Nadie quiere ponerse en contra del supuesto favorito Yong
“Igual me tienen que aguantar aquí hasta que se hunda la isla”, dijo Rafa el lunes en la gala. Pues bien, casi acierta más que Sandro Rey en sus peores días (y en los mejores), porque las tormentas han estado a punto de anegar los Cayos Cochinos engullendo a nuestros queridos concursantes. Tanto es así, que en Cayo Paloma solo hay ahora iguanas y todo tipo de decápodos, esos bichitos que Chiqui masacra con más asco que pena para llenar con algo la cacerola.
O sea, que los concursantes fueron evacuados, como ya sabrán nuestros lectores, y andan en un refugio de la misma isla en la que está Playa Uva, pero suficientemente lejos de los concursantes de primera, no fuera a ver un contagio. O algo. Les están dando de comer como a menesterosos en un comedor social. Dice la frase popular que se debe desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo. Bueno, pues estos cenan varias veces al día.
Ningún lujo para los refugiados, que duermen sobre la tarima de un porche del refugio, no vayan a acostumbrarse a la buena vida y luego no hay inspectora que les retenga en la isla. La pobre inspectora, si es que existe, ha tenido ya que bregar con las exigencias de una Anabel muy en plan Pantoja (“no me vais a grabar más”) y la diva Bibiana que abandonó la huelga de hambre a la primera que vio algo que echarse a la boca. La huelga de brazos caídos la lleva manteniendo sin esfuerzo aparente desde que llegó a Honduras. Por lo menos.
Es darles unas latas de conservas para desayunar o lo que parecían unas albóndigas en platos de plástico (y, por supuesto, sin cubiertos, que están negados desde siempre con el concepto “supervivencia”) y la paz se impuso entre los “bonitos”. Ni una sola discusión en el tiempo que han pasado bajo techado. Si es extensible a los grupos reducidos eso de que las adversidades unen a las parejas, está claro que vivir bajo una tormenta eléctrica como la que ha estado azotando el caribe como mínimo les ha quitado las ganas de pelea.
Solo hace falta ver el mapa de tormentas eléctricas de WWLLN (World Wide Lightning Location Network, es decir, una red mundial de detectores de descargas eléctricas) para darse cuenta que la peor zona del planeta para estar ahora mismo es la costa de Honduras (señalada con círculo y flecha rojas) y, en general, todo el caribe. No solo por el bien del espectáculo si no por el de concursantes y todo el equipo que hace el programa desde esas islas, esperemos que amaine la tormenta y mejore la climatología. En caso contrario la próxima semana me veo hablando de la Moto GP, o cosas peores.
Antes de llegar la tormenta, Tony seguía su transparente estrategia consistente en minar la paciencia de Chiqui y hacer aflorar la novia de Chuqui que lleva dentro. Empezó a pinchar a la bestia (es un decir) apenas unas horas después de ser arrojado del helicóptero y llegar a nado a la isla, lo cual me hizo pensar desde el palafito que igual estaba afectado por el golpe. Luego ha continuado con empeño, y le hemos visto pinchando a Chiqui sobre los turnos nocturnos de vigilancia del fuego. Avivando la llama, de la discusión en este caso.
Al final el grupo ha terminado pactando no hacer turnos para asegurarse de que el fuego aguanta, confiando en echar un vistazo cada vez que alguien va al baño (es una forma de hablar, obviamente). No hace falta decir que a esa conclusión llegaron bajo el techo del refugio, que da un no sé qué zen tan fuerte que merece una patente. Antes de eso Tony llamaba a Chiqui “mosca cojonera” y esta a él “chulo de playa”. No les falta razón a ninguno de los dos, aunque el insulto tiene suficiente mala prensa como para deber evitarlo ante las cámaras. Más acertada estuvo Chiqui cuando le dijo a Tony que no aportaba nada allí. Afirmativo.
Y mientras todos parecen congratularse por no tener que vivir otra noche a cielo abierto bajo el temporal, Abraham sigue con esa cantinela de su salud que no puede tener otro objetivo que ser el enésimo concursante que abandona en esta edición. Como la gota malaya, el “niño” va machacando su discurso de que su salud se resquebraja y no duerme más de una hora al día, lo cual tú y yo sabemos (como diría el gran Joaquín Luqui) que es sencillamente imposible. Al final se irá, no hace falta consultarlo con Sandro Rey.
En Playa Uva la mar empezaba a amenazar con dejarles sin playa. Uva tienen para regalar, aunque sea de la mala. De momento hemos visto a Yong haciendo una barrera para frenar la crecida, y los del palco VIP haciendo algo que llaman una caseta y no son más que dos palos con una lona de cubrición. Primero pensaban refugiarse de la lluvia así, luego prefirieron cubrir el fuego y parapetados tras las barricadas siguieron con sus chapuzas.
Los métodos constructivos de Katia son tan primitivos como peligrosos. De seguir cortando troncos con los pies terminará lesionándose. Es como si un aizcolari (esos vascos aficionados al noble, y práctico, deporte consistente en cortar troncos) decidiera prescindir del hacha para hacer la tala golpeando con las manos. Allí la más sensata está resultando ser Carolina, que ve las chapuzas y nos lo cuenta derrochando gracia. Escuchar a la Sobe viene a ser un golpetazo de realidad que te reconcilia con la especie.
Al final parece que han tenido que trasladar a los de Playa Uva un poco más dentro del manglar. Es lo que tiene la alerta amarilla, que no se sabe bien lo que es, pero impresiona solo con decirlo. La selva para los salvajes, debió pensar alguien. Y en el pack van todos, desde el malhumorado Nacho, cada vez más cascarrabias, hasta la estratega Leo, que está consiguiendo evitar los conflictos con evidente habilidad, siendo casi la única que puede ser grata a todos sus compañeros a estas alturas de la película. Tal vez sea ese el as en la manga de la ‘póker star’. El otro estratega es Rafa, aunque lo suyo parece demasiado arriesgado para él mismo. Diría incluso que peca de inocente.
Acierta Rafa al compartir con la audiencia su sorprendente estrategia, y no ha sido con la tormenta la primera vez que nos lo ha hecho saber. No fui capaz de apreciar desde mi palafito que cuando este concursante restaba importancia al fuego no era por auténtico convencimiento, sino porque formaba parte de esa estrategia que bien podríamos llamar de “supervivencia extrema”.
Debe pensar Rafa que está más capacitado para resistir condiciones extremas, lo cual estaría por ver. Sobrevivir sin fuego era su apuesta, presuponiendo que eso le da ventaja en el juego frente al resto de sus compañeros. Ahora piensa lo mismo de las tormentas eléctricas, y así nos lo hace saber. “El desgaste físico y psicológico de mis compañeros me viene bien”, dice. Aguantar bajo la lluvia, en el peor escenario de los previstos, es para este concursante una baza a su favor. Debería pararse a pensar que la fortaleza de uno no depende de la debilidad del contrario.
Probablemente contagiado por Katia, se está sobrevalorando un poquito. Como les pase a todos lo mismo, al final Carolina terminará pensando que tiene condiciones para desfilar en la próxima pasarela internacional de moda, o Nacho se creerá de verdad que es un experto en buenas costumbres. Espera, que esto último creo que ya sucede. Aquí cada cual con sus ficciones domésticas.
De la reciente comunión habida entre Carolina y Rafa sale una combinación tan singular como graciosa. Se me antoja interesante comprobar hasta donde van a llegar y si la cosa pasa de cantar juntos el “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva” (y fumar un cigarrillo a medias, de broma entre las cosas serias, que dice aquel hit de karaoke de Paloma San Basilio). Lo cierto es que los dos pueden hacer mucha fuerza para desenmascarar algunas actitudes. La “bola de paja del desierto”, que llama Carolina a Lomana, y ella misma, son toda una amenaza.
Carol y Lomana, los ‘carolomana’. Juntos pueden descubrirnos el cambio de actitud obrado en Katia y Nacho con respecto a Yong. Bueno, no hace falta que ellos nos lo cuenten para darnos cuenta de la movida, pero no estaría de más ver lo que piensan. La semana pasada Yong era para Nacho un analfabeto, retrasado, cerdo y maleducado. No entrecomillo porque hemos escuchado todos estos apelativos nada cariñosos y otros tantos parecidos. Ahora está que parte peras con el chino. ¿Sorpresa? Ninguna.
Lo mismo sucede con Katia, quien ahora ejerce de madre con el chino, animándole a seguir con el argumento de que se sentirá orgulloso en el futuro si aguanta. Me gustó más el consejo de padre que transmitió Kiko Matamoros al témpano de hielo que está demostrando ser su hijo Diego. Le vino a decir que lo importante no es ganar sino volver con la cabeza bien alta, posiblemente recordando a tantos concursantes que dilapidaron en este programa su buena fama, forjada con anterioridad (en otros realities incluso). Más que aguantar, lo importante es no decepcionar a la audiencia. Yong no lo está haciendo, aunque tal vez peca de cándido al no darse cuenta de por qué este cambio en algunos de sus compañeros.
Katia y Nacho temen al que puede ser gran favorito del momento en esta edición. Vieron el lunes que fue el menos votado para la expulsión. Además, la conversación con su novia y las lágrimas declaradas por Jorge Javier fue más que suficiente para que vieran las orejitas al lobo Yong. Un lobo con piel de cordero a quien ahora casi miman. Si unimos las pistas que han tenido al respecto con la labor desenmascaradora de Carol tenemos esa estampa del palco VIP condescendiente con la plebe o aupada hasta el humilde gallinero. Aunque yo más bien diría que están un pelín acongojados, por no decir lo otro.
Porque claro, criticar al pobre chino porque se seca las manos con papel higiénico y guarda los restos escrupulosamente en el interior del tubito del rollo, en lugar de tirarlo al suelo, y dejar ellos enterrado un cementerio de caracolas justo donde tienen su “casa” parece cualquier cosa menos coherente. Carolina (¿cómo no?) nos ha llamado la atención sobre ello. Ahora que le pregunten lo que piensa de que Yong ya no sea un cerdo sino casi un hijo para ellos. ¡La repanocha!