Fascinante Japón
El tema de este blog se aparta de los astros, de las estrellas… Pero he cumplido un sueño que llevaba acariciando tiempo atrás y que yacía bajo mi almohada esperando a que un día se hiciera realidad, y no puedo resistir la tentación de intentar haceros partícipes de mis emociones, de la intensidad de lo que he vivido en este país tan especial… Se lo pedí insistentemente a la Luna y me lo ha concedido: viajar a Japón en Sakura, cuando florecen los cerezos y todo se inunda de una belleza descomunal. Y me encontré con un Japón florido, con unas gentes entusiasmadas circulando por las calles y mirando apasionadamente los cerezos en flor.
Creo que después de India, que marcó un antes y un después en mi vida, Japón es el país que más emociones olvidadas ha despertado en mí. Todo tan perfecto, ellos tan educados, amables, respetuosos, la cortesía como norma de vida…
No suelo viajar en grupo, pero la comunicación en inglés con los japoneses no siempre es posible, y quería adentrarme en los Alpes japoneses, vivir la experiencia de los ryokan… Y a través de la agencia JTB me uní a un circuito después de una semana por libre en Tokio. Y todo salió perfecto. El grupo era muy reducido, cuatro parejas catalanas, todavía impactadas por la tragedia aérea que se había producido, y dos que venían de Madrid. Voy a nombrarlos para que siempre se queden grabados en este blog y en mis recuerdos: Jaume, el médico que tuvo que atenderme mientras íbamos en el tren bala a no sé cuántos kilómetros por hora, debido a mis problemas alérgicos, y su mujer Griselda, Libra, con esa armonía y sonrisa tan seductora que caracteriza al signo; Vicente y María Rosa, Aries y Géminis, signos que se complementan maravillosamente, Paquita y Cándido, Leo y Aries, con una fuerza arrolladora y un sentido del humor que te arrancaba sonrisas inesperadas; Juan y Elena, Araceli y Lourdes… Un grupo dinámico, divertido, viajeros incansables llenos de anécdotas curiosas, ayudándote siempre en todo, contribuyendo a que el viaje fuera maravilloso… Era uno de esos grupos que emite una energía tan envolvente que sientes profundamente tener que decirles Sayonara cuando se acaba el viaje.
Y nos adentramos en los Alpes japoneses,nos vimos rodeados otra vez de la nieve, era como si el tiempo no existiera, como si el Sakura fuera un sueño… Nos alojamos en los ryokan que albergaban los baños onsen, donde te sumergías en un agua calentita mientras el exterior estaba rodeado de nieve…
Y pudimos contemplar sin una nube el Monte Fuji. No es fácil, yo creo que este Monte va por libre y no lo muestra a los visitantes nada más que en contadas ocasiones. Y fue generoso con nosotros, sorprendiéndonos con su majestuosidad.
Y llegamos a Kioto. Te fascinan los templos, sus jardines, las meditaciones Zen, el colorido de los kimonos, el paseo de los filósofos… Te supera la belleza, las sensaciones que emanan sus calles… A veces el destino te sorprende con algo que no esperas, y de pronto comprendes que se necesitan muy pocas cosas materiales para sentirte bien contigo mismo, te desprendes de todo, en un instante te identificas con la naturaleza, el olor del incienso, la paz que transmiten los templos y los jardines, las sensaciones armoniosas que te embargan… No existen las prisas ni la agresividad, tu mente se transforma, tus pensamientos se ralentizan…
Y cuando crees que ya nada te puede sorprender lo hace Miyajima, la isla sagrada, plagada de templos budistas y sintoístas que emanan espiritualidad, donde los ciervos se consideran animales sagrados, quizá mensajeros de los dioses… Dice la historia que los mortales no debía pisar su suelo tan puro y por eso realizaron un templo flotante. Y para mostrar el camino una puerta torii se yergue sobre las aguas…
Se acaba mi viaje, pero no mis recuerdos, y no olvido lo que se dice en la cultura japonesa: la perfección y la delicadeza de la flor de cerezo es un recuerdo de la fragilidad de la vida…
Sayonara.