Conocí Marbella en sus días de esplendor, en los que Alfonso de Hohenlohe, como si tuviera una varita mágica, la convirtió en el lugar donde se daban cita desde los Onassis, el Aga Khan, los príncipes de Mónaco hasta los actores más relevantes del momento. El Marbella Club era un mundo de glamour. Todavía permanece y se sigue respirando esa atmósfera de silencio y olores mediterráneos. Isidoro, siempre solicito, nos dice que en invierno son los rusos quienes contribuyen a que este lugar siga generando ingresos. Hay dos rusas, de mediana edad, que van todos los días y piden una botella de champan Cristal. No os digo el precio porque alucinaríais. Y eso se lo gastan solo en la copa. No sé el resto del día qué deliciosos manjares degustarán, aunque igual siguen una dieta para ricos en la que solo les está permitido beber champan…
Por aquel tiempo, yo asistía con Rosa Villacastin, que entonces cubría Marbella, a todos los saraos habidos y por haber. Y en esa época me compré un apartamento con las vistas más espectaculares que podéis imaginar. Su ubicación es espléndida: casi dentro del mar, en el centro de Marbella, en días claros veo Marruecos y toda la costa hasta más allá de Gibraltar. En invierno, las puestas del sol dejan un color púrpura sobre el mar y el cielo se tiñe de tonos rojizos, violetas… Es todo un espectáculo para los sentidos.
En mi urba es como si el tiempo no existiera. Parece que fue la semana pasada cuando nos vimos, y sin embargo han pasado muchos meses, como nos recuerdan los niños con su crecimiento; eran bebés el verano pasado y ahora ya caminan y tienen dientes.
Mi amiga del alma se llama Violeta, una húngara, concertista de violín, que ha tocado con los más grandes… Es judía y vivió los horrores de la persecución nazi. Sus padres estuvieron en un campo de concentración, pero su madre sobrevivió. Violeta, con 95 años, posee una energía propia de los que han vivido en el filo de lo imposible y han podido seguir avanzando en el tortuoso camino de sus vidas. Cada surco de su rostro tiene una historia intensa, humana, sobrecogedora… Se baña en el mar todos los días, su mente es rápida, propia de su signo zodiacal, Libra. Escucharla es nutrirse de su sabiduría, y cada día que estoy con ella me llevo un tesoro dentro de mi corazón.
Pero Marbella también tiene otra cara más desdichada: la cantidad de personas que solicitan a diario a Cruz Roja ayuda indispensable para sobrevivir. El pasado día 30 se celebró una fiesta solidaria, The Lions, para recaudar fondos para esta causa.
Cuando Marbella me asfixia, cuando me encuentro a Aznar en el campo de golf, mientras camino, a la Cospedal en el súper, a los megapoderosos que no dejan ni un lugar libre para pasear tranquilamente porque lo inundan todo de escoltas, policía nacional, coches de alta gama, entonces huyo a mi paraíso particular: Bolonia, en Cádiz. Lo descubrí hace más de treinta años y allí con dos bañadores, una camiseta y un pareo soy la más feliz de los mortales.
Comprenderéis por qué entre los vaivenes marbellíes y la autenticidad de Cádiz no he tenido un instante para escribir en mi blog. Me he perdido en un mundo en el que los ordenadores e internet dejaron de activarse. Solo he permanecido al lado de mis twitteros (ya tengo ciento treinta y tres mil), que son como mi familia virtual, algo extraño pero muy gratificante.
Y nos acercamos a la Luna Nueva del día 5, que tendrá lugar en el signo de Virgo. Después del glamour y la diversión que nos ha proporcionado el Sol en el signo de Leo, nos vemos empujados suavemente al orden y la disciplina. Cuando todavía las telarañas de lo vivido no han desaparecido, cuando algunos estamos en terreno de nadie, la energía cósmica nos ayuda a poner orden en nuestra vida e iniciar una vuelta a lo cotidiano que, aunque en algunos momentos se haga cuesta arriba, también es reconfortante. ¡A disfrutar del verano, que todavía quedan veinte días…!