La digestión es la cuestión
Esta semana quiero hablaros de la importancia de un órgano que parece que tenemos olvidado pero que, realmente, es mucho más importante de lo que creemos: el intestino. A veces notamos que algo nos ha sentado mal, que nos duele un poco la tripa, que se hincha, que ciertos alimentos directamente no los digerimos bien… pero le damos a esto mucha menos importancia de la que tiene. Cada vez son más los profesionales de la salud que están de acuerdo en que los problemas en el aparato digestivo están estrechamente relacionados con el estado de ánimo de los pacientes, que muchas veces llegan incluso a desarrollar cuadros de ansiedad o depresión. A ver, ¿a quién no le han afectado alguna vez los nervios al estómago? No tenemos apetito, o tenemos mucho, nos duele la tripa, sentimos nauseas… y al revés también, ya que muchas veces el hecho de pasar por una gastroenteritis o, si como yo tenéis intolerancia a algún alimento, sabéis que hasta que lo descubristeis y lo eliminasteis de vuestra dieta, el dolor abdominal, el cansancio y, muchas veces, el mal humor sin venir a cuento, eran bastante habituales.
Hace poco descubrí un libro que habla de todo esto y que me pareció muy interesante: “La digestión es la cuestión” (Urano). La autora, Giulia Enders, es una microbióloga alemana que está especializada en el estudio del funcionamiento de las bacterias del intestino. Es un libro fenomenal. La verdad es que me llamó mucho la atención el tono con el que está escrito, ya que lleva la divulgación científica a otro nivel y eso es algo que siempre me parece que tiene mucho mérito. Es muy claro y entretenido de leer, porque te hace replantearte muchas cosas mientras lo hace, a la vez que te da pequeños consejos y trucos, o te descubre cosas que cuando las lees dices “pues sí, es lógico” pero que hasta ese momento no te habías parado a pensar. Una de estas cosas es, por ejemplo, que explica lo malísimos que son los inodoros a los que estamos acostumbrados, ya que nos obligan a estar en una posición completamente antinatural y esto provoca varios problemas, como hemorroides. Además, habla de cómo está formado el tracto intestinal, las funciones que tiene, las bacterias que lo forman y cómo actúa la comida en nuestro interior. Algo que me pareció muy llamativo fue el hecho de como las bacterias que se encuentran en el intestino tienen un papel tan importante en nuestro sistema inmunológico o, incluso, como la presencia de algunos tipos de bacterias en gran cantidad puede influir mucho en que nos sea muy difícil bajar de peso por mucha dieta que hagamos.
En el libro, Enders explica que el intestino es un órgano en el que se intercambia muchísima información, ya que es el que está justo en medio de lo que comemos y cómo pasa a formar parte de nuestro organismo. Pero, lo que más me llamó la atención de lo que se explica en el libro, es el hecho de que el intestino sea considerado cada vez más como un segundo cerebro, ya que es el segundo órgano que más terminaciones nerviosas posee, así como que es el responsable de las dos terceras partes de las respuestas de nuestro sistema inmune. Esto es así porque el intestino puede ver todas las moléculas que entran en nuestro organismo y conocer cómo reacciona éste ante ellas, por lo que la información que le envía al cerebro es muy valiosa.
Por último, el libro da una serie de consejos para cuidar nuestro intestino y, con él, también a sus bacterias y al resto de nuestro organismo. En primer lugar, Enders aconseja que no pasemos por alto las señales que nos envía, como los cambios de humor, el dolor o la variación en las deposiciones. Lo segundo, que tengamos en cuenta nuestras bacterias y que las alimentemos correctamente. Por ejemplo, con una dosis adecuada de fibra, ya que en Europa no injerimos ni la mitad de la que realmente necesitaríamos para que nuestro intestino funcionase correctamente. Explica que alimentos como la cebolla, el ajo, las ensaladas depatata… contienen fibra soluble en agua y que es muy beneficiosa. Y, si podemos tomarla fría, mejor que mejor, ya que las patatas frías o el arroz frío, por ejemplo, contienen fibra que con el frio se cristaliza y el cuerpo puede aprovecharla mucho mejor.
Aquí entra también la importancia de los alimentos probioticos y prebióticos. Me explico: los probioticos son alimentos con microorganismos vivos que se instalan en el intestino y que son beneficiosos porque ayudan al equilibrio de la microbiota intestinal y el sistema inmune; mientras que los prebióticos el cuerpo no los puede digerir, pero sirven como alimento a las bacterias beneficiosas de nuestro organismo, lo que las ayuda a crecer y mantenerse de manera natural. Alimentos probioticos son, por ejemplo, muchos productos lácteos fermentados, como el chucrut, el kimchi (que tan de moda está ahora) y algunos yogures frescos. Alimentos prebióticos son algunos hidratos de carbono con una “fibra especial” capaz de llegar al colon sin absorberse. Es sorprendente lo fácil que lo tenemos muchas veces para sentirnos mejor y lo mucho que lo pasamos por alto. Pero, desde luego, con libros como este, en los que la ciencia queda tan al alcance de todos, poco a poco podremos conseguir darnos cuenta todos de lo mucho que podemos hacer por nosotros mismos.