Contemplaba un crepúsculo cuajado de colores mientras sentía ese dolor desgarrador que llevo pegado al cuerpo desde hace tiempo… En mi familia, en los últimos años solo ha habido pérdidas, enfermedades, incertidumbre… Lo voy soportando haciendo uso de esas máscaras que guardo en lugares imposibles de descubrir, utilizando ese poderoso sentido del humor que poseo como mi más preciada joya y que espero que nadie me la arrebate nunca… Quizá lloraba, no recuerdo, las lágrimas forman parte de mi vida, y ya no sé si es dolor o mis ojos van por libre y derraman lo que les parece… Pero algo en mi interior estaba alerta. Era como una intuición que me llenaba de paz y lograba amainar el intenso huracán de mis emociones. Y a esa hora del crepúsculo, en el país del sol naciente, en ese lugar que me atrapó, que me fascinó cuando conocí Japón, nació Akira, mi primer nieto.
Y de pronto, todo el escenario se transforma, las tinieblas se convierten en luz, su carita en la foto consigue cicatrizar los desgarros de mi alma, una nueva vida después de tantas pérdidas… ¡¡¡Mi nieto!!! Y esa palabra cobra una fuerza increíble en mi corazón. Viajo veloz al pasado, a su padre, a mi primer hijo, a un sanatorio que ya no existe y que, durante años, en su cumpleaños sentía la necesidad de visitar, como queriéndome aferrar a mis recuerdos, que se desvanecen en las sombras…
Bienvenido, Akira. Tu nombre me parece muy bello por su significado… Dice algo así como que no perderás nunca el rumbo del camino noble, quizá como tu bisabuelo, que también era Libra como tú. Has abierto tus ojitos y los tienes rasgados, como yo quería… ¡Cómo me gustaría acurrucarte en mis brazos, morderte los mofletes, ver tu primera sonrisa y darte las buenas noches! Y como buena abuela, no seré estricta ni te diré lo que debes hacer, como hacía con mis hijos… Harás lo que quieras, te daré todos los caprichos que desees, te compraré pinturas de colores para que hagas murales en las paredes… Lo que quieras. Volarás conmigo al país de las hadas, al de los dioses, al de la luz y la alegría... Me quitarás los miedos, yo a ti los tuyos, y nos fundiremos en ese abrazo eterno de los lazos de la sangre corriendo por nuestras venas. La tuya, joven, vigorosa fuerte; la mía, lenta y oscura, pero siguiendo el mismo camino.
Querido Akira, creo que naces sintoísta y morirás budista. Yo nací católica y ahora soy un poco de todo, aunque el budismo es lo que más me ha llegado al corazón. A ver, querido Akira, si descubro que eres una reencarnación de un lama…
¡Feliz semana!