Juan 'el golosina' necesitó ayuda mecánica para recuperarse del esfuerzo al que se vio sometido durante la primera prueba de recompensa. A esa prueba asistían solamente seis chicas y seis chicos, ya que los médicos no recomendaron la participación de Wilma e Iván. Ambos volvían a sus respectivas islas un día más tarde de haber salido para visitar la consulta del médico, y lo hacían en horas cercanas al desarrollo de dicha prueba. La 'Playmate' justo en el tiempo que sus compañeras habían abandonado Cayo Timón, y el ex-triunfito poco más tarde.
Wilma fue recibida con el grito de su nombre a modo de saludo, lo cual me recordó uno de los memorables momentos de la serie de animación Los Picapiedra. Me refiero a ese "Wilmaaaaa, ábreme la puerta", que los padres de la criatura deberían haber tenido presente a la hora de decidir el nombre de su hija. La muchacha está fantástica por fuera, aunque no parece estar tan bien por dentro, ya que ha vuelto a la isla con un tratamiento médico de seis días. Todo esto hizo que los dos enfermos se perdieran la prueba y su recompensa, que en este caso era precisamente de tipo gastronómico.
El esquema de la prueba era similar a la que vimos en la primera gala. Los dos grupos tenían que buscar unas piezas dispuestas en distintas localizaciones cerca de unas preciosas cascadas para más tarde componer el Tangram propuesto. Cada uno de los siete tams (cinco triángulos, un cuadrado y un paralelogramo romboide) de que se compone el tablero debía ir a encontrarlo uno de los concursantes, si bien la ausencia de uno de ellos en ambos equipos hizo que el último fuera rescatado por los más atléticos.
Independientemente de que fueran las chicas quienes más piezas colocaron bien en el tablero, labor que debían hacer colgados de un cable boca abajo y sujetándose por medio de unos extraños artilugios que se colocaron en la parte baja de sus tibias, lo cierto es que si destacó alguien durante la prueba esa fue Yolanda. Su estado de forma y la entrega que demostró en todo momento son admirables, lo cual la sitúa en un lugar destacado como candidata a ser una extraordinaria superviviente.
A Juanito le ayudaron entre todos, en este caso fundamentalmente Roberto. Casi estuvo a punto de ocurrir una desgracia ya que, como explicaría más tarde el propio afectado, en el momento que las fuerzas le comenzaron a flaquear se le olvidó todo lo aprendido en el último mes y medio sobre la natación, y casi se nos va al fondo del océano. Para recuperar la anaerobia le proporcionaron una máscara de oxígeno con la que consiguieron recuperarle en apenas unos minutos.
Es sorprendente que alguien se plantee siquiera ir a Supervivientes sin saber nadar. El golosina no se paró en barras y decidió corregir ese pequeño fallo asistiendo a un cursillo de emergencia. Cierto es que lo de nadar no se olvida nunca, como se dice de montar en bici, pero para ello hace falta haber aprendido bien. En poco más de cuarenta días y con la edad de Juanito (por no hablar de su deficiente forma física) apenas se puede aprender a defenderse en el agua, diría que perderle el miedo y poco más. Por eso me alucina lo de este concursante, probablemente una mezcla de audacia e inconsciencia, no sé en que proporciones.
El equipo ganador (de nuevo las chicas) tenía el privilegio doble de poder elegir a ciegas una de las cajas de comida, sabiendo que una de ellas se trataba de un alimento nutritivo (pero se sugería que quizá no muy apetitoso) y la otra un festín para los sentidos. La otra parte de la ventaja que les otorgaba haber ganado la prueba era que podían llevarse la caja y degustar su comida con toda la pausa que desearan y fueran capaces, mientras que los ganadores tendrían que comer a toda prisa.
La caja negra (como la de los aviones) contenía lengua estofada, y fue elegida por chicas. Los chicos tenían, por tanto, que contentarse con la caja blanca y las cigalas y langostas que encerraba. Comieron a carrillos llenos, especialmente un Juanito que afirmaba más tarde: "No pensé que fuera a comer así en pleno siglo XXI". Pues sí, el hambre es muy malo, ya es sabido. En el otro lado, Mayte afirmaba que con las dos lenguas es posible que tuvieran para aguantar la escasez de comida durante unos cinco días, y lo cierto es que además tenían un aspecto bastante apetitoso.
Esta prueba de recompensa tuvo otro premio consistente en el reencuentro entre chicos y chicas. Algunos de ellos parecen a veces adolescentes en celo, como es el caso del señorito Álvaro Escassi diciendo: "Vamos a ver a las chicas". Parecía relamerse mientras lo decía, y lo cierto es que cuando se encontraron algunos aprovecharon para apretarse con un cariño más que evidente. No me extraña esto que cuento, ya que basta con ver el grupo formado por Daniela, Ivonne y Begoña saliendo del agua atendiendo a la poco enérgica petición de Cuca (les esperaban para transportarlas hasta la prueba) para entender la fascinación de ellos.
Solo un par de apuntes más sobre lo visto el día que relato. El escenario de la prueba fue decorado con los colores de la bandera garífula (me sigue sonando a coña), que son el blanco, el amarillo y el negro. Si excluimos este último, los otros coinciden con la bandera de la Ciudad del Vaticano, por lo cual me imagino a Cuca estremecida ante ese panorama de inspiración pía.
Por otro lado, o este cronista no está prestando mucha atención, o siempre veo a la más veterana del grupo en tierra mientras todas las demás pescan. Es como si estuvieran pescando para ella, yo mucho me equivoco o llegará el momento en que se den cuenta de que las está tratando un poco como si fueran sus criadas. Me gustaría saber cuándo fue la última vez que Cuca fue a un supermercado a hacer la compra. Me temo que manda al servicio a hacer tan ingrata labor.
Y termino con una aclaración necesaria. Leí ayer entre nuestros comentarios que se hablaba de unas supuestas cerillas en poder del grupo de las chicas. Pues bien, un oído poco fino hizo hubiera quien equivocase algunos términos. Se dice que ellas mismas habrían contado que tenían en su poder "siete cerillas acorchadas", no sin cierta extrañeza al no saber exactamente de qué se trataba eso de "acorchadas". Lo que realmente contaron es que entre las partes del kit de superviviencia que no tuvieron que arrojar al mar había al menos "siete esterillas acolchadas". A veces hay que afinar un poco el oído para no llevarse a error.