Como ya os he contado en alguna otra ocasión, la comida japonesa me parece una de las mejores del mundo, y me declaro una completa enamorada de ella. Sin embargo, en los últimos años parece que ha habido un “boom” con esta gastronomía, equiparándola a la china, que ya estaba muy asentada en nuestro paladar. Y claro, en muchas ocasiones la calidad decae para favorecer el precio, la rapidez con la que se sirve… en fin, ¡cosas que en Japón ni se les pasa por la cabeza hacer, y menos con el sushi! Y es que en la cultura nipona el acto de comer no se basa en el simple hecho de alimentarse, sino que es toda una ceremonia que ha de hacerse correctamente, respetando el producto y nuestro cuerpo.
Algo que me parece muy curioso es que en el taoísmo, que es una de esas prácticas a medio camino entre filosofía y religión muy extendida en Japón y principal originadora del zen, este principio del respeto hacia uno mismo y hacia el propio cuerpo tiene como fin el envejecer de manera saludable. Y, para ello, algo muy importante es comer hasta estar lleno más o menos un 80%, dejando ese 20% restante libre para no dañar el sistema digestivo. No valen las prisas ni las cosas hechas con poco acierto. Y su gastronomía es, a mi entender, la forma más clara que tienen de demostrar esto. El sushi, por ejemplo, está pensado para formar pequeñas porciones perfectas que se comen en un solo bocado.
Precisamente por todo esto, la última vez que estuve en Valencia me quedé maravillada, ya que tuve la oportunidad de cenar en el Nozomi Sushi Bar, que además de haber sido seleccionado como uno de los 10 restaurantes más bonitos del mundo es, sin lugar a dudas, el mejor japonés en el que he comido. Está especializado en sushi y sashimi, aunque también hay tempuras, con pescado de primera calidad y elaborado de una manera que me sorprendió por su ligereza pero, sobre todo, por su sabor. Y no porque se líen mucho con fusiones sino por todo lo contrario: son platos auténticos, muy puristas, que saben sacar lo mejor de cada uno de sus componentes. De hecho, me resultó una propuesta muy limpia, a diferencia de otros lugares en el que tal vez se abuse de las salsas o se utilicen componentes que resten calidad a unas piezas que de por sí deberían ser muy sanas.
Nuria Morell y José Miguel Herrera son matrimonio y los dueños de este increíble restaurante. Ambos abogados y enamorados de la gastronomía y la cultura japonesa, abrieron hace una década su primer restaurante, Sushi Home, en el que se servía a domicilio. El éxito que tuvo, así como el aprendizaje de Nuria en este tipo de cocina de la mano de Mario Payán, el mejor chef español especializado en cocina japonesa, fue el precedente del increíble Nazomi Sushi Bar, abierto en 2015. El amor de ambos por Japón y sus viajes allí durante los últimos años han hecho el resto. De estos viajes, además de un mayor conocimiento gastronómico, es de donde han traído varios elementos del restaurante, como los platos.
No se trata solo de comer: Nazomi, que significa literalmente “la ilusión de un sueño cumplido”, es una experiencia completa. Lo que demuestra mejor que nada la calidad de este restaurante es el hecho de que para reservar un fin de semana hay una lista de espera de casi dos meses. Pero merece la pena porque este lugar no solo ha conseguido cumplir un sueño y estar a la altura, sino que supera todas las expectativas.