El milagro de Wild Cay
Se hizo el milagro en Wild Cay. La desaparición de cuatro concursantes lo hizo posible. Es casi inenarrable el beneficioso efecto de la misión encomendada por el tótem-perro a Óscar, Trapote, Román y María José. Dicho casi en modo telegrama, hemos visto pescar a Rafa y gracias a ello ha vivido el momento más grande de su vida. ¿No es maravilloso?
Antes de nada debo reconocer que el resumen de ayer es posiblemente el mejor en la pequeña historia de este programa. Nunca me he reído tanto y he disfrutado tanto. Es perfecto de principio a fin, desde la narración del encuentro de Rafa con un tiburón hasta el momento protagonizado por María José con las hojas de parra y el calzoncillo de Parada, pasando por la interesante revelación de que Víctor se fue de la isla sin dejar absolutamente nada a sus compañeros, o la aún más reveladora conversación de Óscar afeando a María José que se decantara por el grupo de anónimos cuando él es uno de los cuatro protagonistas de un pacto de sangre, más conocido como el pacto de los barbudos. Enhorabuena por ese inmenso e inconmensurable resumen.
La clave está en el enorme acierto de provocar la separación del grupo en dos, haciendo volver a cuatro concursantes a la oficialmente conocida como Buttonwood Cay y por ellos denominada "isla mojón". El perro-tótem habló y mandó atravesar el manglar a los cuatro mencionados: el torero, la novia de otro torero, el bombero y la de más edad en el grupo. Al otro lado, en el pequeño palafito que ya conocemos, allí donde Rafa y Deborah decidieron quedarse sin comer un pollo asado contentándose con olerlo, se encontraron con unos platos de jamón, chorizo y queso, además de unas cervecitas bien frías. La elección en este caso era especialmente dura y arriesgada.
Así lo planteaba el texto que leyó Óscar, no del todo fiel a la realidad. Podían optar por comer esas viandas o partir en una balsa hacia un lugar inhóspito durante un tiempo indeterminado, a cambio de un kit de pesca que incluía otras gafas de bucear, sedal, plomos, anzuelos y hasta una navaja multiuso. Exageraba la redacción de la nota porque el lugar en cuestión era Buttowood Cay, como ya dije antes, que no es especialmente inhospitalario (que no ofrece seguridad), incómodo o poco grato. No guardan el mejor de los recuerdos de aquella isla, eso sí, aunque durante más de una semana estuvieron echando de menos las facilidades para la pesca que ofrecía la que fuera primera residencia de los famosos.
Como era de esperar escogieron la misión de ir a aquel lugar inhóspito que desconocían cuál sería hasta su llegada. Algunos, como María José, no dudaron en ningún momento de las ventajas que podía reportarles el kit de pesca prometido, aunque Óscar no estaba tan seguro, consciente como era de que eso podía acabar con su reinado de pescador oficial y casi único. Aunque la mejor reacción con diferencia fue la de Román, quien con gran acierto afirmó: "Yo es que no soy de embutido". Con un par. Escuchar esa frase en alguien más hambriento que el perro de Falete (a quien se supone que le quita su amo la comida) tiene mucha gracia. Le doy un minipunto (homenaje a Tomás Blanco) al bombero, sí señor.
A Trapote le costó un poco más la decisión, aunque aceptó la de sus compañeros con la misma buena disposición que ha demostrado en todo momento. Eso sí, le echó unas miradas muy significativas a la comida. Ella sí es de embutido, me temo. Al llegar a Buttonwood Cay fueron conscientes de la decisión tomada, y especialmente del error que habían cometido al comenzar aquella misión tan mal equipados como iban. Ellos pensaban que sería como la vez anterior e iban a volver en una hora, como mucho. Por eso no se prepararon e incluso Óscar había dejado su impermeable en medio del manglar, igual que María José su pantalón.
Pero esto no es nada si miramos el resto del equipamiento de la bilbaína. A saber, aparte de perder por el camino el pantalón iba vestida con una camiseta y... ¡atención!... el calzoncillo de Parada. Sí, sí, aquel del "¡Por España!" Ese calzoncillo verde que igual le vimos puesto, tendido al sol mientras su dueño comía paté de araña o hasta en su cabeza protegiéndole del sol. Es un calzoncillo multiuso que deja en mal lugar la navaja suiza recibida por el grupo en el kit de pesca y que fue estrenada para recortar la barba y las cejas de Rafa o Perdi, e incluso para hacer una urgente pedicura a Parri. ¡Brutal!
Lo mejor no era el singular equipamiento de María José sino la solución tomada por esta ante la imperiosa necesidad de quitarse su mojada camiseta. Dos enormes hojas sujetas con la cinta que un momento antes sujetaba su melena hicieron las veces de bikini improvisado. En mi vida había visto, ni siquiera imaginado, nada igual. Como una madona de Botticelli ella cubría ahora sus pechos con dos hojas y un rato más tarde tan solo con sus manos, esperando que se secara la camiseta. Aunque en todo momento iba mostrando los gallumbos que han protagonizado ya los momentos más gloriosos en esta edición de Supervivientes.
¡Qué grandes son estos supervivientes! Y que equivocado ese ser vociferante del vídeo que presentamos hace tan solo un par de días. ¿Inútiles? Pero, por favor... hay que ser divino para irse a cruzar el manglar con el calzoncillo de Parada y dejar el pantalón colgado de un árbol en medio de la travesía. Imposible prever que no volverían en breve, lo sé. Pero eso no quita para que me tronche viendo el panorama. Gracias a la particular vestimenta de María José de vuelta en la isla del botón de madera reparamos menos en el drama que será para ella y sus tres aventureros compañeros, que habrán de permanecer hasta esta noche (previsiblemente) con lo puesto, sin herramienta alguna y sin fuego.
Especialmente dramático para Óscar no poder pescar, aunque eso no es nada comparado con lo que habrá de afrontar a su vuelta a Cayo Salvaje. De momento, contentó su necesidad de destacar y mostrar que es un superviviente de primera, trabajador como el que más, construyendo una nueva cabaña, ayudado por sus compañeros. Su falso entusiasmo de reality contrasta con la reacción del mucho más realista Román, que se ganó su segundo minipunto del día cuando dijo: "A construir la sexta cabaña". Totalmente acertado este concursante, que de esta sale experto en refugios improvisados con unas cuantas ramas y las socorridas hojas de palmera. Eso sí, cada vez hacen la cabaña más ruinosa. Esta vale poco más que para refugiarse tumbados, no pudiendo estar ni siquiera sentado en su interior.
Como premio por los dos minipuntos conseguidos, y he reconocer que atendiendo también las peticiones hechas aquí ayer por algunas de sus más fervientes simpatizantes, recupero la imagen de Román en calzoncillo blanco que tanto revuelo levantó al aparecer en el resumen del pasado martes. En el lado positivo su cuerpo atlético y en el negativo su extremada delgadez, muestra palmaria y evidente de lo duro que está siendo esta experiencia para todos ellos.
Lo vivido en la primera de las islas habitadas no es nada con lo que ha supuesto para los huérfanos de Wild Cay. Lo califiqué antes como inenarrable pero ahora caigo que me pagan por narrarlo, así es que voy a ello. Nadie les avisó de que sus compañeros no volverían en breve de su expedición por el manglar. Ellos vieron el impermeable amarillo dejado por Óscar en medio del camino, así como se encontraron con un nuevo kit de pesca en la boca del perro-tótem o tótem-perro, que tanto da. Esas fueron las únicas pistas a su alcance y hasta bastantes horas después siguieron pensando que volverían. Antes de eso empezaron a comprobar como podía ser su vida en la isla sin Óscar.
En apenas unas horas experimentaron lo que es salir a pescar y volver con unos cuantos peces en el zurrón. No pequeños peces de esos que llegan casi a la orilla, como imaginaba ufano Óscar en su obligado retiro. No, no, peces gordos, de nutritivos lomos con los que llenar el buche. También tardaron horas en animarse a aprender algo tan sencillo como hacer una de esas tortitas faltas de casi todo. Solamente habían visto como las preparaba Óscar, usando exclusivamente harina y agua sobre una tapa de olla. Suficiente para conseguir por imitación una tortita casi igual a las que llevan comiendo estos últimos días. Como decía ayer Grancanariasoy, de cuya sugerencia proviene el título de esta anotación, "los huérfanos ya saben buscarse la vida", y eso tras apenas un par de horas.
Y es que nadie es imprescindible. Quien diga lo contrario miente o, cuando menos, se equivoca gravemente. En el pacto de los barbudos uno había optado por el rol de trabajador, posiblemente pretendiendo hacerse imprescindible. Higares no es nuevo en esto, ha trabajado en la tele casi tanto como en los ruedos, y estoy seguro de que fue con la convicción de que quien pesca tiene mucho ganado en este concurso. Pues mira, tus tres amigos no solamente se han valido para pescar sino que ya empiezan a cuestionarte. No se trata de la inveterada tradición española de criticar al ausente sino que Rafa ya lo había empezado a hacer antes. Tus amigos, querido matador de toros, se han dado cuenta de tu juego. Incluso ahora dicen que no es tan difícil pescar.
De acuerdo que se han estado tocando el moño, por decir algo, durante todo este tiempo. Treinta y pico días viendo como otros pescan por ellos mientras descansan sin motivo aparente para estar cansados. Mal, muy mal por su parte. Pero ahora han descubierto que eso de trabajar no solamente les puede dar rentas de cara a su imagen como concursantes, sino que además es placentero. La experiencia para Rafa es entusiasmante. Nunca le habíamos visto con su ánimo tan colmado. Así se lo hacía saber a sus otros dos compañeros:
Nano, tete y tío son las formas con que repetidamente llama Rafa a sus interlocutores. Incluso superponiendo unas al lado de otras. ¿No es así? tete, tío. Repito que jamás antes habíamos visto así al nano. Me cuentan que ni siquiera quienes siguieron su larga y cansina trayectoria en ese programa que todavía no le ha puesto a su presentadora silla ni siquiera micrófono de solapa y ha de aguantar todo el programa con uno de esos pesados inalámbricos en su mano. Es increíble ver como algo tan básico como hacer una tortita se convierte en toda una experiencia para tres personas, hasta el punto de que el ex tronista pida a su gregario Perdi que le jalee a la hora de darle la vuelta. Pero mucho más increíble comprobar lo que ha significado para este mismo concursante su primera incursión en el apasionante mundo de la pesca.
Quizá debería decir en el mundo del trabajo en lugar del de la pesca, aunque creo que uno y otro son igualmente terrenos inexplorados para Rafa. Pero ahora mismo hay otra cosa que me importa bastante más. Y es que hay vida en la isla sin Óscar. Diría que han empezado a respirar otro ambiente y a vivir otra experiencia. Lo decía Rafa al comienzo del resumen de ayer: "Óscar lo tiene que hacer todo para que se le vea siempre trabajando". Ciertamente es una estrategia tan cansada como al alcance de cualquiera. Ha tenido que ser la obligación que ponga a la peña a trabajar. Bendito sea el perro-tótem y sus fantásticas misiones.
Termino con otra imagen del futuro, en este caso completando la terna de nominados de esta semana. La única concursante para la que se ha acuñado todo un eslogan: "A tope con la Trapote". Ah, y la gala de esta noche tiene entre otros alicientes el esperado enfrentamiento entre Parada y Miguel, además de la entrevista a Víctor, el último expulsado. Sugeriría a Jesús Vázquez que le preguntara por eso de no dejar a sus compañeros ni un par de calcetines. Feo, muy feo.