Llega septiembre lleno de esperanzas para algunos y de tristezas para otros, quizá porque el verano no ha sido como esperaban.
¡Qué pocas veces se cumplen las expectativas en la vida! Me encantaría que cuando imaginamos algo en nuestra mente, en nuestro corazón, ese pensamiento tuviese la fuerza suficiente para hacerse realidad y no decepcionarnos. Por eso lo mío es soñar. Me encanta soñar porque eso me permite vivir intensamente. Y hay muchos sueños que se me cumplen. Quizá de tanto acariciarlos por las noches, de tanto bañarlos con mis lágrimas, de tanto desearlos con una intensidad inusitada es como si de pronto ocurriese el milagro y el sueño se hiciese realidad. Quizá el anticipo al sueño, a la ilusión, es lo verdaderamente bello, lo que hacer brillar mis ojos, haciéndome sentir que estoy viva.
Ha sido un verano duro… Aún me cuesta hablar del dolor tan intenso que provocaron los terribles sucesos de Barcelona. Han dejado tal desgarro dentro de mí que no sé cuánto tiempo necesitaré para que cicatrice esa terrible herida. Me aterra pensar cómo están los seres humanos en este mundo en el que vivimos, en esta guerra sin frente en la que por mucho que repitamos que no podrán con nosotros, que no tenemos miedo, en nuestro fuero interno sabemos que es muy difícil controlar este sin sentido y defenderse de ello. Ya no son armas ni bombas… Es la maldad del ser humano la que toma las riendas y siembra el dolor…
Pero todo no va a ser malo, necesito poner una nota de ánimo, de confianza… Y lo cierto es que para mí septiembre siempre ha sido un mes de expectativas, de ilusiones, de esperanzas, casi como el inicio de un año nuevo con todo por llegar… Cierro los ojos y me veo siendo niña, en el colegio, con mis libros nuevos que me obligaban a forrar para que no se estropeasen, y con mil ilusiones por cumplir. Y así quiero seguir. A pesar, de las decepciones y sinsabores, miro este mes de septiembre como si fuera una hoja en blanco con cálidas y afectuosas historias aún por escribir. Eso espero.
¡Feliz semana!