Brisa llegó a mi vida el año pasado, en una primavera que nada nuevo prometía ni hacía presagiar que mi mundo se llenaría de colores. Su amo se fracturó una pierna y no podía hacerse cargo de ella, y yo me la llevé a mi casa de “acogida”. Era alegre, divertida, cariñosa… No ladraba. Cuando alguien llegaba a casa se ponía loca de contenta, movía el rabo feliz, pero muy silenciosa. Fue entrando en mi corazón por sinuosos lugares vírgenes, tocando las teclas de mis sentimientos mientras se adueñaba de mi corazón. Y el amor que siento por Brisa es diferente a todo lo que hasta ahora había experimentado, algo que solo creo que puedan entender los que adoran a sus mascotas…
Desde el primer momento, me acechó la sombra de la despedida, pero decidí que viviría cada día intensamente con ella, y que cuando se alejara de mí practicaría el desapego, que para eso llevo años con prácticas budistas… Y mi vida, mi casa, mi entorno cambió. Se llenó de colores, de caricias, de mimos, de risas… Y, sí, algunas veces también de sentimientos encontrados. Brisa es tan especial que la miraba y me daba la sensación de que me estaba hablando. Tantas veces ha calmado mi dolor, me ha acompañado en mis noches de insomnio, me ha acariciado con su mirada, ha escuchado todo lo que nunca he sido capaz de decirle a ningún ser humano, que ahora mi corazón se siente huérfano de su cariño, de su entrega incondicional. Cuando notaba mi angustia, siempre se acercaba a mi lado, apoyaba su cabecita junto a mí y permanecía así, sin despegarse, hasta que mi tono de voz cambiaba y mis lágrimas cesaban.
Y el temido momento de la despedida llegó, dando paso a ese desgarro interior, a ese vacío en mi casa y en mi alma, a ese desasosiego interno… Los que tenéis mascota me comprendéis… Pero quiero y necesito quedarme con la parte positiva de todo lo que he vivido con Brisa. Ella está feliz junto a su dueño, que la adora, y quién sabe si algún día volverá a mi vida temporalmente, a acompañarme, a llenarme de risas el corazón… El otro día coincidí con Jorge Javier Vázquez y algo dentro de mí se iluminó. Él perdió recientemente a uno de sus galgos y lo pasó fatal, pero ese dolor ha dado paso a nuevas alegrías, a nuevas risas junto a otro galgo, y su rostro reflejaba toda la felicidad y el amor que ahora siente por él… Quién sabe si la vida me deparará a mí otra oportunidad…
¡Feliz semana!