Nos acercamos a la mágica noche de Halloween, cuyos orígenes se remontan a más de tres mil años, cuando los celtas celebraban con una fiesta pagana el fin de año. El 31 de octubre es una fecha asociada a los muertos, las almas en pena, las brujas, los hechizos… Dicen que esta noche el espíritu de los muertos visita a los vivos. Desde niña yo recuerdo a mis padres encendiendo una lamparita por nuestros familiares ya fallecidos… Y yo sigo manteniendo esa tradición. Enciendo lamparillas o pequeñas velas blancas cerca de las fotos de mis seres queridos que ya no están conmigo para darles luz e iluminarlos allí donde estén. Eso sí, nunca las enciendo en la habitación donde duermo y me aseguro de que no haya riesgo de incendio…
Pero esta noche de Halloween tiene también su lado festivo y alegre. Para los niños se trata de una fiesta muy atrayente en la que se disfrazan y van pidiendo golosinas de puerta en puerta, siguiendo la tradición americana del Trick or Treat. La idea es que si llaman a tu puerta y no les das una golosina o dulce pueden hacerte alguna trastada… Tú eliges…
Y como es una noche tan misteriosa se mueven unas energías potentes que debemos aprovechar para hacer algún ritual. Las castañas, que cobran un especial simbolismo en esta noche de Halloween, nos protegen de la negatividad y nos aportan vigor y fuerza durante todo el año. Esa noche debemos colocar en un plato castañas, una por cada miembro de la familia, y dibujar en cada una de ellas (con un rotulador o pintura blanca) la inicial de la persona a la que le vamos a regalar la castaña. Las dejamos toda la noche cubiertas con hojas de laurel y unas vainas de canela, y se convertirán en potentes amuletos que nos protegerán y nos darán suerte durante todo el año.
Aprovechemos esta mágica noche para disfrazarnos, llenarnos de buenas energía y divertirnos…
¡Feliz Halloween!