, y para la otra mujer se trata simplemente de una mina de oro? ¿Cómo se aprende a diferenciar el afecto del oportunismo?
Como sé que hay mucha "romanticona" como yo por el blog pensé que os gustaría disfrutar de esta obra. Os la dedico a los que sabéis ver el lado tierno de la lluvia.
Marygue y familia, muchas gracias por el detalle del sábado, ya tengo donde poner la velita! ;)